6 de abril de 2012

Teatralidad, o pundonor guerrero de "los novios de la muerte"






Los legionarios, brazo en alto, recuperan su honor, dice LA RAZÓN.


Pedro Álvarez Collar, nos alertó de ello en facebook. Personalmente me satisfizo y movilizó un recuerdo.  Por ello traigo a esta página otra fotografía y otro texto mío, que formando parte de un relato, "contaba" un acto similar, en el que los legionarios vinieron a León para hacer su representación; llamativa, por supuesto, pero la religiosidad afectiva posiblemente estuviera muy distante.




Berto, era el protagonista del relato, y para la ocasión que vivía, estaba situado en la fuente de San Martín.  

...Pero su momento clave era el Viernes Santo, cuando  el “San Juanín” de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, a hombros de los papones, acudía presuroso a su encuentro con la Virgen María en Soledad; entonces nadie le quitaba “su” puesto en la fuente.
    

           Para dejar las cosas en su sitio, es bueno dejar dicho que la última vez que fue visto ahí, en tan generosa fuente, era aquel año que los legionarios, los soldados de El Tercio del Gran Capitán de Melilla,  brazos en alto portaban al Cristo Crucificado, mientras accedían  a la Plaza Mayor entonando el himno de la Legión, durante la procesión del Santo Entierro la noche del Viernes Santo de 1997.
            Él, de pie en el lugar preferido del muro fontanal, visiblemente emocionado,  les acompañaba en el cántico: Soy el novio de la muerte; en tanto veía pasar, por vez primera, horizontal, como flotando a la altura de sus ojos, el Cristo en la cruz.


            Los fuertes brazos legionarios cumplían, en hierática postura,  con la solemne teatralidad consecuente que el acto requería, y para el que habían sido concitados. Esto no le importaba a Berto  tan sólo tenía ojos para el Jesús Crucificado, trasladado con tan emocionante  rigor, que le hacía temblar de emoción… y sufría con él
No sé si sería premonitorio lo del cántico, lo cierto es que ya no se ha vuelto a ver más a este personaje conocido por Berto; seguramente un sencillo quídam, intemporal, sin duda cubriendo un rol en cada época.

1 de abril de 2012

Es Semana Santa, 2012, en León

        Reflexionando, en tempo de relato, sobre nuestras procesiones


         
        "Era un humilde papón"



Cerró el teléfono con suavidad, mecánicamente,  su pensamiento estaba en lo que le acababan de comunicar. En forma de  petición, casi rozando la súplica, su interlocutor le acababa de meter en un grave apuro: ¡Tienes que ser el pregonero de la Semana Santa, este año! 
Un encargo que no le iba a resultar fácil rechazar, y menos aun olvidar de forma tan sencilla como le estaba resultando guardar el móvil en el bolsillo de su chaqueta. ¡Tenía que haber soltado un no rotundo a Roberto! un buen amigo sí,  y mejor papón, secretario accidental en la Junta Mayor, pero le estaba metiendo en un grave aventura.
Caminando deprisa por Ordoño II, halagado allá en el fondo de su mejor sentimiento leonés, luchaba consigo mismo entre aceptar, atendiendo a su mejor compromiso con León, o rechazar de plano ante la dificultad que encerraba.
Aquéllo de que el  pregonero que tenían comprometido había enfermado repentinamente, sonaba plausible; lo que ya no le encajaba, era que le hubieran elegido a él como repentino sustituto. Pero ahí estaba Roberto, tan amigo como persuasivo, pidiéndoselo a él, un humilde papón, de raigambre, pero poca cosa  más. Y aunque cerró la conversación con un “te llamaré mañana para confirmarlo”, en su intención flotaba ya una incipiente idea de confirmar la actuación.
Cuando entró en el portal de su casa, después de haber caminado un largo trayecto, entre reflexivo y preocupado, ya tenía tomada  la decisión: ¡Lo haría!  Como primer paso empezaría por madurar un esbozo de guión que resultara aceptable y no demasiado comprometido.  ¡Discrepaba en tantas cosas! Y aunque así se lo había lanzado a Roberto,  tampoco le había valido como disculpa.
Lo suyo sería  ir sobre lo elemental y popular, así nadie le podría reprochar de inconsecuente o de advenedizo. Por ello, de modo especial, se propuso exprimir el valor de los años vividos. Lo observado y experimentado desde su óptica de componente del pueblo llano, y de papón convencido.
Durante la noche, un tanto insomne, rememoró vivencias de la niñez y juventud en torno a esos días de vacación. Jornadas de plena dedicación a la Semana de Pasión, precedida de la inacabable Cuaresma, con aquellos ejercicios espirituales por imperativo eclesial que marcaban una época.  Y la propia Semana Santa, durante la que se cerraban los espectáculos, y las procesiones copaban todo: ánimo, mente y vida.
A la mañana siguiente, más relajado, empezó pergeñando retazos de lo que podría ser una plática al uso. Lo plasmaba a lapicero sobre unas hojas recicladas, destacando conceptos, ideas y algunos adornos florales como: 
Me gustaría saber pulsar las cuerdas que hacen vibrar los sentimientos…hacer aflorar el hondo penar que, sobre las andas de la recia tradición, lleva nuestra Semana Santa.
Cada procesión, es una manifestación religiosa de dolor  que se ha venido incardinando en la cultura leonesa, en el comportamiento de los leoneses, con señas de identidad propia… que ha ido de lo repetitivo a la costumbre, cual eslabón básico para acceder a la tradición,  e instalarse como compromiso socio-religioso…
A media mañana, ya con apuntes e ideas a rebosar, en una breve llamada dio a Roberto  su conformidad; el temor ante lo desconocido no se le había ido del todo, pero, el suspiro de alivio que creyó escuchar a Roberto a través de las ondas al comunicárselo, terminó de recomponer su ánimo.
 Cortada la comunicación se sentó ante el ordenador para escribir, pero no sin preguntarse: ¿Por qué no ha de poder ser pregonero, alguna vez, un sencillo papón  en vez de un gran personaje?
Pura autoestima es eso, se contestó y  con cierta inquietud empezó a escribir:

Reflexiones para un pregón.
Las Procesiones de  Semana Santa en la capital leonesa…
El drama de la Pasión, fragmentado, a retazos, como secuencias fijas, que el pueblo empezó a sacar a la calle portadas a hombros sobre toscas “andas”, sin duda eran remedo de las que se desarrollaban en los claustros monacales: San Claudio,  Santo Domingo, Descalzos… 
Lo que empezó siendo expresión de fervor religioso, recuerdo y especialmente penitencia; el dinámico evolucionar del pueblo lo ha ido transformando en expresión estética, con la intervención  cuidada del arte escultórico, más el componente de boato que  gustamos dar a aquello de lo que nos consideramos artífices.

Ciertamente que el  hermano cofrade, nominado en León con rotunda sonoridad: papón, acopla su generoso hombro al “brazo” del “paso”, livianamente almohadillado, que Jesús, el Crucificado, no tuvo, y sin duda no buscó,  para protegerse del desgarrador roce del madero de la cruz.
El sesgo alternativo, en vaivén, de uno a otro pie, como forma respetuosa de progresar, ha venido siendo una seña de identidad acorde con el sentimiento leonés. El suave y reverente mecido puede ser la única licencia permisible. Lo demás, lo saltarín, perdonadme, sobra…pues choca, cuando menos,  con nuestra sobriedad costumbrista. 

Dejó de teclear. Con el borrador en la mano se levantó, e inició una serie de cortos paseos por la habitación. Imaginariamente se veía ante el atril del orador, en el “escenario”, teniendo junto a él  a las autoridades, Abades y dirigentes de Hermandades y Cofradías. Y ante sí, al gran público leonés. De celebrarse este acto en el local de los primeros pregones, valdría anecdóticamente aquello de: 

Este salón en Santa Nonia de nuestra Caja de Ahorros, ésa que antes mostraba orgullosa un león en su anagrama y hoy, como Caja España, un toro, se asienta sobre lo que fue una antigua estación de autobuses, a la que, precisamente, llegaban nuestros paisanos de la provincia, más para participar, que para ver las procesiones, allá  cuando apenas eran tres, de negro luto, las Cofradías de la  capital leonesa…
Sentándose de nuevo, volvió a la escritura. Le preocupaba sobre manera lo que aún faltaba por decir, pues, de ningún modo deseaba que sonara a reprimenda o reconvención.   Escribió:

Transcurrían las procesiones, antaño casi todas, hoy muchas de ellas,  por  calles de tortuoso trazado, tan antiguas como la propia ciudad, que añaden una dificultad más al esfuerzo del bracero.  Especialmente a partir del momento en el que las escuetas y planas andas, se han ido sustituyendo por otras mayores, escalonadas para realzar las imágenes o grupos escultóricos,  que me resisto a calificar de “tronos”.
Añoro los años de sencillez en andas e imágenes, la sobriedad de la marcha, en especial por calles recoletas que invitaban a participar, comprender y meditar a los leoneses. 
El esfuerzo “paponil” de la puja, mezcla cada vez más de tradición… y religiosidad, es un arte. Nos preocupamos que lo sea, y así lo transmitimos. Pero en lo que nunca debemos caer es el juego de la exhibición, que prime lo teatral sobre la representación escultórica dolorosa de lo que fue el Gran Drama del Hijo de Dios, que portamos.   
Hoy “vendemos”, bajo el crematístico manto de lo turístico, nuestras procesiones,  las clásicas,  y las que ha traído la atrevida eclosión  de Cofradías, que reclaman su espacio. Hay profusión de pasos, con ornamentación floral humanamente ostentosa, que choca con la humildad de quien dio ejemplo bien distinto.
Hizo una nueva pausa. Impostando la voz leyó lo que restaba en el borrador, cual si ya fuera el pregonero oficial. Del breve ensayo coligió dos cosas: había que  suavizar lo escrito,  y, sin cursilería, modular el ritmo.  Seguidamente transcribió: 

El espectador, es eso, espectador. Lejos queda aquel público que aportaba recogimiento y fervor. El del “dainos”, por ejemplo, sencillo y comprometido. Espectador, pero activo en la fe.  Hoy el gran público no vibra  ante el drama, se queda en lo estético. No reza, aplaude el esfuerzo de una puja exageradamente basculante y musicalizada. Alborozadamente pide espectáculo…Y por lo que veo no falta quienes están dispuestos a dárselo.
Hacer “saltar” las imágenes que nos deben retrotraer al dolor, es tan contraproducente como ilógico. Y nuestra cultura leonesa, de sobria dignidad, aun con la evolución lógica de los tiempos, mal, muy mal, lo puede asumir.
Mucho me temo que de las dos constantes: religiosidad y tradición, en la Semana Santa leonesa, se esté trastocando el orden prioritario, y la tradición esté pasando a ocupar un primer plano como razón o conveniencia para  ser papón. 
Llegada que ha sido la hora… la de la reflexión profunda sobre el comportamiento cofrade… me atrevo a proponeros, queridas hermanas y hermanos papones, con la mirada puesta en el ayer histórico, aunque sin aferrarnos a él, pero también sin rechazos, ir  en pos de  la puridad de nuestro procesionar penitencial, sabiendo portar la verdad del inmutable drama de la PasiónY todo con el gran decoro de la sobriedad de un pueblo que sabe de sufrimientos.

El reloj despertador emitió un sonoro aviso, eran las seis y media del Viernes Santo. Abriendo los ojos, soltó un suspiro de alivio. ¡Todo había sido un sueño!
El negro hábito, colgado de una percha ante él, venía a colocarle ante “su realidad”: ¡Era papón y bracero!... Lo otro, lo soñado, permanecería indeleble en su interiores de leonés comprometido.

Las fotografías me han sido facilitadas por un buen amigo y leonesista: Vicente Vidal, presente en alguna de ellas.