Mi artículo publicado en Diario de León:
Lo subliminal va de trampantojo en su discurso
Sublime, que quede claro. Ha dicho "Pedres", respecto al contenido, y va de entradilla agradecida
No sin asombro he leído en este medio una felicitación por la celebración
de su 115 aniversario. No va mi sorpresa por el parabién al periódico, aunque
por obvio no necesitaba tal puntualización, sino a propósito de lo que vende
incardinado como recuerdos el señor Martín Villa, que suena a otra excusatio
non petita… de quien, actuando de demócrata, eso sí devenido, no respetó la
voluntad popular leonesa que le gritábamos en la calle y aún resuena: León sin
Castilla.
Con la calma que la cordura me reclama, pero con bastante más que moderado
enojo, por ser suave, quiero recordar que le debemos el doloroso honor de estar
sujetos a una parte castellana (seis provincias), bien manejadas por
Valladolid, todos los triprovincialmente leoneses. Una región, la leonesa, que
fue aherrojada, con sus «razones», orquestadas como contrapunto sonoro a los
nacionalistas, luego con sordina, finalmente todo un bluf inoperante, quedando
aquéllas, las razones, inscritas en una partitura plena de ambigüedades y de
unos tics a los que aludiré en su momento. El tiempo las ha reconocido tan
improcedentes como inútiles. Dañinas en origen, cuyo eco ha supuesto un declive
socieconómico para los leoneses, hoy en anemia perniciosa.
En contraposición al título de su escrito, Nos acerca más que lo
que nos distancia, (aunque vaya por otros derroteros de autocomplacencia),
estamos cada día más distanciados leoneses y castellanos. Una Comunidad, nacida
de aquella obsesión nunca perdida, aunque camuflada, «una grande y libre», en
verdad útil en él, tanto para la Comunidad que nos imponía y pensaba regir,
como para todo el territorio español, dejándose llevar por la reminiscencia
franquista que ayudó a cultivar, por el imperio hacia Dios. Una historia que
resultaría difícil ligar con la que se empezaba a desarrollar para el encaje
democrático europeo.
Su arte para saber nadar en la dictadura, manejarse en la Transición y ejercer
de demócrata (sin práctica alguna, y sí con tics autoritarios) suena a
recorrido acomodaticio personalista (es mi percepción). Pero, ni pudo
desembarcar en la presidencia de la Comunidad, pues sus correligionarios ahítos
de sus mandatos le volvieron la espalda negándole el voto, ni ésta ha resultado
otra cosa que no sea un gran fiasco para los leoneses, sojuzgados ad
initio, y siguen. Esto es comprobable hoy, cuando lo que impera es un
centralismo pucelano insaciable. Si lo desconoce, mal; si pretende obviar lo
ciertamente negativo de este avatar, peor.
Una consideración muy importante: Los pueblos, y en esta Comunidad hay dos,
no se pueden unir por decreto, «razones» o fundaciones. ¿Dónde quedan los
sentimientos? Lo castellanoleonés era una clara imposición. ¡De ahí el gran
fallo!
Lo que consigue con el relato incorporado a la escueta felicitación, en
pensada cadencia interpretativa, y en plan exégeta, es sembrar más dudas, con
el enfoque muy parcial de un tiempo que se fue, dando pie a otro tan distinto
en el que sí hubo solución de continuidad, los discrepantes con la dictadura
dejaban atrás un duro camino, difícil de borrar, en tanto los acérrimos a los
tiempos de ordeno y mando, se resistían, en especial los palmeros, a
desprenderse de los arraigados tics autoritarios.
Hablar en abstracto es fácil, y claro que se dio en general la aceptación
final de hechos consumados, pero el mérito estuvo en el pueblo, que entiendo no
hacía borrón y cuenta nueva, porque tras lo vivido en cuarenta años de
franquismo, no resultaba fácil; mas, se fue sustituyendo por un pasar página,
de tal modo que, lo vivido, atrás iba quedando…
Ahora vamos a su relato de circunstancias y hechos, contados a su manera.
Que para nada voy a desmenuzar porque como todo lo que va a ser, o es historia,
la perspectiva que da la distancia, la interpretación neutral desapasionada,
será en su momento puesta ante los ojos de lector interesado. Y no puede ser
benévola.
La reconciliación, la suya con los leoneses, la que de verdad importaba a
sus paisanos, no supo o no ha creído nunca conveniente mostrarse propicio a
ella, tal vez por aquello de mi palabra es la ley. Si bien mediante ésta, la
palabra, hizo un par de amagos, pero que pronto tapó, volviendo a la
recalcitrante postura, empeorando así la comprensión.
Es difícil que en su actuación directiva, un miembro de la sociedad a la
que trata de conducir, digamos políticamente, haga todo bien y oportunamente,
aunque nada más sea por acoplarse al dicho de «mucho y bien no hay quien», pero
lo exigible en quien dirige, es que practique la comprensión y «escuche al
pueblo en momentos clave», pues si va contramano de todos, el equivocado es él.
Y con mayor dolo cuando el empecinamiento se hace imposición.
Hoy lo estamos padeciendo los leoneses, que, para romper su tranquilidad de
pausada apariencia, no vemos el momento en el que se inicie la recuperación del
estatus de Comunidad que nos fue negado. Razones legales y constitucionales
tenemos. Para ponerlas en marcha ya hay andado un camino que se llama IAL, Iniciativa por la Autonomía Leonesa. Y no
es el único.
Lo del Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo, puede que él desee tomarlo
en plan anecdótico, pero soporta la primera lágrima feliz del desahogo de un
pueblo, el leonés, avasallado en lo autonómico. Por mayoría democrática
municipal han acordado quitar el nombre de Rodolfo Martín Villa de una calle, y
también la placa que le resaltaba nominalmente e iba incorporada a un gran
mojón de granito emplazado en la calle dedicada a don Miguel Cordero del
Campillo, en el mismo municipio. Ni sorprendente, ni injusto, ni revancha, a
cada uno lo suyo, ¡según hoja de servicios!
Ahí lo dejo.