31 de diciembre de 2010

Una campana para la Navidad





Las campanadas.


La voz metálica de muchas conciencias.
El lamento de una despida.
El júbilo de un natalicio.

De León en el recuerdo:
El tañido repiqueteado era para los convecinos algo más que una llamada, era una convocatoria formal al más libre de los parlamentos: Concejo Abierto.

Pero cuando cada año llega a su final, las campanadas son doce aldabonazos que marcan una etapa que se agota en sí, pero que abre una ventana a otro ciclo anual, en tanto nos vamos comiendo al ritmo de su son ilusionado las uvas de la esperanza.

Hemos agotado el 2010, recibamos al 2011 y empecemos a moldearlo desde el primer instante, que no nos marque él, que lo marquemos nosotros.

¡Feliz Año Nuevo!

13 de diciembre de 2010

                                            

Cultura, costumbrismo y Navidad Leonesa


Sin duda hubo una cultura leonesa. Una forma de vivir, de desenvolverse,  en un territorio en verdad variopinto, el nuestro, que ha sufrido recortes históricos de distinta connotación; tanto por la  pasividad de los propios, como por la expansiva insistencia de los que, por no calificar de extraños, situaremos como vecinos.
Pero, no es menos cierto que ahora seguimos teniéndola, con las variantes lógicas de esta vida dinámicamente trepidante que nos funde.

La Navidad, ¡todo un mundo de dulces sensaciones!, en la actualidad, por aquello de la más fácil intercomunicación, se ve adornada y hasta marcada por lo dimanante de otras formas de expresión, de otras culturas. Pero que no es óbice para que en rigor digamos que hay una Navidad leonesa.


El Ramo, genuina expresión popular leonesa.  Podríamos decir que el “ramo” es en lo material y en su modalidad más ampliamente difundida en nuestros lares, un artilugio o soporte de madera consistente en una base horizontal que sustenta un  delgado tronco de madera coronado por un triángulo del mismo material que lo completa.
Pero lo descrito, es simplemente el esqueleto, pues para que tuviera la prestancia final, alcanzara  su especial sabor, y cumpliera la misión encomendada,  había de adornársele  según estilo al uso. Los adornos, la condición del ornato, eran privativos de cada lugar, según gustos y reminiscencias pasadas, pero siempre partiendo de elementales materiales como telas, encajes, cordones, y productos perecederos como rosquillas elaboradas con amor repostero.

Cantar el “ramo”.  Mas, lo verdaderamente importante, lo que le daba su real dimensión, sabor y hasta espiritualidad, era el acompañamiento de coplillas alusivas al acto, cantadas con sencilla ingenuidad, las más de las veces.

Foto:Roxio

6 de diciembre de 2010

El chopo leonés, nuestra verde identidad vegetal

Fotografía de "Mi Mágico León"



La imagen de nuestros chopos, entregándose en amarillo a los pies del otoño leonés, me trae a mi memoria, ya veterana, cuando la chopera del Parque, hoy llamado de Quevedo, se prolongaba más allá, hasta continuarse en el denominado Soto Garrido.
Ése que hoy, cuando estoy en León, puedo ver parciamente, no sin nostalgia, desde mi ventana; y que en un relato corto titulado “Nos Querían talar… por que éramos de león”, dejé escrito en mi libro: LEGIO, érase una vez”.    Un apunte: 

Un día, no muy lejano, en el que la brisa otoñal más que mover mecía las ya doradas hojas de los chopos del Soto Garrido, a orillas de un Bernesga de corto caudal que discurría calmoso por entre redondeados morrillos de antiguos aluviones, yo, cual caminante  irredento,  parecía  ir  sumido  en  el  influjo  del  encantamiento de la quietud matutina, sin sones añadidos del entorno ciudadano, sin graznidos de grajillas, solo…
Y así, el viento, apenas un dulce siseo, un soplo modulado sin procedencia aparente, quiso traer a mis oídos la queja inanimada de un abatido chopo susurrante, al que creí entender…

28 de noviembre de 2010

Esencias de la Navidad Leonesa

Al margen de los “universales” dones con los que esta celebración nuestra se adorna, subyacen unas peculiaridades y un estilo netamente popular, que aunque no lo busquemos y cultivemos demasiado,  permanece, aunque vaya en declive permanente, por esnobismo o por lo que es peor, por injerencias en nuestra propia cultura que no vamos aquí a valorar o interpretar.

El pueblo leonés ha sabido cantar a la Navidad. O tal vez mejor diríamos, ha vivido la Navidad interpretando canciones sencillamente populares.  En tal menester se ha acompañado de sencillos instrumentos, muchos de ellos útiles del ajuar diario, lejanos en el uso, pero hoy tratados de recuperar por los grupos folclóricos. No en balde la música y la letra de los cantares navideños, fueron, y gracias a ellos siguen siendo folclore vivo leonés.
                                          Grupo LA BRAÑA. Otero de Curueño, 2010

En el año 1995, el Grupo La Braña, puso en la vida leonesa una cinta o casete, con villancicos leoneses. Relatan y nos evocan sus versos entonados  con marcada leonesidad, sencillas costumbres de antaño, que nos hablan de la fuerza de las tradiciones, con sabor a folclore leonés. Y sabido es que en esta faceta de lo cotidiano se cuenta y se canta una realidad que se vivía.



7 de septiembre de 2010

Ser de León. Ser leonés.

      Cuestión de matiz.  
      Y, a  partir  de  ahí:  Leonesismo     

    Lo mismo que es falso lo de: “todo er mundo es güeno”;  también lo es, que todos los nacidos aquí, seamos buenos, buenos leoneses se entiende. Para puntualizar esto, me permito señalar con total modestia, la sutil diferencia que encuentro entre ser de León y ser leonés.

    En ambos supuestos el origen de la persona, el nacimiento, ha sido en esta región o si se prefiere en nuestra provincia leonesa, pero a partir de ahí, alcanzarán matices diferenciadores, que trataré de explicar.

    Ser de León. Nacer y vivir aquí es la escueta y sencilla realidad que nos otorga tal condición. Si todo queda reducido a eso, lo leonés no ha calado en nosotros, conviviremos en esta tierra, llevaremos su nombre, pero no nos impregnaremos de su esencia, no alcanzaremos por tanto, la plena integración.

    Ser leonés. Es algo más, implica un conocimiento de los valores autóctonos, verdaderos marcadores de nuestra idiosincrasia, que nos empuja a identificarnos con nuestro pasado, -historia, costumbres y tradiciones - lo que supone una actitud de compromiso con todo lo nuestro, lo leonés, que como cosa propia defenderemos.

    Dando un paso adelante, podemos decir que, ese ser leonés, nos puede poner en el camino de un más alto valor si cabe, cual es, el estado de conciencia llamado LEONESISMO.

  Nuestra Territorialidad y Personalidad leonesas, entendida la primera como un bien heredado, y la segunda como un valor innato, ambas incuestionables, han de ser defendidas por los leonesistas, en todo momento y sin ningún paliativo.

   En modo alguno es fácil ser leonesista; así que por el hecho de “querer” a León, no se alcanza ese compromiso; simplemente es una condición, loable en si misma, pero insuficiente. Lo que de verdad otorga el sentimental “carné” de leonesista es el hecho de ser leonés, y el compromiso que con ello se adquiere hacia nuestra tierra.