27 de agosto de 2013

Nuestra Vía de la Plata

Allá por los años 90, a finales del pasado siglo, a propósito de la Vía de la Plata dirigí un escrito a Mario Amilibia, que decía así:

          CEDIENDO PROTAGONISMO,  UNA VEZ MÁS

    Creemos que haría bien el Sr.  Amilibia, presidente provincial del PP leonés, procurador autonómico y alcalde del Ayuntamiento de la capital leonesa, en matizar con exquisita precisión, dados los cargos citado que soporta, cuándo habla en función de uno u otro, o investido de qué autoridad.
    Intentaremos dejar prontamente claro,  y luego proseguir, que, el político aludido, no debe ver en nuestro párrafo inicial, subsiguiente a un título al que parece no corresponderse,  el prólogo de una sarta de consejos, gratuitos por nuestra parte y hasta presuntuosos.  No,  no cometeremos  ese error; pero tampoco queremos dejar pasar la ocasión de plantear en alta voz, escritas, algunas reflexiones que el tema Ruta de la Plata y la N.  630  nos han provocado.
            Diciendo que León es región,  León es provincia y  León es capital, evidentemente no descubrimos nada, pero tampoco lo pretendemos, simplemente los empleamos como axioma sobre el que componer este escrito desde nuestra posición de leonés y miembro de la Plataforma  que me honro en coordinar.   Pues bien, en los tres campos citados el Sr. Amilibia  se mueve políticamente.  Sin embargo, el primero de ellos,  no parece aceptarlo como tal;  sino a las pruebas nos remitimos:  Ni la menor queja ha salido de sus labios “procuradores autonómicos” para pedir,  - él que  sostuvo en el 84  con mano firme, eso sí más joven y reivindicativa, la pancarta de “León sin Castilla”- ahora que estamos gozando de una hermosa posibilidad para ello  - la Reforma del Estatuto de Autonomía -,  que nuestra Región Leonesa quede recogida estatutariamente, como tal.   Aquella actitud , la de sustentar la pancarta, catolagable como sencillamente lógica para un leonés, no hay que entronizarla,  pero tampoco silenciarla,  sacándola  a la luz  siempre que sea menester, y ésta es  subsidiaria de ello.

            Rememorando aquella efeméride manifestacional, y valorando su  comportamiento con la perspectiva que dan los años, se aclaran muchas dudas sobre si encerraba sinceridad y firmeza aquel gesto reinvindicativo; nosotros nos atrevemos a  decir que, asimilarlo a efímero, es hasta generoso.  Para  no sembrar dudas, dejamos desde este momento claro, que,  todo lo dicho, no sustenta la mínima animadversión personal, pues tan sólo reflejamos la sencilla constatación de unos hechos que él ha ido desarrollando.           
                Por iniciativa asturiana - en Gijón - se promueven unas actuaciones turístico-económicas,  a las que apunta a  León capital.  Proyecto sin duda muy respetable,  pero no  “inventando” un trazado para la Ruta de la Plata que lesione a León región y León provincia; toda vez que, robar protagonismo a Astorga, la Astúrica Augusta, punto de iniciación de la verdadera calzada,  es eso y no otra cosa.  Como alcalde de la capital, suponemos, habló y acordó  aceptar el proyecto, olvidando si ello le era lícito, a tenor de lo antedicho, y además,  cediendo  parte del protagonismo histórico que nos identifica como leoneses, no en balde somos descendientes de aquellos Astures,   en fase de romanización, justo cuando se construía y usaba la calzada llamada VÍA DE LA PLATA.
           
          Hacen bien los asturianos en intentar promocionarse, pero no usando, por no decir usurpando, condominio patrimonial en la VÍA, al igual que lo vienen haciendo sobre la  Garganta del Cares, leonesa y  “divina“, que se la apropian propagandísticamente para su Parque de Covadonga, integrante del macizo Picos de Europa.  ¿Les dijo el Sr. Amilibia algo a este respecto?,  o  ¿una veces sí y otras no,  conforme se invista, le competen las cosas?

   Tal vez  tampoco, que,  precisamente en Gijón,  en la última exposición sobre los Astures -  origen común -  en las ruinas de Noega  y otros lugares de exposición, no fuimos invitados a  compartir; tan sólo se nos pidió colaboración  para aportar alguna pieza que les interesaba y necesitaban. Bien es verdad que, a tenor del imperdonable olvido de Lancia, nos lo merecemos.

            Desde nuestro punto de vista no se debió aceptar ningún encuentro, sobre el asunto que nos ocupa,  sin la presencia de un alto representante provincial, a ser posible un leonés  de Astorga,  y por supuesto olvidando todo color político. Ya que no somos capaces de ensalzar nuestros valores históricos provinciales y regionales, en modernos y beneficiosos planteamientos económicos, a iniciativa propia, y a fin de no “perder comba”, cuando otros comienzan a saltar, nos apuntamos a ello,  no lo hagamos sin pensar si nos es lícito ceder hoy, el protagonismo que hemos recibido de nuestros antepasados.  La Vía.  Después de haber bebido en fuentes fiables, y perfectamente cotejables de la Plata  - de Astúrica a Emérita y viceversa - sólo hay una, los demás son acoplamientos como el propuesto para las ciudades de la N.630.

Fueron  los romanos  quienes marcaron el  punto de inflexión en nuestra original cultura Astur, sin movernos de nuestro territorio, verdadero crisol de nuestra personalidad; por lo tanto, todas la obras y valores que de ellos se dimanan,  como propios e intransferibles hemos de tenerlos.


Colocando farolas nuevas en la capital, cargadas de leones (Leo), en escudo o efigie, más o menos rampantes,  que aun estando en nuestro escudo  no son el origen de nuestro nombre (Legio VII), no aportamos nada, al igual que con otros gestos, folclóricos  por ejemplo,  convenientes sin duda pero complementarios,  de poco valen sino no están ratificados políticamente en los foros donde se lesiona la Identidad Leonesa, y hoy el principal, es el centro del poder autonómico, en Valladolid.

Quede claro que entendemos  que las cosas del corazón, los sentimientos, como el ser leonés,  son defendibles a ultranza,  y  no están en contraposición a los del bolsillo, léase desarrollo económico,  turístico o de otra índole; pero nunca con el olvido como compañero de viaje, ayudando a promocionarse a otros que no olvidan lo propio, en tanto invaden lo ajeno.

18 de agosto de 2013

Santa Ana, en el recuerdo

En Agosto de 1997

DESDE SANTA ANA A PALAT DEL REY, POR OTRO “ROLLO”


A  pie como se disfruta de las ciudades,  al poder observar los edificios y las  calles que delimitan, así como plazuelas y rinconadas,  que, impulsadas por “felices” ideas urbanísticas, evolucionan no siempre hacia lo mejor,  hace pocos días, veraniegos de nombre, en una tarde  tormentosa,  caminé por Santa Ana en dirección al “casco histórico”,  con cierto espíritu crítico a flor de piel.  Y en verdad  que sentí agredidos mis nostálgicos recuerdos, por mor de “lo nuevo”.

El que fue conocido como Rollo de Santa Ana, antiguo arrabal judío con reminiscencias medievales lógicas, dado su origen, ha sido finiquitado “antes de ayer”, con el derribo de lo último de la parte civil o ciudadana del mismo, aún en pie; un edificio que, en sus pobres entrañas cimentales,  conservaba   restos del  aquél su origen.  He dicho civil, puesto que, la parte religiosa o eclesial,  la modesta iglesia  de sencillo campanario en doble espadaña de ladrillo permanecerá enhiesta, no podría ser de otra manera,  aunque aislada del entorno que la era inherente, en la proximidad del  Camino Jacobeo  y por delante del Burgo  de los Francos.
            
Con el edificio aludido, respetado, creo que por razones legales, en la última remodelación  de la plaza ante la iglesia, se iniciaba  una callecita que internaba al viandante, hasta no hace muchos años,  en un conglomerado de casitas con soportales, de  pilares de madera sobre “poyos” o basas de piedra granítica,  que prácticamente circundaban al templo citado.  Fue  originariamente iglesia  de un cementerio,  adscrita a la Orden del  Santo Sepulcro, posteriormente parroquia,  nombre ése que, por extensión, gozó el arrabal,  componiendo el conjunto una barrio judío  extramuros del recinto amurallado Legio.  Y “lo han desaparecido”, modernamente..   Ni el más mínimo resto o muestra  de él se ha tenido a bien conservar.
            
Conviene recordar que este arrabal,  estuvo bordeado por el conocido como Camino Francés de peregrinación  hacia la tumba del Apóstol Santiago,  y bien merecía la conservación de un detalle externo, muestra de la arquitectura que lo conformó  hasta hace “pocos días”.  Y dónde mejor que en esa placita,  hoy con fuente moderna incluida,  para  poderlo contemplar  y conservar;   por ejemplo: una muestra de soportal.

No resulta difícil imaginar, con mentalidad tradicional leonesa, en el Barrio aquél, a la gente  de la Sobarriba recogida trasitoriamente en los soportales próximos a la iglesia de Santa Ana, como lugar de reunión, con sus cruces parroquiales, conforme les exigían las Ordenanzas de su Hermandad;  en una mañana fresca de abril pasada la Pascua, para cumplir con su voto oferente de cera a San Isidoro.  Ofrenda que, a partir de 1.505, por razones que no hacen al caso,  realizarán en la ermita de la Virgen del Camino, hacia donde, terminada la concentración aludida, se trasladarán procesionalmente   siguiendo la Ruta Jacobea.
            
Volviendo a la actualidad; los restos del edificio derribado, en verdad nada aportaban, en sí mismos, al modernizado espacio urbano adyacente erigido sobre lo que llamábamos el “rollo”.   Como anécdota recordamos que el inmueble, en su última etapa lindó con una conocida casa de lenocinio,  precisamente durante la etapa post-bélica,  incivil,  entre españoles. 

De siempre, en el mundillo constructor capitalino, se tuvo miedo al encuentro en el subsuelo de restos arqueológicos; yacimientos que abrían ventanas a nuestra historia y que en más de una ocasión  se silenciaron,  dado que, a la autoridad conocida como Patrimonio histórico,  se la temía por sus parones de obra sine día; especialmente si el Ayuntamiento no estaba demasiado interesado en el tema. Nunca han estado las cosas muy claras a este respecto.
           
Dos ejemplos de desigual respeto a las piedras históricas tenemos, no muy lejos del barrio que nos ocupa.  Uno de excelente tratamiento con el entorno amurallado, justo en el lugar donde estuvo una  Estación de Autobuses,  al principio de la calle dedicada a  D. Miguel Castaño. Y otro reprobable, el permiso y edificación posterior de un moderno edificio para Correos con fachada de plástico,  junto a la muralla medieval, una vez que se hizo desaparecer inexplicablemente,  en su totalidad, el antiguo Hospicio.
Por supuesto no todo lo apuntado es imputable al actual equipo del Regimiento municipal, pero sí en cuanto a lo concerniente a tratamiento que se está empezando a dar a la Iglesia de Palat del Rey.
           
Cuando hube llegado, con regular paso, ante esta iglesia que en el subsuelo oculta exponentes importantes de nuestra pasada historia, siguiendo sensiblemente la Vía del Mercado Mayor, las gruesas gotas de agua que empezaban  a caer, no me permitieron detenerme largo rato;  si bien y dado su abandono exterior  tampoco da para mucho la inspección ocular, sino es pensando en lo que fue y en lo que guardaba soterrado bajo su planta mozárabe del siglo X;  ¡ha sido tan   agredida por el paso del tiempo y las reformas!.   Pero cómo no destacar que oculta, bajo ella, siglos de historia desde la Legio originaria leonesa,  y  como templo, al igual que la de Santa  Ana, perteneció, un tiempo,  a la Orden de San Juan de Jerusalén, del Santo Sepulcro.
La Junta Autonómica que nos administra, y  políticamente trata de regirnos y  de escribirnos otra historia; parece siempre dispuesta a sorprendernos y hasta ofendernos en nuestros asuntos patrimoniales netamente leoneses.  

No ha mucho ocurrió en los hallazgos adyacentes catedralicios, donde, en verdad, también faltó claridad municipal en origen, hubo vacilaciones posteriores,  y al final se hizo lo que se pudo.  Hoy en Palat se pretende, de sopetón, “sepultar historia leonesa en piedras”, algo que,  tras una moderada oposición municipal  anterior, se había logrado frenar.  Parece que hay un especial interés en no invertir en lo que a León diferencia y define cultural e históricamente, desconectándonos así de nuestro pasado y cerrándonos la posibilidad de mostrarlo al visitante.

En el colmo de la improvisación, se inician las obras de enterramiento diciendo  que, “sobre la marcha” ,  se decidirá lo que más convenga,  ¿pero a quién?