23 de mayo de 2019

Buscar hasta encontrar, después... ser o no ser leonesista


Un libro donde se funden los recuerdos personales con la búsqueda de algunos de los valores leoneses que dan pie al sentimiento leonesista,  experimentado por el protagonista. 
























Ese es el título de mi último libro. En torno al tema que gira queda anunciado,  no obstante conviene señalar que el intento de búsqueda  ha requerido aportar datos de quien se implica en la indagación.  Viene a ser pues, una biografía parcial de mi otro yo, mi heterónimo, sobre el que he descargado no ya el peso narrativo, que también, sino opiniones, acontecimientos y reivindicaciones.


Mi personaje, Aurelio Soto, indaga, repasa momentos de la niñez y juventud vividas, buscando la fuente de un sentimiento llamado leonesismo. 

Viene este libro a componer una trilogía sentimental leonesista con mis dos anteriores:

La Lenta agonía de la identidad leonesa, el primero. Historia de un pueblo, conformación de una identidad, la intromisión castellana, el daño autonómico, la lucha emprendida en defensa de un pueblo y de su agotamiento identitario. Angustia sin determinismo.  Siempre como revulsivo.

Legio. Érase una vez, segundo libro,  donde en tempo de relato  va desde los orígenes astures de un territorio, a una ciudad amurallada legionaria y romana, que, en el Medievo jugó con éxito a ser sede real, con los consabidos daños bélicos, batallas “reales” y  hasta ser ninguneada.



En éste: En busca de un sentimiento llamado leonesismo,  va mi protagonista desde la introspección personal al compromiso leonés, para ello partió de los recuerdos, de modo especial aquéllos que le pudieron aportar base y fundamento para su “ser leonés”, preludio del sentimiento leonesista.    

Me honro presentando a continuación las tapas del libro, desplegadas para mejor apreciación de la fotografía de Óscar García Bárcena, que generosamente me facilitó. Con ella, tomada en Santa María del Páramo, va el recuerdo a su padre, el maestro de leonesistas:  Óscar García Prieto. Un gran referente del leonesismo. Su opinión siempre bien acogida. Su esfuerzo pedagógico no fue en vano. 





Me he permitido titularla: Dorado contraluz. Y definirla: Una refulgente planta  en un espigar dorado por el sol, en la que veo el sentimiento leonesista buscado.  

En la mesa de presentación acompañándome estarán: José Antonio Martínez Reñones, Editorial Lobo Sapiens. Que procuró una cuidada edición.

Javier Callado Cobo, que prologó el segundo libro, sabrá poner la nota más alta como gran introductor; su punto de vista sobre la obra será efectista, generoso e interesante, sin duda alguna.

Antonio Barreñada, prologuista del primero, por incompatibilidad horaria previa, no estará físicamente en esta ocasión, sí de corazón. Pero leeremos su mensaje... 

Por mi parte como autor, que también asumí en éste el rol de prologuista, brevemente contaré las razones que me han llevado a escribirlo, desgranando apuntes, destacando momentos clave en mi afán leonesista.






1 de mayo de 2019

Los Pasos...pasaron. 2019



Esta página recoge mi escrito de opinión que publicaron en Diario de León, al que he colocado algunas fotografías para complementarlo. Así como la que sigue a esta entradilla, que  corresponde al autor del vídeo que permitió removerme mi memoria, y disfrutar de su arte. Es Francisco Jesús López Berciano




Nos quitamos el capillo:
Con el recuerdo de otros tiempos, unos sencillos apuntes para la intrahistoria  en la mañana de Viernes Santo procesión de Los Pasos 2019.



Vienen a ser estas letras, algo así como poner el  cerrojo al complejo  procesionar semanansantero legionense. Los que salieron de vacaciones  y los que nos quedamos, agotada la larga semana, de una manera u otra nos “quitamos el capillo”, nos volvemos a ver las caras y retomamos costumbres, como esta de participar en el periódico con la mejor de las voluntades. Lo cotidiano también da juego.

En verdad dada mi condición de antiguo papón de acera, de haber querido participar de forma oficial, ejerciendo  de cofrade, hubiera sido éste, el capillo, el adminículo que me hubiera ocultado el rostro. Mi tradicional acompañamiento a las tres más antiguas procesiones, las de los negros, me proporcionaban la satisfacción de encontrar, casi siempre, a las mismas personas,  en el mismo lugar y hora, de modo especial,  al alba en la de los “pasos”.

Verlas partir en Santa Nonia, las dos que de este lugar lo hacían, o la de Minerva, allá por San Martín en el año que la correspondía, era como una norma de obligado cumplimiento que se alargó en el tiempo. Mas, todo es mutable, cuando las personas circundantes en la acera empezaron a ser más extrañas que conocidas, el empuje religioso decreció,  apareciendo en su lugar  el deseo de buscar espectáculo en otros, aquella hermosa costumbre cedió terreno, aunque no pudiera anular a lo tradicional como sentimiento.

Siempre fui crítico con el “baile” de los pasos, no cuando éste es sinónimo de mecido, sino ante la puja saltarina que muy antaño ni se veía ni se la esperaba. La faceta musical también era más sencilla antaño. El aplauso empezó a aparecer parejo con lo saltarín, y me causaba un cierto sobresalto, alteraba la sobriedad leonesa, cuando ésta no  es escueta seriedad, sino que se acomoda más al sentir  tradicional, sin olvidar el fervor, un modo vivir, como el del compromiso cofrade y su significado esfuerzo.

Luego vendrían largas ausencias, y la consiguiente acumulación de años que todo lo condiciona;  la veteranía son recuerdos, y otro modo de vivir aquello que nos apasionó.

Este año 2019, no he visto en la calle ninguna procesión, ni la climatología animaba mucho ni las fuerzas físicas acompañaban, de ahí que la televisión fuera el medio a usar para no perder pleno contacto con nuestras procesiones. Por cierto el número de éstas es impresionante, treinta y …, requieren gran derroche de tiempo y de fuerzas.

Aquella televisión que tuvimos, propia de León, y que lo autonómico modificó nominación y desarrollo, tenía un amplio programa de retransmisiones, que por cierto no usé, por razones obvias unas, y de constancia otras, a excepción de ver el Encuentro en la Plaza Mayor. Por cierto conservo una fotografía de Diario de León, cuando nos colocábamos todos en el centro, no había  gradas ni sillas y aguantábamos a pie firme, para ver el “San Juanín” antaño,  el de Víctor de los Ríos después, frente a la Dolorosa; en la foto, digo,  conseguí encontrarme junto a mi esposa, entre “miles”y no era fácil.












San Juan (Víctor de los Ríos) imagen sobrepuesta al antiguo Hospicio Cuadrillero



Lo moderno se impone, y en  facebook localicé un video, que dado el enfoque que le daba el operador, parecía aficionado no sólo a esta disciplina, grabar y comentar, sino que vivía lo procesional desde la acera.  Precisamente estaba emplazado en Santa Nonia, muy temprano, cuando el juego de luces eléctricas y las naturales del amanecer se confunden,  y todo parece improvisación. Él observaba, tal como yo solía hacer; pero, además de guardar en su memoria lo visto, construía una película, a pie de acera, entre viandantes y papones que se entrecruzaban en sus desplazamientos de apariencia anárquica y no lo eran tanto. Se repetía la sencilla estampa tradicional que añoraba. Cada uno a su puesto, los de la acera y los de la procesión.




                      




         





Al Seise de la Crucifixión, antes de salir, le leían unos versos emotivos... "sueños de niño que empaparán tus pupilas...jamás faltarán a la cita...

Con el audio abierto, se escuchaba el murmullo ambiental, y frases como “hermanos de La Crucifixión” que en perentoria convocatoria llamaba a los braceros. “Al brazo, al hombro”. No puedo repetir todo, pero sí que permaneció firme a la espera de la salida del templo del Nazareno, que la buena iluminación interior permitía ver, y nos enseñaba.  Otra semejanza: era conocido, pues le saludaban, correspondía con agrado sin suspender su tarea, con sencillez; sinceramente me agradaba. A su espalda, donde antes estaba el Hospicio del Obispo Cuadrillero, hoy otro edificio y una carpa me cambiaban el “decorado” memorístico.





                              






"La sombra" de La Crucifixión sobrepuesta al Hospicio Cuadrillero. 

Estuvo en su puesto hasta que todos los pasos ya procesionaban; momento en el que nos comunicó, que se incorporaba a la procesión, justamente con el San Juan, al que iba a seguir; tenía acreditación oficial para ello. Nos mostró vicisitudes del avanzar procesional en calles estrechas, Hospicio, Escurial, revuelta de Carbajalas, y sobre todo el progreso en solitario del paso, eso sí musicalizado hoy, por Juan de Arfe, en el que ante la estreches, en algunos momentos se han de quitar los braceros de los varales exteriores. Todo a pie de calle, todo a pie de acera, tratando de captar con especial énfasis emotivo la intrahistoria del cortejo. Escuchar la voz del seise dando órdenes y el intercambio de frases entre braceros completaban “la novedad”.



Plaza de las Tiendas, Plegarias…, seguía la ruta, llegaba a la proximidad de la Plaza Mayor, cuando el predicador acababa su sermón. 

Nuestro cámara, guía e introductor nos llevó al encuentro del San Juan con La Madre Dolorosa, no sin advertirnos que dada las interferencias, inhidores de señal, supongo, que él ya conocía de otros años, iban a dar cierta borrosidad a las imágenes, como así fue.  Pero yo lo había visto ya.



Prometió más y mejor, si cabe, pero cubierto mi cupo de emotividad ante recuerdos y comparecencias, no lo seguí, pero sí le muestro mi sincero agradecimiento.