6 de marzo de 2011

EL DOGAL FÉRREO



            El oeste de la ciudad de León no tardará ya en verse liberado de su secular aislamiento atenazado por las vías del tren.  Aquéllas que significaron progreso en 1863 y pronto pasaron a ser un cepo que nos limitaba a casi todos y que, indomables, arrinconaban  a los  vecinos de la zona Oeste.
            Valeriano Capesino, concejal allá por los años 50, propuso un proyecto visionario, si se quiere, así lo dejé recogido en mi libro: “Legio, érase una vez”,  pero digno de haberse tenido en cuenta. Proponía prolongar Ordoño II hasta la Virgen del Camino. “Una gran Avenida” era el resultado.
            Años después, avanzada la década de los 60, Lamparilla, el irónico periodista leonés, de nombre Carmelo, acogía en su escribir capitalino la misma idea, que ni era descabellada ni había demasiados obstáculos en la época para su trazado. También propuso, más o menos por entonces, cobijar el río Bernesga, por lo que de barrera también pudiera tener, desde el puente de San Marcos hasta los de la Corredera, y sobre la gran losa de hormigón diseñar y construir grandes jardines.
 Cuando leía esto no podía saber si era broma, se quedaba con nosotros, como hoy se dice, o si lo creía de verdad. Sí puedo decir, que, habiéndole recogido ocasionalmente en mi coche,  en el Crucero,  un día de marzo de fuerte lluvia, le llevé a Santo Domingo, casi su destino y el lugar que para dejarle más me convenía; al despedirnos, mirándole a la cara, pues siendo sordo “así me podía oír”,  le interpelé: “don Carmelo, aquello de cubrir el Bernesga iba en serio”.
Si me entendió no lo supe, pues al bajar junto al reloj de Vidal, hoy todavía existente aunque con distinto porte, su voz sonando gangosa, o de dificultosa respiración, mirándome con fijeza a través de los gruesos cristales de sus gafas a punto de caérsele de la nariz, me trasladó un mensaje: “Adiós, que nos veamos otra vez… sin agua,” añadió.  ¿La de la lluvia o la del Bernesga?, aún me pregunto, que más da. Fue una sencilla anécdota.




El 2011, nos trae, con el retraso acumulado de todos los viejos trenes de la RENFE, la inmediata supresión del paso a nivel del Crucero. Y el dogal férreo pasará al subsuelo, y bien cobijado se verá alegrado por la circulación del rápido AVE de la esperanza.

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