Reflexiones ante una comparativa de símbolos, historia y
comportamientos.
Quince días después de haberse encontrado los leoneses en el templo de la Virgen del Camino en busca de perdón (por qué no), y en los aledaños para adquirir “perdones”, en
Oviedo, durante los Premios Princesa de Asturias, el actual monarca intentaba dejar claro que la Constitución
se ha de respetar sí o sí. Una parte del discurso estuvo dirigido a la oreja
catalana, al pueblo catalán, donde los independentistas alzan la voz, y tienen
gran audición, soltando una palabra que
le puede afectar de pleno: República.
El pueblo catalán,
nacionalista o no, independentista o no,
cultiva culturalmente su catalanismo, perfectamente identificados sus
miembros entres sí, sin distinción de ideología. Pudiendo apreciarse el gran
esfuerzo de la Generalitat para no ser atrapados en la historia de España,
aunque tengan que acudir el retoque interpretativo.
¿Nos debe sorprender el citado comportamiento a los leoneses? Si
tenemos en cuenta que en el ente
autonómico que padecemos, nos someten a “sus” interpretaciones históricas,
incidiendo sobre nuestros retoños a través de los textos escolares, ocultando
datos o castellanizándolos, (para ser benignos al decirlo) ¡pues no!, es mi
respuesta, la sorpresa estaría en el camino de la estulticia.
No me tengo por el único en sostener que, en política, no sabemos
movernos los leoneses, toleramos la injerencia foránea, hasta el extremo de
que por inacción seamos capaces de vegetar,
haciendo caso omiso de la despersonalización.
No sé si todos los leoneses que han colgado en su ventana la
bandera de España, y son bastantes, han
sido absorbidos por el nacionalismo español, intenta mostrar rechazo a la pretensión independentista
de Cataluña, o están influenciados por
lo de “no romper España”. Mensaje éste que se puede engarzar con
facilidad en “una, grande y libre”.
Entra aquí la razón del título. Viene dado por el chiste de
Pedrito Ruíz, cuando, con ingenio dicente, soltaba: España antes era "Una,
grande y libre y ahora son diecisiete pequeñas y cabreadas…" (*)
Mira que tenemos historia para dar y tomar, la que nos lleva a ser
un pueblo con tantas, por no decir más, razones históricas para la autodeterminación que
otros pueblos de la España de las Autonomías disfrutan.
Los catalanes, y no sólo al son de cacerolas, sino a golpe de
efecto con la bandera oficial, la senyera, sustituida en el viraje:
nacionalidad, nación, independencia, por
la estelada, tanto en la individualidad
del balcón, como en ilusionada profusión
en las concentraciones o marchas,
nos están dando una lección de unidad sentimental como pueblo.
Sin esa unión, y el acompañamiento popular codo con codo en las
manifestaciones reivindicativas, con aportaciones tradicionales como los
casteller, la alta estructura humana en la que la “piña” es la base de ese
fortalecimiento, mano con mano, brazo con brazo en mutua ayuda, ningún político,
ni de antes ni de ahora, hubiera sido capaz de erigirse en líder de la supuesta
nación catalana. El cultivo de la
catalanidad ha sido el longevo mérito
cultural, cual sustrato en el que se
nutrir el sentimiento de nación.
Con la aplicación del artículo 155 de la Constitución se intenta
frenar los ímpetus independentistas a los políticos gobernantes. Pero dado el enconamiento
popular, bien orquestado tanto desde el poder político, como desde la
movilización social, el pueblo, celoso defensor de su territorialidad, lengua y
tradiciones, cual instinto básico, y más si añadimos las soflamas de corte
economicista, como la de “España nos roba”, se revelará. Y lo hará, tanto o más
desde la colectividad celosa de su prevalencia como pueblo histórico, que desde la individualidad que ve en peligro
su “ser catalán”, como un sumando más en
la base o “piña” del comparativo casteller/nación, ¡que también!
Sin ser el 155 motivo a
tratar en estos apuntes reflexivos, si pretendo dejar una observación, el PP ha
perdido el miedo a los ecos coercitivos que conlleva, desde que Ciudadanos lo
apoya con firmeza, e incluso alienta a la pronta aplicación, junto al medio gas, de cara a la ciudadanía,
del PSOE.
Toda mi admiración para la ciudadanía catalana, en tanto se
presente como pueblo culturalmente
comprometido, se signifique o no
como nación. No analizo aquí la deriva independentista, a la “brava”, no es espejo en el que
mirarnos.
Lo quieran o no reconocer nuestros dirigentes autonómicos, nos
escueza o no como pueblo leonés, la aplicación del amancebamiento
castellanoleonés, pensando que nos resbala
confundidos por el ego interiorizado de “ser leonés”, y éste nos mantiene inactivos, nos van difuminando más y más…
En lo de “pequeña”, del satírico Ruíz, no podemos situar a la mixta comunidad llamada
Castilla y León, pues nuestro ínclito paisano Martín Villa la quiso hacer
grande, como afirmaba ser la España falangista en la que siempre medró
políticamente. Sí a lo de “cabreada” donde los leoneses estamos en esa onda.
Rechazamos en origen el amancebamiento, mostramos nuestra discrepancia desde el
movimiento leonesista en etapas defensivas cuando el consummatum estaba en camino,
hasta el estadio de convivencia tan
desigual, social y económica, que…soportamos.
Contrariamente a lo
catalanes, tal parece que a los
leoneses, ser y estar perfectamente diferenciados, no ya sólo en el
obligado ente que no nos reconoce, sino, incluso, formando parte de la
pluralidad de España, nos cuesta demasiado asumirlo y defenderlo.
Por ello:
¡Hasta el más inocente observador echará en falta la bandera leonesa en los balcones!
Pero, claro, si no nos preguntamos dónde está nuestro derecho constitucional a autonomía diferenciada como pueblo histórico, cómo vamos a adornar nuestros balcones con la bandera leonesa, la purpurada, y además con la profusión prioritaria que nuestro estatus en declive nos demanda.
¡Nos pierde el individualismo y nos falta expresividad!
* Ayer cuando terminaba la página aún no había escapado Cataluña hacia la independencia y república. Hoy ya la han proclamado. Mas, lo escrito sigue vigente.
¡Hasta el más inocente observador echará en falta la bandera leonesa en los balcones!
Pero, claro, si no nos preguntamos dónde está nuestro derecho constitucional a autonomía diferenciada como pueblo histórico, cómo vamos a adornar nuestros balcones con la bandera leonesa, la purpurada, y además con la profusión prioritaria que nuestro estatus en declive nos demanda.
¡Nos pierde el individualismo y nos falta expresividad!
* Ayer cuando terminaba la página aún no había escapado Cataluña hacia la independencia y república. Hoy ya la han proclamado. Mas, lo escrito sigue vigente.