27 de mayo de 2012

Muy lejos de la paridad en el Leonés del Año…


Y  algún otro apunte,  de distinto calado, sobre el galardón.

Nuestra etnógrafa, de fuerte compromiso con lo leonés, Concha Casado  es, hasta donde yo conozco, la única representante del “sexo débil” que ha aparecido en una ya larga nómina de Leoneses del Año, varones a quienes Radio León ha distinguido con su galardón. 

Isabel Carrasco, presidenta en la Diputación, una controvertida leonesa en la política local, según dicen los “suyos y los ajenos”; impetuosa y omnipresente “en casi todo” en la vida local y provincial, según se puede leer en los medios, también formó parte del jurado que eligió este año a José Sánchez Carralero. 

Este berciano, licenciado y doctor en Bellas Artes, y de muy acreditada labor docente, acumula también merecimientos artísticos y premios que le avalan como pintor y escultor.













He venido siguiendo con relativa atención la nominación anual de cada personaje, esto es, saber quién, y, a modo de cábala, dilucidar el porqué. Así recuerdo que el año 2.008, precisamente  en el que fue elegido Luis Prada, su paisano de Cacabelos: Sánchez Carralero, actuó como pregonero en Riaño el Día del Turismo de la Comunidad llamada Castilla y León, y según contaron personas de la Montaña Oriental leonesa fue un fallo imposible de asumir por el pueblo, por ser el discurso algo así como ir a nombrar la soga en casa del ahorcado. 
Los seleccionados, dicen los promotores del galardón, son leoneses que han destacado en los doce meses anteriores de cada convocatoria.
Me gustaría conocer si entre los varones leoneses elegidos en ocasiones anteriores, y  que acuden a la cita anual también como miembros deliberantes del jurado, se han planteado alguna vez: ¿Dónde están las leonesas? ¿Acaso los méritos que se nos suponen a nosotros les son negados a ellas?
En una ocasión anterior dejé dicho públicamente: “Se es, o se puede ser, leonés por nacimiento, por residencia asumida o por afinidad, y sin embargo lo leonés, lo de ser leonés, cuando esto significa gozar de todo un sentimiento que inunda el alma y actúa en los interiores como catalizador permanente de los valores del pueblo al que pertenecemos, se queda en  un barniz, a flor de piel, no cala o no es asumido por el actor, entonces pasa solamente a ser de León”. Y hoy añado: todo ello independiente del nivel profesional, o  intelectual del actor, que para nada se pone en duda.
Se eligen personajes de distintos campos del Arte, Cultura, Ciencia y Política, por ejemplo. Se me antoja que, con el rabillo del ojo, mirando la reacción del ente autonómico que “todo lo puede”. Bienvenidos sean al palmarés. Pero, desde mi punto de vista, popular y leonés, les falta a los promotores tomar en consideración otros merecimientos, por ejemplo el de los que, sin hacer gala manifiesta de ello, muestran su leonesidad a cada paso. O  como leonesistas llevan la cultura leonesa, mezcla de historia, costumbres y tracciones, allá donde van; y defenderla, ensalzarla y protegerla es un gesto cotidiano en ellos…

Creo recordar que tan sólo un año, el segundo pudo haber sido, se tuvo en cuenta a un leonés sin demasiado currículum académico, pero que aportaba el mérito de haber impedido la acción dañina por un malhechor armado, cuando él tenía entre sus obligaciones como policía la defensa ciudadana. Merecía la nominación, y se la dieron, pero no he vuelto a leer su nombre. 

Crémer, respecto al galardón, dejó dicho con la precisión que le caracterizaba: “para alcanzar tan preciado título me fue exigido vivir y convivir históricamente en la parte proporcional del Viejo Reino que me correspondiera”. Y figurando ya entre los galardonados,  escribió una frase sorprendente respecto a la “lista”: “entre los personajes y personajillos que fuerzan para imponerse en el área de los distinguidos por sus méritos, no todos resultan asequibles para establecerse en la pizarra de los superiores”.
Como no se publica la lista proforma, ésa que someten a la consideración del jurado, en especial a los ya galardonados y festejados, al “pueblo” en general no le constan los nombre propuestos para cada ocasión, ni los méritos de cada cual, y mucho menos el baremo que manejan los miembros del tribunal para elegir al más idóneo, cuando, convocados por Radio León, se reúnen en el gran  Hostal de San Marcos. 

El tiempo dedicado este año a la elección, sí lo sabemos: hora y media requirió el esfuerzo de aplicar los posibles criterios de cada cual para elevar a uno a la categoría de elegido, actuando como presidente, el político ya desde antes de la transición, el leonés Fernando Suárez.    


La pervivencia del galardón, año tras año, es todo un éxito de voluntad por parte de los patrocinadores.




7 de mayo de 2012

24 de abril recuerdo y reivindicación


Coronar de laurel el 24 de abril

Siempre que he estado en León, capital, y la ocupación laboral me lo ha permitido,  he acudido el día 24 de abril al acto reivindicativo leonesista, que en esta fecha recuerda y revitaliza la postura de los leoneses, quienes,  queriéndose liberar del yugo de las tropas francesa, proclamando rey a Fernando VII, en 1808,  se dispusieron a luchar contra la francesada
El acto de la proclamación Real  no era nuevo entre los leoneses, ni el tremolar de su pendón una representación banal, estaba sujeta a una tradición enmarcada en el mejor de los deseos de seguir haciendo nación. Aquella España que sus antecesores generosamente se habían empeñado en  “reconquistar” durante la etapa medieval, y que en 1808 nuevamente invadida necesitaba de colaboración leonesa para recobrar la libertad. 
La autonomía que nos ha sido impuesta, y contra la que nos hemos venido rebelando sin solución de continuidad pero  en plan decadente en atención al esfuerzo reivindicativo que parece agotarse en sí mismo, está siendo ahora el yugo  que el Estatuto de autonomía de 1983 nos supone,  y del que el leonesismo trata de desprender a León, no sé si tal como se dice en los versos de Miguel Hernández, para romperlo sobre las espaldas de quienes nos quieren anexionados a su territorio; o simplemente, cuando lo que pretendemos es seguir pensando como pueblo, y libres en nuestro propio territorio.
No me resisto en este punto a intercalar unos apuntes. Uno, intranscendente hasta donde lo puedan ser las casualidades, cual lo fue de tener una casa mis padres en la calle denominada 24 de Abril, aquélla que partiendo del paso del túnel, hoy desprovisto del hermoso arbolado y transformado en calle  Covadonga, un hito de la Reconquista, nos llevaba a internarnos en una zona extraña que antaño denominábamos el agujero
La prolongación del paseo citado daría lugar a otra calle en connotación con la efeméride, una nueva vía urbana que sería nominada Luis de Sosa.  La primera circunstancia empujo a mi padre a explicarme la razón del nombre, la fecha y los sucesos que lo provocaron. Fue escueto, esa es la verdad, pero abrió un paréntesis que los años acrecentarían, en especial durante mi militancia en UPL, y la búsqueda personal de la fuente del sentimiento leonesista.
Por ello, llegada la ocasión,  y empujado por mi sentimiento leonesista he participado libre y voluntariamente en algunos encuentros, aunque, por más que hago memoria, no puedo recordar más de tres ocasiones; eso sí, en distintos sitios históricos marcados por las controversias político-leonesistas de cada momento.
La primera en el arco de la cárcel, donde de Francisco auxiliado por el eficaz Toni colocaba en lo más alto de arco peatonal la corona de laurel. Otra en el Corral de San Guisán, allí fue a desembocar la marcha iniciada en Botines; Chamorro, entonces conducente de UPL, allí estaba, y éramos más bien pocos los asistentes, un dato preocupante.
Y la más reciente en Botines/plaza Mayor, lejos de la pancarta que rompía  marcha. En esta ocasión además de a Javier Chamorro pude saludar a Iglesia Carreño y al socialista José María Fernández Cardo.  Y en todas ellas al incansable leonesista Cheva. Por supuesto en cada ocasión, he dado al acto conmemorado más valor,  si cabe, que un alzamiento “militar” de nuestros paisanos de la época. 
Para nada me ha sorprendido ver en la foto de 2012 a Hermenegildo López, ataviado a la antigua usanza y portando una bandera leonesa, un leonesista del que yo siempre he admirado su permanente ejercicio de leonesidad.
Compartiendo lo de la heroicidad de los leoneses de entonces, no puedo menos que preguntarme qué signos hacen colocar tal título a los leoneses de hoy, según he podido leer, acaso por el hecho de no estar conformes con la autonomía y defender esta tierra leonesa. Esto puede ser una pasada, y cuidado con la inercia del frenado.






4 de mayo de 2012

En Villalar, una fiesta que osan calificar de integradora



Otro 23 de Abril.  Durante muchos años dediqué mi modesta pluma a descalificar, en algún medio escrito leonés, mediante un artículo a tono con mi sentimiento leonesista, a descalificar, repito, esta fiesta castellana que pretenden celebremos los leoneses.
Hasta en esto, la elección de lo festivo autonómico, Valladolid ha practicado un centralismo sin concesiones, lo que choca frontalmente con la calificación de fiesta integradora, como se ha permito sin pudor alguno definirla, y no solo este año,  la fuente informativa ICAL. 
La Fundación Villalar, la apisonadora seudocultural de todo lo leonés, a la que no se la escatima dinero, ni ahora en lo peor de la crisis, ha montado en “su campa” unos festejos presupuestados en 137.000 euros.



En la foto, Herrera, y una pareja de  cómicos de ejercicio lúdico, ella con la boca abierta en desmesura,  y la comicidad del  gesto  morado presidencial del pañolito al cuello.  Una zamorana de Benavente, a la sazón presidenta de la Cortes Autonómicas, con diligente compostura se lo había colocado, atado y bien atado.


El color exhibido este año ha sido fundamentalmente el morado.  Así con pañuelo al cuello se ha dejado fotografiar el que se dice presidente de todos: castellanos y leoneses. Sepa señor Herrera que el morado es el tono que empleamos los leoneses en nuestra singular Semana Santa.


Fiesta de unión y concordia, dicen en sus hojas de propaganda de una u otra forma subvencionadas. Lo que no señalan es quiénes son lo unidos. “Dime de lo que presumes que confirmarás así de lo que careces”. Entre castellanos y leoneses nunca ha habido unión, y la concordia que de boquilla anuncian los políticos castellanos y los homónimos tolerantes leoneses con su silencio ratifican, no va más allá de un esfuerzo propagandístico. 



Vaya unión. Los políticos de una y otra mano llevan al cuello su color, se ve en la foto.  La fiesta no siendo de nadie, cuando más de los vecinos de Villalar de Campos, lo grave radica en que, en este término, incluyen a los leoneses.
Ni el texto que habían pactado los políticos y fuerzas sindicales para un Manifiesto conjunto fue respetado. Unos y otros intentaron hacer valer sus intereses partidistas. No nos interesan los términos, no es ni el lugar ni la ocasión para los leoneses, pero viene a abundar en nuestro posicionamiento de lo ficticio de todos los encuentros que en la campa se desarrollan.
La Fundación Villalar, principal valedora de un supuesto regionalismo, en singular,  tiene aquí su fiesta, y como dinero hay para ello, tendrán los del ente  que se lo proporcionan, el más florido ficticio festivo. El color leonés  no estará nunca. El escudo con nuestro león que va incorporado a la bandera que el ente maneja como suya, está ahí por imposición, en la misma medida que nosotros estamos obligados administrativamente por el ente autonómico. Y bajo esos términos no podrá haber nunca una concordia bien entendida y mucho menos practicada. 

1 de mayo de 2012


Cuando el Cabildo de San Isidoro recoge la cera 



Las Cabezadas, entendidas no como doblar la cerviz municipal de los representantes del pueblo, sino, como una marcada reverencia, una exagerada flexión lumbar, cual punto de máximo respeto o acatamiento, en este caso al Cabildo isidoriano. Visto esto desde el desconocimiento del acto por parte de un espectador foráneo, y por lo tanto ignorando su valor tradicional, puede que hasta resulte un punto teatral o si se quiere de exagerado saludo o despedida, ejecutada además hasta tres veces.

 El pueblo, por medio de sus ediles, cumple así su añejo voto, su ofrecimiento sin escatimar la cera: un cirio de arroba y dos hachas;  y la autoridad religiosa lo  toma como obligada entrega. Entre bromas intercalas en el discurso, por aquello de la amenidad, mas la apoyatura histórico-literaria en ambos portavoces,  la secular diatriba se repite con mayor o menor adorno elocuente cada año, cuando ha empezado la Pascua Florida.  


Si en algún momento se ha pensado en condensar la idea de foro con la dispar de oferta,  o tomar como muestra de buena voluntad romper tal diferencia secular, sin duda estaríamos entrando en el desequilibrio entre lo impuesto y lo comprometido popularmente, muy bien conservado esto en lo que sonoramente denominamos acervo. Algo así como la intangible memoria colectiva de un pueblo.  

Los documentos donde se recogen protocolo y compromiso de éste y otros asuntos municipales, dan fe y lo hacen incuestionable; pero el valor de la memoria, la transmisión oral envuelta en las transparentes capas de la nebulosa de los tiempos es donde cobran su verdadera dimensión estos acontecimientos incardinados en las tradiciones.


Dije, en su momento, que en el monumento escultórico erigido en la plaza de San Isidoro, donde está el Abad bien diferenciado y un pretor, por la vestimenta, un supuesto edil,  faltaba la figura de un agricultor de la Sobarriba, si es que en puridad queríamos que estuvieran las imágenes de los tres elementos originarios de los acontecimientos que dieron pie a las Cabezadas.


Algo que hoy repito. Si bien dado que en nuestra ciudad no somos demasiados proclives a la exhibición escultórica de nuestras glorias, o demasiado despreocupados en este menester, hay que darlo por bueno… aunque incompleto.


No faltan en el acto algunos pendones, nuestra gran enseña, y, por supuesto, el Pendón Real portado por un delegado municipal,  él es nuestro mejor signo de dignidad y prestigio, que en su despedida también se inclina exhibiendo con fulgor nuestro escudo del león rampante en el paño de nuestro color diferencial.