30 de noviembre de 2011

¿Quién dirige la Fundación Villalar?

El nuevo director de la Fundación Villalar, Antonio Calonge, profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de Valladolid, que en principio no parece abrirnos una nueva expectativa, está arrancando desde la premisa de que la Comunidad tiene un solo pueblo llamado castellanoleonés. Una falsedad que parte del ente autonómico, y él parece compartir. Y no vale la aleatoria nominación: castellano y leonés, que no funde pero sí confunde, pues, tratándose de una pluralidad gramatical, la vienen empleando dolosamente como si de una singularidad se tratara.
En León, desde hace tiempo, resignadamente estamos tolerando la denominación ésa. Está germinando en nuestros niños, dada la permisividad en la escuelas, sin matices, sin rigor, como dogma y esto causa un daño constante en nuestra propio “ser leonés”.
¿Qué somos los leoneses y los castellanos para el señor Calonge, un solo pueblo? De ser así se acrecienta el error, al partir claramente de una imposición política que la Fundación difunde cual portavoz permanente  del ente que la sufraga. Así que nos permitimos formularle públicamente dos preguntas:
 ¿Por qué se ha de ignorar que los castellanos y los leoneses somos dos pueblos administrados en Comunidad? Y ¿Por qué seguir con el empeño de crear un pueblo desde el poder político?
«Avanzar en el sentimiento de Comunidad», tal como dice, es posible con buena voluntad e ideas limpias, que, por supuesto, se han de transmitir y refrendar en los leoneses y en los castellanos, pero sin la malignidad política de someter a los leoneses que ha primado hasta ahora. Leoneses que no estamos en esta dual comunidad por voluntad propia, sino por «razones» impositivas, que ni él puede desconocer, ni nosotros olvidar.
Y no cuela lo de una «identidad útil», «un regionalismo útil», como califica el empeño unitarista para justificar la Comunidad de Castilla y León. Ambos conceptos nacen de la misma falsedad unitaria. Que por ser postizos no pueden ni tan siquiera facilitar la convivencia ciudadana en comunidad, y mucho menos forjar una sola región.
El ciudadano castellano y leonés, según Delibes, dice el señor Calonge, "se siente vaga e inconscientemente castellano y leonés". Ni lo uno ni lo otro, me permito afirmar con rotundidad, sin ánimo de corregir al fallecido maestro, sino porque no existe identitariamente el castellano y leonés como algo uniforme u homogeneizado. O se es castellano o se es leonés, ambas cosas a la vez no es posible.

La Comunidad, aunque sea por imposición, está compuesta por castellanos y por leoneses; es pues una Comunidad castellano y leonesa, o leonesa y castellana. Pero los ciudadanos llegamos culturalmente a ella diferenciados y así permaneceremos, pues nos significa el sentimiento ancestralmente desarrollado en cada una de las dos territorialidades: leonesa una, castellana otra. ¿Cómo va a ser posible asimilar a una sola identidad, las dos culturalmente desarrolladas en territorios bien distintos y con origen histórico diferenciado?
 La promoción de la identidad castellana y leonesa que se ha venido intentando con gran empeño por sus antecesores en el cargo, ha fracasado por su propia falsedad, y él, si se empecina en ese mismo intento, quemará ilusiones propias y dañará lo verdaderamente sentimental de cada pueblo. El sentimiento de Comunidad es una cosa, y la identidad de los ciudadanos en ella administrados políticamente otra bien distinta, él no puede ni debe ignorarlo.
Dudo de la independencia institucional que dice va a tener; como mucho ésta será “tutelada” políticamente, pues los castellanos que controlan el ente no estarán dispuestos a permitirle alegrías que pongan en solfa “sus logros” unitaristas.

22 de noviembre de 2011

En León lo ideológico puede a lo sentimental

Mi condición de: “pero antes leonesista”, me hace pasar por alto el tema general en las elecciones últimas, 20 N, para poner mi atención en el regionalismo leonés, a tenor del resultado en las urnas leonesas.
El arraigo regionalista en la ciudadanía leonesa, de León, está ahí, pero no es operativo en cuanto a los encuentros plebiscitarios. Sólo los muy fieles a sí mismos, a su ser leonés, o a su compromiso leonesista,  tienen el voto pronto en estos eventos; los más, con la papeleta en la mano  para colocarla en el platillo de una injusta balanza, se decantan por la faceta ideológica que les agrada.
Pero no paran ahí nuestros males, la mayor gravedad la veo en que estamos perdiendo conciencia de pueblo histórico. Todas la batallas pre y autonómicas en las que nos empleamos a fondo, sin resultado positivo más allá de la propia autoestima, hasta caer en el seno de un ente autonómico indeseado, nos han llevado a un grado de estupor que propicia que antepongamos los posibles valores de “la mano ideológica”, a los más inmediatos y propiamente regionales leoneses en busca de su diferenciación y respeto.
Nadie de los que participamos en aquellas escaramuzas reivindicativas, léase manifestaciones, podemos olvidar a algunos personajes políticos que actuaron con negligencia, cuando no insidia, para desviarnos del camino autonómico que constitucionalmente nos pertenecía. Me permito citar a Morano, que jugó con el voto leonesista a su antojo, lanzando soflamas que nos alegraban el oído, en tanto hacía su juego político que será necesario analizar con detenimiento algún día.

Pues bien, este político de hábil especulación demagógica, sin miramientos hacia los ciudadanos leoneses, que ayudó a ponerlos en una cuesta abajo con finalización en las mazmorras del ente autonómico, y no lo supimos ver a tiempo, muchos leoneses no le negaron su voto cuando aparecía en las listas del PP leonés, primero como diputado, y ahora también cuando el partido le ha relegado a las del senado.
Él, instalado en la política, sin la fuerza que tuvo en aquél citado entonces, pasa por lo que le digan sus jefes. Se ha tragado sus rebeldías, se ve desplazado por los ”Pradas y Carrascos” que dominan el cotarro, pero sigue, y hasta tiene votantes leoneses que le mantienen en un puesto en el que ni con lupa se puede ver generado ningún beneficio para lo leonés.  
  El daño que nos causó no le ha pasado factura, los leoneses, parecen haberlo olvidado o desconocerlo; aunque esto último, ni con la mayor condescendencia, sea posible tomarlo como falta leve hacia el sentimiento de leonesidad.

Otro personaje es Luis Aznar,  político que lo fue del  CDS, antaño defensor de lo leonés, crítico con el ente hasta que la coyuntura autonómica le colocó en un puesto de Senador por la Comunidad de Castilla y León en 1989, y en otros cargos de designación política que le cambiaron… entonces empezaron a olvidársele todos sus reproches hacia los que manejaban el ente autonómico, y lo que es peor, el mal que nos causaba la adscripción obligada a una comunidad indeseada.
Ahora apareció, por mandato partidista PP, en las listas del 20 N para el senado, y consiguió como Morano una buena cosecha de votos que solo se explica desde el “masoquismo”  de los leoneses.
Los leoneses tenemos lo que merecemos.
Estamos progresivamente perdiendo conciencia de pueblo histórico, lo que siendo muy grave, además parece llevarnos en las coyunturas electorales, y en función de lo antedicho, a emitir un voto que nos autolesiona en los propios valores.