21 de septiembre de 2017

Los símbolos movilizan los sentimientos

...y transponen las ideas














Entrelazando recuerdos

Más de una vez me he dicho, y llegado a escribir, que los símbolos cuentan, y mucho. La bandera, siéndolo, es algo más que un crespón ondeando al viento las esencias de un pueblo al que representa.

Cuando hace quince años, empecé a pasar periodos de tiempo importantes en Cataluña,  los ciudadanos catalanes sacaban al balcón la senyera, las barras horizontales rojas sobre un fondo amarillo, cuando alguna fiesta lo requería. Había estímulo político para ello, ciertamente, pero más que otra cosa se trataba de enlazarlo popularmente con la catalanidad del acontecimiento. Esa era mi percepción, al tiempo que observaba que había un Pueblo culturalmente motivado.


En la España autonómica en marcha, se hablaba de la “cuestión catalana”, no podía ser de otra manera, pues, recordemos que  desde la fase última republicana el poble de Catalunya había mostrado, cuando menos,  su tendencia autonomista, además de un  espíritu republicano latente. Su primer modelo de estatuto, 1931, reconociendo su cultura, su lengua…se ratificó mediante un plebiscito casi unánime. Luego vendrían las negociaciones, diferencias y aceptaciones a regañadientes. 

Por todo esto puede que los catalanes en la Transición no estuvieran demasiados contentos con el “café para todos”, pero, manteniéndose “unidos” bajo el término de nacionalidad que habían conseguido escribir en la Constitución española, que a todos nos atañía, sus políticos defendían en los escaños parlamentarios centrales los mejores parabienes hacia Cataluña.

En el “café para todos”, esto es autonomía para los territorios españoles que así lo demandaron, los catalanes como los vascos y o pobo galego ya tenían antecedentes estatutarios autonómicos. Los leoneses, que nos costaba trabajo demostrar que éramos un pueblo histórico (dadas las intromisiones historicistas) poco unidos, amigados o con iniciativas comunes, fuimos obligatoriamente ensartados en un ente autonómico controlado castellanamente y capitaneado por Valladolid. Y mira que los leoneses teníamos historia de reino a nuestras espaldas que nos avalaba. 

De vuelta a lo catalán: hubo un tiempo en el que, al margen de expresiones personales escuchadas, era fácilmente observable como la senyera, que vendían por metros cortados de largas piezas, se empezaba a compaginar con la estelada, ésa que han venido ensayando, distribuyendo y haciendo tomar vigor desde  ERC, y otros.  A esta bandera, con las mismas franjas rojas y amarillas de la señera al uso, la han añadido en su lado izquierdo  una estrella blanca sobre un triángulo azul, l’estelada, dicen. También la estrella puede ser roja en cuyo caso el triángulo continúa con el amarillo del fondo.



                                          




A esta innovación simbólica se añadía una frase dominante: som una nació Así fue ganando preponderancia, de modo especial la de la estrella azul,  tanto en tiempo de permanencia visible en los balcones, por ir de ocasional a casi permanente, como en número.  Lo festivo y por supuesto sentimental de la senyera, no olvidada, estaba siendo sustituido por lo más político de nació  de la estelada,  con el sueño anhelado de independencia. Un efervescente movimiento sentimental en la ciudadanía catalana que Durán i Lleida, en su mejor momento, había calificado de Comunidad responsable, y ahora el fuego de las alocuciones hacía bullir y exteriorizar.

De haber dejado recogido, de segunda intención, el término nación en l’estatut d’autonomía, 2006/2011 como pretendían, se podían haber frenado otras ambiciones.

Las sucesivas  zancadillas que se pusieron para la no aprobación, tardaron poco en cambiar las cosas. Se exacerbaba el sentimiento de ser catalán, motu proprio, o colectivamente  era hostigado desde la política hacia una fase separatista que deseaba acabar en independencia. Maniobras políticas bien arropadas por la estimulante expresión nosaltres decidim. Derecho a decidir del pueblo, que defendiendo su catalanidad suponía una “potente masa” en la que cada vez más políticos catalanes se apoyaban para distintos fines, dentro de  la dual vereda separatismo/independentismo.




Algo que me trae a la memoria nuestra fase autonómica leonesa, cuando, bajo el empecinamiento partidista  de muchos de “nuestros” políticos, avanzaba inexorable hacia la consolidación de un ente político. En la que Morano, en León, de modo especial en  la capital, manejaba el empuje socio-político leonesista;  esto es los votos, bajo su supuesto leonesismo, como la mejor arma de funcionamiento en política, que, por su entronque posterior,  vimos claro su posicionamiento era ideológico de derechas.

Más adelante, cuando lleguemos al tema de la Diada catalana, recobraremos una pincelada de la gran manifestación en León de Mayo del 84. 
  
Y empezó a aparecer un cartel con un SÍ a nació, en principio sin grandes alardes numéricos en las ventanas, pero permanente en muy buena medida, si bien por  debajo del que gozaba la senyera. Más adelante sería enfocado hacia la vindicación de  estado-nación que ya empezaba a anidar en la ciudadanía con distinto grado de compromiso, trasladado por aquellos que se manejaban con tal postulado en política catalana.

Diada, día festivo oficial de Cataluña, estatutariamente recogido para el 11 de septiembre de cada año, que tiene su historia pero para la ocasión no hace al caso. Siempre me llamó la atención, dado el valor y el grado de un sentimiento popular compartido, mostrado con la gran  la participación ciudadana, que orgullosa lo daba a conocer.

En septiembre de 2012, antes y después de la Diada pudimos ver al señor  Mas de Convergencia y Unió, a la sazón molt honorable president de la generalitat,  queriendo apuntar ideas independentistas. Por muy diversas razones, de sobra conocidas, su partido y él personalmente estaban pasando por horas bajas…sería para sobrevivir.

La Diada de 2012, tuvo en Barcelona  un millón de manifestantes, promediando lo dicho por la organización y lo escrito en algunos medios nacionales. Festiva, reivindicativa y envidiable.

En connotación  con esto, ya en 2012 dejé escrito: Los catalanes salieron, en la Diada, un millón de ciudadanos. Impresionante cifra. Pero veamos, Barcelona capital, población urbana: 1,7 millones de ciudadanos; haciendo abstracción de los que acudieron de otros ámbitos, podíamos decir que salió a la calle el 60%.  El  4 de Mayo de 1984, el día de la gran manifestación de leoneses por su autonomía, lo hicimos en número de 80.000 ciudadanos,  y la población capitalina estaba entonces formada por 132.000 habitantes; salió  pues,  a la calle, un 60% .

Dicho como un juego de datos, para la constatación de unas manifestaciones de distinto calado, toda vez que ni en empuje, ni en grado de compromiso permanente, me atrevo a comparar. Pero me reconfortó entonces, y como a muchos leoneses nos será difícil olvidar el 4 de mayo de 1984.

A partir de ahí las Diadas no perderían  mordiente. Así llegamos a la última el 11 de septiembre de 2017, bien organizada, los participantes inscritos para su colocación, pero no cerrado a otros el espacio público, y todos voluntariamente con camisetas amarillas diseñadas para la ocasión, con el SÍ a la independencia.

Los independentistas dominaban la manifestación, la reforzada estelada parecía ser la única, y de la forma que la prodigan no tardará en tomar cuerpo oficial, supongo. Para esta última ocasión se ha podido observar un modelo “oficial” de cartelones con un SÍ de viñeta, enfáticamente tildado, en mucho mayor número colocado en las ventanas populares, y en forma de gran pancarta horizontal en la citada manifestación.

Un apunte emotivo, con mayor rango que anécdota,  creo que va bé para cerrar.  Llamó mi atención un sencillo cartel, de confección casera, materiales e inscripción, portado con firmeza y sin  marcada agitación, luciendo un mensaje, sin duda puro sentimiento del manifestante, era: TENIM IL-LUSIÓ. Al pronto  recordé aquél, más elemental en cuanto soporte, cartón, puede que más tosco, pero muy expresivo, decía: “CASTELLANOS, yo no sé si son BOBOS o qué… en perfecta armonía con el eslogan más coreado en la gran  Manifestación en León de  mayo del 84: “León sin Castilla es una maravilla”.

En el de Cataluña: la ilusión por ser. Y en el de León: una expresiva duda... ante una imposición absorbente.

Purpurada en mano, hemos de volver los leoneses a la gran reivindicación:  AUTONOMÍA REGIÓN LEONESA