29 de marzo de 2014

El tren, y los políticos que nos merecemos


La Estación de Norte, que ahí sigue, en vía muerta, pues un fondo de saco provisional  la sustituyó, no sé si no habrá que rehabilitarla, todo un espectáculo, o mejor un ejercicio de impotencia de los políticos que hemos elegido para que administren nuestros bienes. Aquella estación, cuyo andén tuvo cierto tiempo su propio billete de entrada, y como novedad fue lugar de paseo, llegó a formar un todo con la ciudad. La estafeta de Correos que nos brindaba era otro aliciente y no menor, cuando lo postal era un excelente modo de comunicarnos.


Hasta que, expandida la capital, los rieles del progreso también empezaron a ser el futuro dogal que estrangulaba  y dividía. En el llamado “Plan 2002”, por lo del año de finalización, propuesto por UPL, se empezó a contemplar el soterramiento del tren en su llegada a nuestra Estación y en tránsito hacia Galicia y Asturias. Fallido aquél,  debemos valorar como positivo, pero deprimente por inconcluso,  lo que Zapatero como presidente inició para León.


Recordemos que el AVE, llegó años atrás a Valladolid. El centro autonómico de poder del Ente al que estamos sujetos en comunidad, y no se reparte “como hermanos”, toman la mejor para ellos, y los demás que nos busquemos la vida. Si hubiera verdadera comunidad de bienes, que es por donde debían empezar y no por buscar falsas identidades,  el AVE debió llegar a León capital en el primer proyecto, el de Valladolid. ¡O somos, o no somos comunidad!

Llevar fuera de la capital la Estación para el AVE, no parece oportuno, suena a sacrificio de ciudadanos demasiado transigentes. 

Y dejar en la Asunción el “hullero”, el de FEVE hoy bajo el mismo control que RENFE, suena a aberración, pérdida de derechos, un insulto para los usuarios, y corta visión política.   


 A la del Hullero, tampoco llegan ya los trenes.  A ésa del trenecillo lento pero eficaz en su momento,  el que arrastró carbón, un bien que se ha ido agotando, y que en su versión para viajeros, con vagones que no se intercomunicaban e incluso  el “revisor” se movía por una repisa exterior, fue una vía de escape de excursiones domingueras para capitalinos que buscaban disfrute rural asequible en precio y “contacto con la naturaleza”. Y lo más importante traía al paisanaje a la capital, como servicio que merecía,  y se les daba. 

Pero eso sí, no faltaron los que en la oposición municipal en su momento no dudaron en poner todo su empeño en que descarrilara el proyecto de tren Tram. Recordemos que el último consistorio socialista intentó montar un servicio de tranvía, que FEVE acogía y patrocinaba. 


Puede que la prolongación en plan tranvía Padre Isla  hacia el centro,  no fuera la más feliz de la ideas, pero lo que debe quedar marcado como una oposición irresponsable, es negarse a negociar soluciones, y sin dilación,  antes de que se bloquearan los dineros; tal parecía que según qué cosas lo leonés no importaba que sufriera minoración, e incluso olvido, en pro de otras miras de partido, e ignorando a los ciudadanos. 

  Como conclusión, mucho tiene que ver la lotería, la de las urnas electorales que hemos venido nutriendo con papeletas para elegir las listas propuestas, donde la supuesta ideología era aglutinante;  y nos veíamos “agraciados” con el premio de las  personas en ellas  inscritas que se comprometían al férreo control partidistas, incapaces de escuchar a los ciudadanos. Y así estamos donde estamos en declive como leoneses y  con un cada vez mayor agravio socioeconómico, incluso en lo más cercano, lo local.



23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez, el héroe de la Transición

Mi homenaje al expresidente, Adolfo Suárez, pasa por traer aquí una página que ya forma parte de unos recuerdos, en plan memorias leonesistas, que tengo en elaboración.



Se corresponden con la manifestación leonesa como rechazo popular al “tejerazo” fallido. He aquí el relato:

Aquella tarde de febrero de 1981, los ciudadanos españoles de a pie, en modo alguno esperaban que un grupo de guardias civiles, a la 18,22 horas, al mando del teniente coronel Antonio Tejero Molina,  entraran armados en el Parlamento de la nación, para tomar la sede, en espera de la autoridad, “militar por supuesto”, que se hiciera cargo del gobierno de la nación. Vamos un golpe de Estado en toda regla.  Se estaba votando, en ese momento, la investidura de Calvo Sotelo como presidente del Gobierno.




Recordaba, y bien, Aurelio, que Adolfo Suárez, había dimitido el día 29 de enero, pues, en el trabajo habían tenido una controvertida polémica respecto a este ex falangista, providencial para llevar a buen término la implantación de la democracia, dando la cara,  dialogante, y con la suficiente audacia para deshacer previamente todo el aparato franquista. Todo lo cual no quiere decir que no hubiera otros, más o menos en la sombra, incluso con más capacidad de decisión, que le eligieron y reforzaron, como Torcuato González Miranda.

Ésta era la tesis que él defendía, no sin dejar de reconocer como cierto que en el Movimiento, aparato político más franquista que Franco,  pudieran emerger voces tildándole de traidor…claro,  desde el punto de vista de los fascistas, que Adolfo hubo e controlar, convencer y desmantelarlo mediante decreto que firmó con decisión.

Martín Villa, primero nuestro azote autonómico, luego nuestro verdugo, sordo de conveniencia para no escuchar al pueblo leonés,  apenas hacía un año nos había cerrado la puerta a la elección de destino autonómico con sus “razones de estado”,  en aquellos momentos del golpe ostentaba la cartera de Administración Territorial.  Estaba, como miembro del gobierno, presente en el Parlamento, y en tanto se tiraba al suelo, como casi todos, en improvisada respuesta a los disparos de los guardias civiles, dicen que exclamó: ¡Vaya, hombre, otra vez Tejero!


Suárez no se echó al suelo, no se dejó intimidar por los disparos, aquellos guardias que disparaban, como institución estaban a sus órdenes,  así se lo lanzó de viva voz a los civiles. En él estuvo representado el orgullo de los españoles.  Rechazo pleno a la involución.

Al igual que todos los españoles, los leoneses, dotados ya de un ligero entrenamiento en los clamores colectivos por su autonomía, salieron a la calle el 27 de febrero a las 7 de la tarde para demostrar en manifestación pública que la democracia había vencido a la regresión. 

No importaba la lluvia amenazante, ni lo  gris de la tarde  en consonancia con el oscuro suceso de los días 23 y 24, cuando entraron en el parlamento unos guardias civiles reclutados en distintos servicios, esgrimiendo la fuerza de las armas  y haciendo llover tiros intimidatorios, queríamos demostrar en la calle, que estábamos tratando de conservar la libertad que en democracia estábamos ganando.

 La climatología no nos podía arredrar,  así lo comentaba Aurelio cuando en el frío atardecer remataba el día,  y empezaba la manifestación a recorrer las calles céntricas en defensa de la Libertad, la Democracia y la Constitución, tal como rezaba la pancarta.

En la plaza de Regla, cerca de la Virgen Blanca situada en el parteluz del pórtico occidental de nuestra Catedral, un doctor leonés, Fernando Salgado, en aquel entonces  director  de la Residencia de la Seguridad Social, bautizada con el mismo nombre: “Virgen Blanca”, finalizada la marcha, se disponía a cerrar el acto leyendo un manifiesto.

Bajo “la pertinaz” lluvia desluciendo el momento, pero tratando de lavar con sus finas gotas culpas ajenas, los asistentes en respetuoso silencio pudieron escuchar su discurso final,  emocionado, sincero y rotundo, dirigido al pueblo, “no como mero espectador, sino como protagonista de su historia que aquí mostraba su deseo de vivir en libertad y en democracia… ”  Los vivas a la Constitución, y a la democracia, contestados por la muchedumbre asistente, con emotiva espontaneidad, era el mejor de los augurios para el ¡viva España! final, lanzado al aire leonés con vigoroso énfasis por los participantes, seguido de aplausos como el mejor  de los colofones. 

19 de marzo de 2014

Predicar el “evangelio” autonómico en las Escuelas leonesas.

El socialista Fernández Cardo y el popular García Prieto, como procuradores autonómicos se han prestado, en la capital leonesa, dentro su papel  político  complaciente con el ente autonómico, a acudir a los Colegios, o puede que sólo al Colegio Público Quevedo, para poner al tanto del Estatuto a los alumnos del 6º de Primaria.

 Hay entre ambos procuradores, además de la diferencia ideológica, un matiz dentro de su personalidad leonesa, cual es: Cardo presume de  leonesismo, y yo así quiero verlo;  pero a tenor de su posicionamiento en el ente, se muestra: “antes socialista que leonesista”. Puede que su congruente posicionamiento dentro del PSOE de León, “no le permita otra cosa”.

A García Prieto, no le he seguido en su trayectoria de popular. Intuyo que en las Cortes autonómicas no está por vocación, más bien por decisión política de quien manda en León, en la Diputación y en el  partido Popular,  y que a él le ha trastocado otros planes.

Para ambos, prestarse a venir a León a cantar las excelencias del Estatuto autonómico es todo un ejercicio de fidelidad a sus partidos, y por lo tanto al ente autonómico, que con tal cosa pretende vigorizarse en el díscolo León. Me refiero en este caso a León como reducto de la región del mismo nombre, que, bien es verdad, en este menester discrepante fue más beligerante  tiempo atrás que en la actualidad.

Y matizo esto último. El leonesismo sociocultural está en la brecha defensiva, día a día. El lonesimo político anda errático, sin que se deba tomar esto como peyorativo, sino como una apreciación personal al verlo dividido, y nunca adelantándose a los acontecimientos autonómicos.  En cuanto a la amplia mayoría, la del "ser leonés" interiorizado,  sigue respondiendo más a lo ideológico que al propio sentimiento identitario, aunque esté amenazado por el ente autonómico.  

Están empeñados en conseguir para la Comunidad, “una”  identidad, y  “grande”, toda vez que en el Estatuto coloreado, iluminado y en letra para escolares, elaborado por los cerebros pensantes del ente, para empezar ya destacan que es la Comunidad más grande de España. La cuestión está en saber si el adjetivo, en extensión territorial cierto, va subliminalmente  colocado, cual un grado de importancia superior, para llevar a  los alumnos hacia un signo de magnificencia.

A esto nos podrían contestar los Maestro.  Y bien que me gustaría conocer su apreciación como docentes leoneses, y la valoración de las respuesta del alumnado. Por cierto los Maestros nunca contestaron mediáticamente a nuestras preguntas, formuladas desde Pro Identidad Leonesa,  allá por los 90, cuando estábamos en trámites con el Procurador del Común, para el tratamiento correcto lingüístico-autonómico en los textos escolares, que nos afectaba de lleno a lo leonés.

A los padres también les pedimos opinión, entre otras cosas,  si aceptaban que siendo ésta una Comunidad mixta, dos regiones, era tolerable que la trataran desde el ente como una sola y así se reflejara en los libros.  No puedo decir de pleno que no contestaron, por que precisamente la A.P.A. del Grupo Escolar Quevedo de entonces,  me pidieron como coordinador de la citada Asociación por la identidad, que les mandara para su Revista un artículo,  corto y conciso, si era posible,  sobre el tema. Cumplí con su deseo, y mi parecer quedó reflejado bajo el título: “Peculiaridad no es sinónimo de Identidad”, año 1996. Eran los tiempos que, desde el ente, "muy generosos", venían en reconocer peculiaridades en León.

Cuentan los medios que ambos políticos en su papel de predicadores del articulado, por materias escueto y entendible para el alumnado, no consiguieron motivar a los educandos, que seguro que lo dicho les sonaba lejano, y más cercano lo que se lee en los periódicos, se oye en los telediarios, o se habla en las casas sobre crisis, vivienda, trabajo etc. Y no prestaron atención o pasaban del tema cuando se les hablaba del Reino de León y la convivencia de dos regiones en la Comunidad.
Puede que en el Colegio, centrados en la materia curricular elaborada por mandato político autonómico, no se muevan ni un ápice de ella, soslayando contar e impartir la verdad leonesa.  Yo si fuera profesor, hablaría de Castilla y de León, correcto cuando se trata de señalar una dualidad.

Señores procuradores Fernández  Cardo y García Prieto,  lo de las dos regiones en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León  para escolares, no aparece de forma fehaciente. Sí remarcan, en singular, “una región formada por nueve provincias”.  Vuelven a insistir en su cerrazón unitaria y unificadora, y así colocan en el título preliminar: Es una “Comunidad Histórica y Cultural. Es decir, que todos los castellanos y leoneses tenemos una historia y una cultura común”. Más incierto imposible. Dos regiones, leonesa una, castellana la otra, no pueden tener una historia, y mucho menos una cultura, común.
Su papel señores procuradores suena a oscurantista, ¡gratuitamente oscurantista!
                            

16 de marzo de 2014

Castellanizando las Casas de León

Castellanizando las Casas de León

     El intento de apagado del fuego sagrado de lo leonés, representado fuera de la Región Leonesa por las Casas Regionales de León, ha sido  una constante, pareja al propuesto borrado de la identidad leonesa desde los albores autonómicos que nos amarraban a una parte de Castilla.


   Con Juan José Lucas presidente del ente 1991/2001, hicieron avances muy serios tendentes a ello, desde la asunción de competencias en 1994, que se sustancian en la propuesta de Reforma estatutaria 1996, y quedan marcados en la de 1999.


   En un artículo titulado: Una vía de agua llamada Lucas, comenté en los 90 la intentona del presidente para la introducción de lo castellano en nuestra Casas leonesas. Decía:


      La Casa de León de Madrid se nos ha antojado siempre como el “buque insignia” de estas Casas, verdaderas parcelas leonesas en la lejanía del terruño…un paso más del Sr. Lucas, presidente autonómico, para la “toma de León”, quien ha ido perdiendo miedo a los leoneses reivindicativos, desde que, no sin sobresaltos y muestras de rechazo popular para él y otros próceres autonomistas, arribaron a León en  el demorado acto del   “discurso institucional del llamado día de la Comunidad”, 24 de abril 1996.

        Es menester recordar que, no ha mucho,  desde el ente autonómico se habló y escribió sobre la negativa política de “sal” a las Casas de León que no pasaran a llamarse castellanoleonesas; aceptaran a los castellanos;  o “adaptaran los estatutos a la normativa vigente...” - según una ley que más adelante citaremos -,  lo que no dejaba de ser un taimado intento de hacer pasar a nuestras Casas por un aro que, posteriormente, y aceptado el cambio de denominación, supondría, cuando menos, favorecer la dinámica acosadora a la personalidad leonesa.
 
El 30 de Mayo de 1986 las Cortes Autonómicas aprobaron una Ley que, desarrollando el artículo 6º del antiguo texto estatutario, iba encaminada a  “fomentar el asociacionismo de los castellano-leoneses”.    Y  “a compartir la vida social y cultural del pueblo castellano-leonés,  (escrito tal como lo he puesto), como vemos todo en beneficio de un supuesto pueblo, invento político.  ¿Recuerdan?  Fue justamente cuando las Casas  de León que se negaban a modificar los estatutos, eran denominadas desde el ente: “aldeanas”. 

Todo parte del  intento inicial, sostenido y persistente de ahormar a castellano y a leoneses, en una nueva “cultura” autonómica – ellos preferirían leer regional -   olvidando lo propio y adoptando otras cosas procedentes de una ficticia fusión,  cual si esto fuera tan sencillo como despojarse de una chaqueta y colocarse otra. Tan sólo les faltó decir que León como provincia, puesto que no reconocen al León regional, no gozaba del derecho de tener Casas representativas.   


El entonces presidente de la Casa de León en Madrid, D. Francisco Cadenas Allende,  lo dejó bien claro “mediáticamente”: “no sé por qué se empeñan en creer que León y Castilla son una misma región, León será siempre León...”

No sabemos si  D. Juan José Lucas, en esta visita y ocasión, llevaba junto a un “pan”, una propuesta de rótulo para que, en la calle del Pez en el primer piso del nº. 6, en el futuro se leyera:  Casa de los “ciudadanos de Castilla y León”; dado que, además, así se adaptaría al cambio estatutario autonómico que suprime el castellano-leonés, ése que no han sido capaces de sostener por falta de legitimidad, y de veracidad para ganarse el sentimiento popular. 

Dúctilmente, reconoció en su discurso, que “la identidad regional actual  –señor Lucas: comunitaria -  está poco madura...”. Las identidades no se crean por ley, es la provechosa lección que han de colegir, por lo tanto, ¿cómo va a llegar a la sazón tal entelequia?

Durante su oratoria sobre la España de las Autonomías, con ribetes doctorales ocasionales, dice el periodista, hubo de reconocer que esta Comunidad surgió de pactos políticos; he ahí una gran verdad, por supuesto motivo de la inmadurez regional aludida. Lo que no dijo es que, popularmente en León, fueron protestados; reivindicando los leoneses, al mismo tiempo, autonomía propia y diferenciada.  Seguidamente, en el hilo discursivo, sonó un cerrojazo, afirmó: “¡el proceso es irreversible!”.  Algo que, ni políticamente ni por ley,  es sostenible.

Para algunos, incluido el autor de la reseña del acto, resultaba sorprendente que tan sólo se viera la bandera de León, y  que, entre el auditorio,  hubiera abundantes “forofos leonesistas”; añadiendo algo más sorprendente aún:  “ predominaban los socios de a pie ”. ¿Qué extraño verdad?  Y desconocemos, aunque tampoco nos importa demasiado, si el público, los de a pie y los forofos, al que se sumaba algún político de León, a modo de séquito,  irrumpió al final en algo más que aplausos de cortesía.

Nos cuentan las crónicas que “salió airoso” del trance, ciertamente un más que corto resultado para esta visita propiciada por el ente autonómico. 
No ha sido mucho el impacto, más bien insuficiente para abrir una vía de agua, y además sobraban “calafateadores” para subsanar el problema.  Quedamos tranquilos.

Este quedar tranquilos lo dije entonces, hoy no me atrevería a repetirlo,  la asfixia de lo leonés, en todos los órdenes, desde el ente, va camino del consummatum. 

12 de marzo de 2014

¡Bravo, Pedro!

Dicho así, sin apellidos, puede intrigar al lector la aparente familiaridad al nombrar al aplaudido. Pero, si añado García Trapiello, además de identificar al columnista de este medio, y su Cornada de lobo de admirable ingenio, pronto le situará como el autor de la obra La Catedral de Cristal, un oratorio profano, a nuestra hermosa Catedral dedicado, y tomará verdadero valor el vitoreo ante tan bello esfuerzo.


La fecha del estreno ya será un hito, 1 de marzo de 2014, pues llevará incorporado, como dato inamovible, el gran éxito de su obra prima: un libreto en verso narrativo tan firme como aguerrido, al que pondría una música sugerente, con gran cuidado, por cierto, el compositor leonés Igor Escudero, a fin de recoger las reminiscencias de los cuatro momentos por el escritor elegidos.

Y así, en un vivo clamor, a toda orquesta, o marcando tiempos en cuerda, metales o percusión que destacaban las fases representativas de la ejecución material de nuestra Catedral, y el momento en el que, el componente humano, ése que venía y se iba según cuenta Trapiello, mas no sin dejar su impronta cultural, Igor Escudero, con sonoridades descriptivas nos supo introducir con maestría. Sin duda merecedor de una no menor aclamación.

Un gran esfuerzo musical bien aprovechado por nuestra Orquesta Sinfónica Odón Alonso, tan poco ayudada por las instituciones, como bien dirigida por Dorel Murgu, quien, en su cometido, también llevó gestualmente y con su ágil batuta al Coro Ángel Barja, que respirando al unísono, por bien estudiada su intervención, nos puso voz al pueblo.

El compositor leonés, Igor Escudero, hizo una buena labor, captó los momentos rimados de Trapiello, dándoles colorido musical;  y voz al pueblo leonés, con brillantez asumido por el Coro Ángel Barja...


y supo exaltar Dorel, también cuando alargaba su musicalidad decreciente, cual un figurativo ¡oh! de admiración popular ante la magna catedral en construcción; o cortar al coro, con rotundo y efectista silencio, cuando el pueblo leonés de la época enmudecía asombrado.

Y aquí, en este momento, pido disculpas si un normal espectador como yo, que a duras penas puede alcanzar la condición de sencillo diletante, se haya metido en la atrevida descripción de lo percibido en el Auditorio. En mi descargo añado que, guiado tan sólo por mi «ser leonés» emocionado.

Más aún cuando, a continuación, y aunque sea con brevedad, hable de las voces líricas, prestigiadas ya, que colaboraron firmemente al éxito. Y que en la obra, entiendo, eran voces significadas del pueblo, surgiendo emergentes para contar angustiadas, o en loor de aquel León, los largos avatares.

Nuestro tenor Ignacio Encinas, que supo acoger generosamente el protagonismo que de él se esperaba, dio en cada momento narrativo el énfasis requerido. En la misma línea Marta Arce, logrando poner lo mejor de su cultivada voz de soprano, dada su gran profesionalidad. El bajo Pedro Baruque y la soprano Conchi Moyano, leonesa de Zamora, colaboraron, sin duda, al éxito general.
Trapiello, con el mejor de los tonos de su grave voz, bien dicente, quiso y supo introducirnos cada tiempo, en el particular acontecimiento a revivir.

El Oratorio dedicado a nuestra Catedral, vista a través de ese cristal fabuloso con el que Pedro G. Trapiello nos invitó a contemplarla, es ya un éxito. Enhorabuena.


2 de marzo de 2014

De la plegaria en piedra, al rutilante canto del cristal histórico

Desde que Pinto Maestro elaborara unos versos para León, en los que dedicaba una parte a la Pulchra Leonina, musicalizados por Odón Alonso para conformar un  Himno a León, con distintas fases: marcha, imperioso, cadencioso y exultante, bajo mi sencilla percepción, nada ha enervado tanto a nuestro “ser leonés”. Sirva lo antedicho a modo de prefacio, sin interés comparativo con lo que sigue, pero unidos por el sutil hilo de lo leonés.

Leer por primera vez que Pedro G. Trapiello iba a estrenar una obra compleja, una ópera que finalizó en oratorio, me sorprendió, pero  pronto, cuando escuché y leí que lo clasificaban como profano, la idea me pareció más acorde con su personalidad leonesa y de escritor, a veces demasiado contundente y expresivo, costumbrista y con expresiones de agudo ingenio de problemático decir.  El texto que elaboró dedicado a la Catedral leonesa, sería el libreto sobre el que trabajaría otro leonés, que yo no había oído citar hasta ese momento, para qué faltar a la verdad, y de ello me acuso.

 Igor Escudero es su nombre, quien compondría la partitura, brillante y sugestiva, se ha dicho, que nuestra Catedral necesitaba, acorde con la letra de Trapiello para que resultara una obra apetecible para que músicos sensibles y voces líricas, pudieran cantar y  contar la historia de la Pulchra desde las piedras de las termas romanas, como basamento firme, hasta el gótico vaporoso que disfrutamos y podemos contemplar interiormente a la luz finamente coloreada de sus hermosos vitrales. 

En el capítulo de voces y música, entran otros, leoneses y leonesas, como nuestro gran tenor Ignacio Encinas, que, según se dijo, supo acoger generosamente el protagonismo que se requería. En la misma línea Marta Arce prometió poner su voz cultivada de soprano, ya prestigiada, en busca del mejor de los resultados. Pedro Baruque, bajo. Y la mezzosoprano Conchi Moyano, leonesa de Zamora. 
El Coro Ángel Barja, por todos los leoneses conocido, junto a la orquesta Ciudad de León, Odón Alonso, con sus respectivos directores, ensayarían apresurados para dar  cumplimiento a todo cuanto de preceptivo tienen este tipo de obras.
El lugar para darla a conocer, al parecer por fallarles el de la propia Catedral, como recinto sonoro para acoger su propio canto,  acudieron al Auditorio Ciudad de León,  perfecto en cuanto a audición y comodidad para todos. La fecha supongo que hubo de adaptarse a cuestiones de agendas y programaciones. Justo el día que las “marzas” leonesas, recuperadas por la Asociación Aguzo, se empezaban a dejar oír.
Así llegó el esperado día del estreno, 1 de Marzo de 2014,  para una Catedral de Cristal, ésa que siempre  hemos visto rutilante en su transparencia, y que hoy los leoneses nos dispusimos a disfrutar en hermosas sonoridades descrita; y a fe que lo conseguimos los que llenamos el Auditorio y pudimos  escuchar absortos el emotivo oratorio.

Los versos de Trapiello de viva voz y de bajo bien dicente desgranados, pusieron en nuestro ánimo antes de cada uno de los cuatro tiempos, la predisposición necesaria para el disfrute sincero de lo que siendo culturalmente leonés, y netamente nuestro, como tal  se debe proyectar al mundo. 
Quede el comentario crítico para plumas autorizadas, yo como leonés debo dejar dicho que engrandeció mi sentimiento la palabra, y templó mi ánimo la música bien construida.   De ahí mi agradecimiento a todos los que con su actuación dieron cuerpo y vida a la idea de Trapiello, que Igor plasmó en partituras para que los músicos de la Orquesta de nuestra Ciudad, más  las grandes voces líricas, ya citadas, contribuyeran al mejor de los logros:  resaltar lo leonés, nunca mejor simbolizado que en nuestra Catedral, magna y eterna.

Nosotros, el pueblo leonés, también participamos, nuestra presencia y aplauso contribuyó a ello como espectadores, pero en la obra teníamos voz, no podía ser de otra manera, Trapiello nos la otorgó,  y el disciplinado  Coro Ángel Barja, nos representó de forma brillante.
Consideración final.  Escuchado el oratorio, y valorado el lujo que ha supuesto para nuestro actual León, vivo, aunque perdido en los entresijos del ente autonómico por imposición política, no me extra que negaran todo tipo de ayuda, a través de la Fundación Siglo autonómica, a una obra tan leonesa que marca otro tempo reivindicativo.  Eso les molesta, y seriamente, pues frena sus apetencias autonómicas uniformadoras.
 La “Catedral de Cristal”  un gran logro, para la proyección de lo leonés en el mundo. Y aquí queda el final  de Trapiello, "¿no éramos todos León?" al que respondo: ¡Sí!, aunque desde Fundaciones autonómicas nos quieran borrar, nuestro empuje cultural e histórico no se lo permite.