22 de marzo de 2021

Martín Villa el de las "razones"


Mi artículo publicado en Diario de León:

Lo subliminal va de trampantojo en su discurso

Sublime, que quede claro. Ha dicho "Pedres",  respecto al contenido, y va de  entradilla agradecida





 No sin asombro he leído en este medio una felicitación por la celebración de su 115 aniversario. No va mi sorpresa por el parabién al periódico, aunque por obvio no necesitaba tal puntualización, sino a propósito de lo que vende incardinado como recuerdos el señor Martín Villa, que suena a otra excusatio non petita… de quien, actuando de demócrata, eso sí devenido, no respetó la voluntad popular leonesa que le gritábamos en la calle y aún resuena: León sin Castilla.

Con la calma que la cordura me reclama, pero con bastante más que moderado enojo, por ser suave, quiero recordar que le debemos el doloroso honor de estar sujetos a una parte castellana (seis provincias), bien manejadas por Valladolid, todos los triprovincialmente leoneses. Una región, la leonesa, que fue aherrojada, con sus «razones», orquestadas como contrapunto sonoro a los nacionalistas, luego con sordina, finalmente todo un bluf inoperante, quedando aquéllas, las razones, inscritas en una partitura plena de ambigüedades y de unos tics a los que aludiré en su momento. El tiempo las ha reconocido tan improcedentes como inútiles. Dañinas en origen, cuyo eco ha supuesto un declive socieconómico para los leoneses, hoy en anemia perniciosa.

En contraposición al título de su escrito, Nos acerca más que lo que nos distancia, (aunque vaya por otros derroteros de autocomplacencia), estamos cada día más distanciados leoneses y castellanos. Una Comunidad, nacida de aquella obsesión nunca perdida, aunque camuflada, «una grande y libre», en verdad útil en él, tanto para la Comunidad que nos imponía y pensaba regir, como para todo el territorio español, dejándose llevar por la reminiscencia franquista que ayudó a cultivar, por el imperio hacia Dios. Una historia que resultaría difícil ligar con la que se empezaba a desarrollar para el encaje democrático europeo.

Su arte para saber nadar en la dictadura, manejarse en la Transición y ejercer de demócrata (sin práctica alguna, y sí con tics autoritarios) suena a recorrido acomodaticio personalista (es mi percepción). Pero, ni pudo desembarcar en la presidencia de la Comunidad, pues sus correligionarios ahítos de sus mandatos le volvieron la espalda negándole el voto, ni ésta ha resultado otra cosa que no sea un gran fiasco para los leoneses, sojuzgados ad initio, y siguen. Esto es comprobable hoy, cuando lo que impera es un centralismo pucelano insaciable. Si lo desconoce, mal; si pretende obviar lo ciertamente negativo de este avatar, peor.

Una consideración muy importante: Los pueblos, y en esta Comunidad hay dos, no se pueden unir por decreto, «razones» o fundaciones. ¿Dónde quedan los sentimientos? Lo castellanoleonés era una clara imposición. ¡De ahí el gran fallo!

Lo que consigue con el relato incorporado a la escueta felicitación, en pensada cadencia interpretativa, y en plan exégeta, es sembrar más dudas, con el enfoque muy parcial de un tiempo que se fue, dando pie a otro tan distinto en el que sí hubo solución de continuidad, los discrepantes con la dictadura dejaban atrás un duro camino, difícil de borrar, en tanto los acérrimos a los tiempos de ordeno y mando, se resistían, en especial los palmeros, a desprenderse de los arraigados tics autoritarios.

Hablar en abstracto es fácil, y claro que se dio en general la aceptación final de hechos consumados, pero el mérito estuvo en el pueblo, que entiendo no hacía borrón y cuenta nueva, porque tras lo vivido en cuarenta años de franquismo, no resultaba fácil; mas, se fue sustituyendo por un pasar página, de tal modo que, lo vivido, atrás iba quedando…

Ahora vamos a su relato de circunstancias y hechos, contados a su manera. Que para nada voy a desmenuzar porque como todo lo que va a ser, o es historia, la perspectiva que da la distancia, la interpretación neutral desapasionada, será en su momento puesta ante los ojos de lector interesado. Y no puede ser benévola.

La reconciliación, la suya con los leoneses, la que de verdad importaba a sus paisanos, no supo o no ha creído nunca conveniente mostrarse propicio a ella, tal vez por aquello de mi palabra es la ley. Si bien mediante ésta, la palabra, hizo un par de amagos, pero que pronto tapó, volviendo a la recalcitrante postura, empeorando así la comprensión.

Es difícil que en su actuación directiva, un miembro de la sociedad a la que trata de conducir, digamos políticamente, haga todo bien y oportunamente, aunque nada más sea por acoplarse al dicho de «mucho y bien no hay quien», pero lo exigible en quien dirige, es que practique la comprensión y «escuche al pueblo en momentos clave», pues si va contramano de todos, el equivocado es él. Y con mayor dolo cuando el empecinamiento se hace imposición.

Hoy lo estamos padeciendo los leoneses, que, para romper su tranquilidad de pausada apariencia, no vemos el momento en el que se inicie la recuperación del estatus de Comunidad que nos fue negado. Razones legales y constitucionales tenemos. Para ponerlas en marcha ya hay andado un camino que se llama IAL, Iniciativa por la Autonomía Leonesa.    Y no es el único.

Lo del Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo, puede que él desee tomarlo en plan anecdótico, pero soporta la primera lágrima feliz del desahogo de un pueblo, el leonés, avasallado en lo autonómico. Por mayoría democrática municipal han acordado quitar el nombre de Rodolfo Martín Villa de una calle, y también la placa que le resaltaba nominalmente e iba incorporada a un gran mojón de granito emplazado en la calle dedicada a don Miguel Cordero del Campillo, en el mismo municipio. Ni sorprendente, ni injusto, ni revancha, a cada uno lo suyo, ¡según hoja de servicios!

Ahí lo dejo.

 

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