2 de abril de 2018

Se acabó… la Semana Santa 2018


  De modo personal, y llevado por un ansia tradicional leonesa, centrado para la ocasión en la capital provincial, y como uno más de lo legionenses, me gustaba presenciar los desfiles procesionales, cuando las “negras” Cofradías llevaban a cabo sus procesiones.



 Por supuesto no formaba parte de “los atajadores” que describía y presentaba Victoriano Cremer, como aquéllos que llevados de extraña pasión veían la correspondiente procesión en un lugar primero y luego en cuantos más mejor, para ello con paso apresurado por calles libres iban en busca de más y si era posible mejor, en cuanto a emplazamiento. Pero siempre la misma.

 Eran momentos y días de ayunos y abstinencias generalizadas, difíciles de saltar familiarmente. Esa era la verdadera vertiente, la de connotación religiosa, que llevaba a la feligresía a ver y participar con gran respeto en los cortejos procesionales. Presencia física en las aceras, “papón de acera”, como observador de los “pasos”  llevado por un punto de emoción ante el esfuerzo de los hermanos cofrades, nuestros papones, verdadera tradición, meciendo las andas que a retazos iban desgranando el Gran Drama. La Pasión de Jesucristo se narraba en imágenes en las calles.

 El pueblo, cuanto más llano, más trataba de comprender, y con su recogimiento ponía en valor la oración interna, pues generalmente no salía de sus labios.La iglesia católica había sacado de los monasterios las procesiones claustrales a la calle. Los creyentes ayudaban y compartían,  y así vestidos de hábitos negros sencillos, empezaron a soporta a hombros las andas, especies de parihuelas de cierta robustez, con las figuras de la Pasión.

 Hacía bastantes años, muchos, que no veía salir la procesión de los Pasos. De modo que el año 2014, junto a mi nieto, fuimos a Santa Nonia, al alba. Para él la primera vez, para mí era renovar los recuerdos, desde el lamento del metal de la corneta, el marcado tintineo del bronce de la campana manual, y cerrando el ciclo  el  rataplán del destemplado tambor. Era la Ronda, que rompía la marcha. Y durante la noche había alertado a los “hermanitos de Jesús”.

 A las siete y media de la mañana, buena parte de los Pasos estaban ya en disposición de marcha junto al jardín de San Francisco. Antaño esta procesión era más sencilla, en andas, nada de tronos ampulosos, como ahora, bandas musicales y seguro que en número proporcional de cofrades, y la veía literalmente salir, pues así lo hacía, del interior de la iglesia de Santa Nonia.
Pegados al Hospicio, en la acera estábamos los madrugadores leoneses, frente a la puerta, mezclados con lo papones que también esperaban turno.

 Ambos, nieto y abuelo, nos dedicamos a tomar fotografías y cortos vídeos de la marcha procesional. Con este material compuse una “película”, un vídeo que hoy por razones técnicas no puedo ofrecer al lector. Es un recuerdo al derribado Hospicio Cuadrillero, que en estas dos capturas podemos apreciar.





 Cuatro años después, en 2018, y estando en León, no salí a ver ni ésa ni ninguna procesión. El tiempo no animaba. Pero tuve oportunidad, y la aproveché, de ver el "Encuentro" por televisión; una emisora local, antes Televisión de León, andando el tiempo en demasiada connotación con lo autonómico para mi gusto y sufrimiento leonesista, se aprestaba a ofrecérnosla. 

En la Plaza Mayor, se habían instalado gradas y sillas para mejor colocación del público, espectadores, que aplaudirían ostensiblemente ante la puja generosa y musicalizada de los pasos. Forasteros, en gran número, que habían pagado su entrada, (asiento) y se aprestaban a ver y oír, aunque el frío ambiente primaveral, con todos los datos invernales marcados, no animaban demasiado.

Con todo respeto hacia los técnicos, operadores de cámara etc. no tengo más remedio que dejar apuntado que a pesar del anuncio del uso de una cámara cenital como novedad, la retransmisión no resultó mejor que otras de años anteriores. Puede que mis expectativas venidas de lejos, también contribuyeran a cierta decepción. 

El alcalde, entrevistado al final, fue significando que el encuentro cada año era otro, no uno más,  en positivo por supuesto, los pasos también, pero variaban los arreglos florales, el comportamiento de los papones… y, sin recordar el tiempo verbal empleado,  citó el “bailado” de los pasos, un punto de chasco dentro de mi severa y tradicional forma de querer ver y presenciar estas procesiones. Me resultó molesto.       

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