14 de octubre de 2019

A las urnas de color púrpura regional leonés

En  noviembre en las urnas se nos abre la posibilidad de empezar a enmendar el error de no  tener voz leonesa en el Senado y Congreso nacionales.

(artículo de opinión publicado en Diario de León 19.10.2019. Edición papel)



Cuestión de oportunidad

Hasta es comprensible  que aún  perdure la euforia de una ensoñación, aunque aislada, que surgió en y tras el grandioso encuentro de leoneses el 4 de mayo de 1984 rebelándonos contra la autonomía que nos imponían.  Una fecha para la memoria histórica  que ha quedado como un recuerdo mezcla de impotencia y desilusión para quienes lo vivimos, quienes lo contemplaron y los que les gustaría reverdecerlo y hasta emularlo. A todas luces ¡Un hito!

Mostrado el camino por el que van a caminar estas letras, me voy a permitir una “paradiña” a fin de dejar claro que, en evitación de dudas interpretativas, al usar la denominación leoneses, los así aludidos son ciudadanos  del ámbito triprovincial leonés, y ello independiente y sin imperativo alguno para la comprensión de los  no se consideren como tales. Como  matiz diferenciador, últimamente con más insistencia clarificadora, vengo usando el término legionenses, para los moradores de Legio (León capital).

Por aquel entonces, teníamos voces en el senado, por ejemplo José Calderón, y en el Congreso, José María Suárez, o Andrés Fernández, socialista,  que hablaban de nosotros los leoneses, defendían nuestra identidad y territorialidad, derecho histórico a autonomía propia, con los fallidos intentos ya conocidos. Así, con ellos, los leoneses  “hablamos”  en foros nacionales, no encerrando más entidad el dato,  que lo aportado por la escueta  nominación.

 A partir de entones, el partidismo se tornó en censura política,  y el vivir personal de los elegidos en las urnas en “autocontrol” para no incomodar al jefe. Salvo alguna intervención senatorial de Morano, muy a última hora, y dentro del ámbito económico que nos concernía, a fuerza de no citarnos, en frase muy atinada de Juan Pedro Aparicio, hemos ido despareciendo, en consideración y reconocimiento añado. Estamos tan afónicos que se duda que aún existamos, tal como vamos pereciendo en el intento político castellano de engullirnos. 

No puedo ni debo seguir sin dejar dicho que, el gran encuentro citado de inicio, sociológicamente encierra mucho más, lo mismos que las motivaciones de los promotores, muy legionense de Morano; muy triprovinciales,  sin añadir matices, que los tiene, de  Iglesias Carreño… por ser las dos vertientes que he contemplado, pues había más dirigentes en liza y sobre todo mucha euforia popular estudiadamente agitada, en verdad espuma luego resaca.

Absorbidos por la centralidad comunitaria del ente que nos impusieron, los leoneses, puede que más bien los legionenses posiblemente por considerarnos como  resguardo o reducto más activo de la región leonesa, estando ya amarrados, a fin de que no se diluyera nuestra “estampa”, con poco convencida voz,  siendo ésta una simbólica honda para enfrentarnos al Goliat (conjunto de políticos que elegíamos y nos trituraban) reclamábamos instituciones autonómicas. Un doloroso mal menor, estudiadamente  atendido por el ente con la ubicación de la sede del Procurador del Común, ¡sin capacidad ejecutiva alguna!, ojo  este dato

Aquí un recuerdo. Ocasionalmente cuando apenas si peinaba canas y las festivas  y domingueras mañanas buscaba la euforia del esfuerzo físico, en una carrera, más bien un largo trotecillo,  pasaba por la que denominábamos carretera de Zamora, y  aún estaba activa  la azucarera Santa Elvira, había casi enfrente de la puerta principal, en un gran paredón medianero de una casa, releía letreros reivindicativos, todo un paradigma leonés en decadencia forzada.  
Como la secuencia “grafiti” permanecía en mi memoria y me quemaba, compuse para la revista “León rompe cadenas” de UPL un cuentecillo: “historia de una pared” en el que ésta contaba su dulce soportar de los pasajeros letreros, casi siempre toscos de ejecutoria pero aclaratorios componentes de un declive: Autonomía País leonés. Autonomía leonesa. León solo. Cortes leonesas. Se añadirían, más tarde, unas siglas que parecían ser una vivificante oportunidad reivindicativa para León: UPL.

Ya no en la pared, pero sí durante el devenir autonómico, al menos legionense, se propuso otro engaño, en letra impresa; a algunos de “nuestros” políticos se les ocurrió, en un a menos perder, o como tapabocas:  “León capital autonómica”,  con el consiguiente nada de nada;  que pronto lo sustituyeron por “León capital económica”. En connotación con esta última, recuérdese que  el ente, “previsor”, pronto se había apresurado para que se llevaran de Legio el Banco de España. ¿Cabía más absurdo?

Dicen que los años aportan experiencia, puede ser cierto casi siempre, pero la fuerza y el vigor para estar en primera línea, en nuestro caso defensiva de lo leonés, unido al impetuoso discurrir del arte de vivir en novedosos avances casi diarios que te sobrepasan, te llevan a la retaguardia en el mejor de los casos.  De modo que para los mayores que lo conocieron, para los no tanto  que lo tuvieron cerca, y los inmersos hoy en la vorágine tecnológica digital, telemática, telefónica etc.  que mi moraleja hasta pueda resbalarles, digo lo que digo a continuación y como cierre propositivo.

El próximo día 10 de noviembre, sin pancartas ni banderas, pero con una papeleta electoral como estandarte, tenemos otra oportunidad para  elegir a quienes en el senado y en el congreso dicen que nos van a representar. Prestemos atención a este dato: Nada de ver interés centralizador triprovincial, es cuestión de aprovechamiento de la mayor afluencia sentimental del “ser leonés.  Esto es perfectamente entendible.  No doy indicaciones, invito a la reflexión,  pero sí me permito decir que veo en la oportunidad UPL, el modo de llevar a una o a ambas instituciones nacionales la voz del pueblo, el leonés. Si se acompaña y practica,  o hay unificación política en la amplitud territorial, excelente, ¡es el camino!

Ni en la autonomía  (si exceptuamos  a UPL), ni en las instituciones nacionales citadas con los partidistas PP y PSOE más los añadidos Cs y Podemos, se nos devuelve el favor del voto que otorgamos con la obligación de alzar la voz personalista leonesa, y mira que hay ocasiones, agravios económicos, sociales e identidad propia que defender o reivindicar, ¡dentro de la letra constitucional! La disciplina de voto anula voluntades, por ello representan su papel, no el nuestro, el popular leonés. ¿Dónde queda el valor de nuestro voto?

¿Qué tal si el 10 de noviembre marcamos el inicio de otro hito?

¡Cuestión de compromiso con lo leonés!   y como dicen ahora:   “ahí lo dejo”.


30 de julio de 2019

Púrpura es, sobre todo, nuestro color


El ofrecimiento me pareció tan interesante como emotivo.  La voz, vía teléfono, era de la alcaldesa de Santa María del Páramo, todo un referente leonesista, y no sólo en su zona de influencia,  pues, el ámbito leonesista goza de su presencia y actuación que los tocados por este sentimiento sabemos apreciar y valorar.  

Ni más ni menos recababa mi parecer sobre la actuación como pregonero de la fiesta patronales en honor a la Virgen de la Guía.




Agradecido, y torpemente balbuceante a la hora de formular mi excusa, me sentí presa de un especial desaliento al hacerle notar mi ausencia temporal de León, distante en kilómetros no en sentimiento. Estoy por Cataluña,  y así se lo señalaba como principal impedimento,  intentando que lo comprendiera y aceptara.

La primera vez que hablé con Alicia Gallego González,  la alcaldesa de Santa María del Páramo, fue en una manifestación en Legio,  la capital de la provincia, a la que muchos veníamos a dar un carácter leonesista. Era Noviembre de 2018, nos acompañaba un buen amigo y leonesista Vicente Vidal. 



Los tres llevábamos la purpurada sobre nuestros hombros, como muy buena parte de los asistentes.  El recuerdo que conservo de tal momento es de coincidencia sentimental leonesista.
  
Alicia Gallego acaba de comenzar su segunda etapa consistorial como alcaldesa, el pueblo, su pueblo paramés, los convecinos la han empujado con el voto decidido y mayoritario  No consiste en alardear de leonesista, serlo y vivirlo no es sacrificio o imposición, es convencimiento y actuación. Y en esto la hemos de enmarcar obligadamente. UPL con su apuesta decidida gana espacio en la política. Como regidora busca, “la participación de los vecinos en la realidad municipal”, son suyas la intención y las palabras,  que estoy plenamente seguro intentará cumplir.

Varías circunstancias se concitan y complementan además, dando lugar a este escrito: El recuerdo del compromiso con lo leonés que compartimos, cobijados por la purpurada  que nos aporta voluntad de ser y sentirnos leoneses, tal como quedó patente en la fotografía, cuya imagen saltó a mi memoria al escuchar su voz, generosa en el ofrecimiento, tal como dije.

Siguieron dos controvertidos recuerdos, dos personajes del lugar: Martín Villa, dada su nefasta actuación para con nosotros todos los leoneses, y la figura generosa, eficaz, didáctica y luchadora por todo lo leonés de Óscar García Prieto, Maestro de leonesistas, recientemente fallecido, impulsor del Instituto Valles de Luna, de interés comarcal, del que también fue director. A don Óscar  como muestra de agradecimiento  ha sabido dedicarle con gran orgullo personal y municipal la Sala de Exposiciones que ya lleva su nombre.





A la bandera leonesa, provincial y regional, como el mejor de los símbolos, iba dedicada esta página que acogería el artículo de opinión: Púrpura es, sobre todo, nuestro color, que me publicó Diario de León, y que invito a leer.   (*)

La bandera de Santa María del Páramo, también ostenta nuestro color, dos franjas rojo púrpura, bastante más que una coincidencia, no podía ser de otra manera. 


(*) Con bandolera pùrpura,¡buena iniciativa!










5 de julio de 2019

La insensatez de quemar recuerdos históricos

Y Legio ardió  en fiestas.  Junio 2019

Desconozco a quién se le ocurrió la peregrina idea de quemar un remedo de edificios con historia,  y junto con ellos, fuera de lo simbólico,  un pasaje histórico de enorme importancia siempre, secuestrado en sus valores durante siglos, mediante artimañas de los que se erigieron en historiadores de lo leonés, y puesto  en valor, no sin esfuerzo, por la UNESCO  en 2013, para que ahora a un edil de mayor o menor rango, o persona de él dependiente no se le ocurriera otra cosa que erigirlo como falla ... y QUEMARLO.



Veamos dos detalles


Con dos canastillas de flores una rubia representante del pueblo llano acude a la llamada del monarca, toda una licencia del artista fallero.  En la otra mano del trono, un personaje, poco leonés dado su cachirulo rojo,  labrantín u hortelano a tenor de su azada al hombro, se dispone a legislar al lado del rey.  El pueblo se está disponiendo junto al clero, siempre entrenado en el mando,  y la nobleza  poderosa  en armas y huestes,  para la elaboración de los Decreta, 1188.  ¡Ahí es nada! 





Un barbudo rey, bien sentado, no asentado en edad histórica,  tiene en ambas manos, para que nada falte, más mecha, documentos, ¿por qué no los Decreta? ... y ya puestos  ¡al fuego también!

                                                        
                                                         Otro símbolo para la hoguera



                                                                                  
Los pendones, nuestras más grandes enseñas,  las del gran reino medieval de León, que el mismo artista quiso colocar  como la última remembranza de ellas a las puertas del Parlamento en Madrid, junto a los leones, aquí  dispuestas para la hoguera.  Los paños arderán con presteza. ¡todo un lujo!




No podía faltar el letrero "León Cuna del Parlamentarismos" había que dar fe de lo que se quemaba. Ante tamaña perspectiva surge una estudiada crítica mía en Diario de León  2/7/2019:


Falla… en qué fallamos los leoneses


¿Se ha pretendido llevar lo leonés a la pira purificadora que reduzca a cenizas la aventura de rememorativa de un pasaje de nuestra historia?  He ahí una pregunta que brotando desde el lugar de los sentimientos puede parecer fruto de la una exacerbada  intransigencia.

Desde que Díaz Villarig, efímero alcalde de León  capital, fruto de un pacto llamado cívico, durante 1987/1988,  mandara colocar algo en la plaza Santo Domingo sobre la fuente central,  con más aspecto de falla que de pila informe de maderas para una fogata festera u “hoguera de San Juan”,  al consistorio legionense parece haberle entrado el gusanillo fallero.

Y este año,  al equipo dirigente reenganchado mediante transitoria apelación judicial por asunto de votos,  echando mano de lo que parecen estar dispuestos hasta de  banalizar: “León Cuna del Parlamentarismo”, encargó a algún artista fallero ejecutar en el polígono de Eras, un conjunto de edificios y símbolos  que nos recuerda tal efeméride  y circunstancias.  Cuando hablo  de “ejecución” muestro implícita doble intencionalidad, pues hemos pasado del olvido forzado de la efeméride hasta intentar reducirla a brasas sanjuaneras.

Si fuera espectador de la pira flamígera, y está muy lejos de mi ánimo serlo, nunca se me ocurriría aplaudir la consunción de los símbolos que contiene, téngase en cuenta el condicional.  Se van a quemar monumentos fáciles de reconocer, que nunca puede estar en nuestro ánimo que desaparezcan. Esto en cuanto a lo estático construido.  Lo dinámico, los pendones, desplegado el “paño” ondulante, son un símbolo identitario leonés, que, en su conjunto, aunados e izados,  representan a un reino. ¿quemarlos,  por qué?

Mención aparte merecen los personajes, colocados a la sombra de la torre de San Isidoro donde el gallo gira observando a los que contemplan la obra.  ¿Qué delito cometieron los representados  para que nosotros como modernos inquisidores los condenemos a la hoguera? El ensayo de parlamentarismo que contribuyeron a estrenar, por supuesto ni estaba próximo a  la herejía ni  su postura era  criticable… ¿entonces, siendo  aplaudible, qué hacen ahí? 
  
En las fallas valencianas la intencionalidad satírica está en la esencia viva, no se pretende quemar valores, sino los acontecimientos y situaciones que siendo objeto de crítica, se censuran, ridiculizan o denuncian, entiendo que con intención de alertar y hasta de revertir.

Yo aquí, en la supuesta “falla”, si algo veo criticable, y con nitidez,  es la extraña lectura que se hace de un acontecimiento histórico.  ¿Qué se intenta satirizar en la falla? ¿Lo monumental, lo histórico? ¿Acaso insinúan que hemos de llevar a fuego, humo y cenizas, lo que la UNESCO nos ha reconocido?  No creo que pretendan, además,  que como acto de cierre se cante el himno a León, pues sólo faltaría.

 No está demás añadir  que las dos figuras representantes del pueblo, la señora con canastillo de flores, es muy dulce, y el labriego con azada al hombro, parece escapado de un nacimiento. El rey, mayor y serio,  tiene en las manos dos pergaminos, de modo que,  puestos a quemar,  ¡empecemos por los documentos! 

Si la afición fallera  se consolidara en León como algo novedoso, y oportuno también para aquí, porqué no, búsquese  lo criticable, y no lo confundamos con lo histórico a difundir.

Veamos la verosímil sátira: La misma torre, el mismo gallo pero doblado su eje para  que pueda contemplar cómo a sus pies, en 1997 hombres de bata blanca, de sesudo aspecto y grandes gafas, entran y salen del Panteón Real, llevando bajo el bazo fémures tibias y húmeros para recomponer su historia, sus dueños o dueñas.   Y... en 2019 aún se espera el resultado!


23 de mayo de 2019

Buscar hasta encontrar, después... ser o no ser leonesista


Un libro donde se funden los recuerdos personales con la búsqueda de algunos de los valores leoneses que dan pie al sentimiento leonesista,  experimentado por el protagonista. 
























Ese es el título de mi último libro. En torno al tema que gira queda anunciado,  no obstante conviene señalar que el intento de búsqueda  ha requerido aportar datos de quien se implica en la indagación.  Viene a ser pues, una biografía parcial de mi otro yo, mi heterónimo, sobre el que he descargado no ya el peso narrativo, que también, sino opiniones, acontecimientos y reivindicaciones.


Mi personaje, Aurelio Soto, indaga, repasa momentos de la niñez y juventud vividas, buscando la fuente de un sentimiento llamado leonesismo. 

Viene este libro a componer una trilogía sentimental leonesista con mis dos anteriores:

La Lenta agonía de la identidad leonesa, el primero. Historia de un pueblo, conformación de una identidad, la intromisión castellana, el daño autonómico, la lucha emprendida en defensa de un pueblo y de su agotamiento identitario. Angustia sin determinismo.  Siempre como revulsivo.

Legio. Érase una vez, segundo libro,  donde en tempo de relato  va desde los orígenes astures de un territorio, a una ciudad amurallada legionaria y romana, que, en el Medievo jugó con éxito a ser sede real, con los consabidos daños bélicos, batallas “reales” y  hasta ser ninguneada.



En éste: En busca de un sentimiento llamado leonesismo,  va mi protagonista desde la introspección personal al compromiso leonés, para ello partió de los recuerdos, de modo especial aquéllos que le pudieron aportar base y fundamento para su “ser leonés”, preludio del sentimiento leonesista.    

Me honro presentando a continuación las tapas del libro, desplegadas para mejor apreciación de la fotografía de Óscar García Bárcena, que generosamente me facilitó. Con ella, tomada en Santa María del Páramo, va el recuerdo a su padre, el maestro de leonesistas:  Óscar García Prieto. Un gran referente del leonesismo. Su opinión siempre bien acogida. Su esfuerzo pedagógico no fue en vano. 





Me he permitido titularla: Dorado contraluz. Y definirla: Una refulgente planta  en un espigar dorado por el sol, en la que veo el sentimiento leonesista buscado.  

En la mesa de presentación acompañándome estarán: José Antonio Martínez Reñones, Editorial Lobo Sapiens. Que procuró una cuidada edición.

Javier Callado Cobo, que prologó el segundo libro, sabrá poner la nota más alta como gran introductor; su punto de vista sobre la obra será efectista, generoso e interesante, sin duda alguna.

Antonio Barreñada, prologuista del primero, por incompatibilidad horaria previa, no estará físicamente en esta ocasión, sí de corazón. Pero leeremos su mensaje... 

Por mi parte como autor, que también asumí en éste el rol de prologuista, brevemente contaré las razones que me han llevado a escribirlo, desgranando apuntes, destacando momentos clave en mi afán leonesista.






1 de mayo de 2019

Los Pasos...pasaron. 2019



Esta página recoge mi escrito de opinión que publicaron en Diario de León, al que he colocado algunas fotografías para complementarlo. Así como la que sigue a esta entradilla, que  corresponde al autor del vídeo que permitió removerme mi memoria, y disfrutar de su arte. Es Francisco Jesús López Berciano




Nos quitamos el capillo:
Con el recuerdo de otros tiempos, unos sencillos apuntes para la intrahistoria  en la mañana de Viernes Santo procesión de Los Pasos 2019.



Vienen a ser estas letras, algo así como poner el  cerrojo al complejo  procesionar semanansantero legionense. Los que salieron de vacaciones  y los que nos quedamos, agotada la larga semana, de una manera u otra nos “quitamos el capillo”, nos volvemos a ver las caras y retomamos costumbres, como esta de participar en el periódico con la mejor de las voluntades. Lo cotidiano también da juego.

En verdad dada mi condición de antiguo papón de acera, de haber querido participar de forma oficial, ejerciendo  de cofrade, hubiera sido éste, el capillo, el adminículo que me hubiera ocultado el rostro. Mi tradicional acompañamiento a las tres más antiguas procesiones, las de los negros, me proporcionaban la satisfacción de encontrar, casi siempre, a las mismas personas,  en el mismo lugar y hora, de modo especial,  al alba en la de los “pasos”.

Verlas partir en Santa Nonia, las dos que de este lugar lo hacían, o la de Minerva, allá por San Martín en el año que la correspondía, era como una norma de obligado cumplimiento que se alargó en el tiempo. Mas, todo es mutable, cuando las personas circundantes en la acera empezaron a ser más extrañas que conocidas, el empuje religioso decreció,  apareciendo en su lugar  el deseo de buscar espectáculo en otros, aquella hermosa costumbre cedió terreno, aunque no pudiera anular a lo tradicional como sentimiento.

Siempre fui crítico con el “baile” de los pasos, no cuando éste es sinónimo de mecido, sino ante la puja saltarina que muy antaño ni se veía ni se la esperaba. La faceta musical también era más sencilla antaño. El aplauso empezó a aparecer parejo con lo saltarín, y me causaba un cierto sobresalto, alteraba la sobriedad leonesa, cuando ésta no  es escueta seriedad, sino que se acomoda más al sentir  tradicional, sin olvidar el fervor, un modo vivir, como el del compromiso cofrade y su significado esfuerzo.

Luego vendrían largas ausencias, y la consiguiente acumulación de años que todo lo condiciona;  la veteranía son recuerdos, y otro modo de vivir aquello que nos apasionó.

Este año 2019, no he visto en la calle ninguna procesión, ni la climatología animaba mucho ni las fuerzas físicas acompañaban, de ahí que la televisión fuera el medio a usar para no perder pleno contacto con nuestras procesiones. Por cierto el número de éstas es impresionante, treinta y …, requieren gran derroche de tiempo y de fuerzas.

Aquella televisión que tuvimos, propia de León, y que lo autonómico modificó nominación y desarrollo, tenía un amplio programa de retransmisiones, que por cierto no usé, por razones obvias unas, y de constancia otras, a excepción de ver el Encuentro en la Plaza Mayor. Por cierto conservo una fotografía de Diario de León, cuando nos colocábamos todos en el centro, no había  gradas ni sillas y aguantábamos a pie firme, para ver el “San Juanín” antaño,  el de Víctor de los Ríos después, frente a la Dolorosa; en la foto, digo,  conseguí encontrarme junto a mi esposa, entre “miles”y no era fácil.












San Juan (Víctor de los Ríos) imagen sobrepuesta al antiguo Hospicio Cuadrillero



Lo moderno se impone, y en  facebook localicé un video, que dado el enfoque que le daba el operador, parecía aficionado no sólo a esta disciplina, grabar y comentar, sino que vivía lo procesional desde la acera.  Precisamente estaba emplazado en Santa Nonia, muy temprano, cuando el juego de luces eléctricas y las naturales del amanecer se confunden,  y todo parece improvisación. Él observaba, tal como yo solía hacer; pero, además de guardar en su memoria lo visto, construía una película, a pie de acera, entre viandantes y papones que se entrecruzaban en sus desplazamientos de apariencia anárquica y no lo eran tanto. Se repetía la sencilla estampa tradicional que añoraba. Cada uno a su puesto, los de la acera y los de la procesión.




                      




         





Al Seise de la Crucifixión, antes de salir, le leían unos versos emotivos... "sueños de niño que empaparán tus pupilas...jamás faltarán a la cita...

Con el audio abierto, se escuchaba el murmullo ambiental, y frases como “hermanos de La Crucifixión” que en perentoria convocatoria llamaba a los braceros. “Al brazo, al hombro”. No puedo repetir todo, pero sí que permaneció firme a la espera de la salida del templo del Nazareno, que la buena iluminación interior permitía ver, y nos enseñaba.  Otra semejanza: era conocido, pues le saludaban, correspondía con agrado sin suspender su tarea, con sencillez; sinceramente me agradaba. A su espalda, donde antes estaba el Hospicio del Obispo Cuadrillero, hoy otro edificio y una carpa me cambiaban el “decorado” memorístico.





                              






"La sombra" de La Crucifixión sobrepuesta al Hospicio Cuadrillero. 

Estuvo en su puesto hasta que todos los pasos ya procesionaban; momento en el que nos comunicó, que se incorporaba a la procesión, justamente con el San Juan, al que iba a seguir; tenía acreditación oficial para ello. Nos mostró vicisitudes del avanzar procesional en calles estrechas, Hospicio, Escurial, revuelta de Carbajalas, y sobre todo el progreso en solitario del paso, eso sí musicalizado hoy, por Juan de Arfe, en el que ante la estreches, en algunos momentos se han de quitar los braceros de los varales exteriores. Todo a pie de calle, todo a pie de acera, tratando de captar con especial énfasis emotivo la intrahistoria del cortejo. Escuchar la voz del seise dando órdenes y el intercambio de frases entre braceros completaban “la novedad”.



Plaza de las Tiendas, Plegarias…, seguía la ruta, llegaba a la proximidad de la Plaza Mayor, cuando el predicador acababa su sermón. 

Nuestro cámara, guía e introductor nos llevó al encuentro del San Juan con La Madre Dolorosa, no sin advertirnos que dada las interferencias, inhidores de señal, supongo, que él ya conocía de otros años, iban a dar cierta borrosidad a las imágenes, como así fue.  Pero yo lo había visto ya.



Prometió más y mejor, si cabe, pero cubierto mi cupo de emotividad ante recuerdos y comparecencias, no lo seguí, pero sí le muestro mi sincero agradecimiento.