O la sencilla movilización de un recuerdo.
Nos presenta Emilio Gancedo, en Diario de León, con frase florida e ingenio leonés, muy para la ocasión, a un personaje no menos florido: “Ambrosín”.
Nos presenta Emilio Gancedo, en Diario de León, con frase florida e ingenio leonés, muy para la ocasión, a un personaje no menos florido: “Ambrosín”.
Todos reconocemos en
Gancedo a un joven periodista y escritor leonés, muy imbuido en nuestra común cultura
leonesa, que la sabe vivir, reconocer, valorar
y se precia de querer preservarla
junto a todas nuestras cosas
leonesas, ésas que el paso del tiempo, autonómico, amenaza con borrar.
Si bien no es para él mi
atención hoy, no debe el autor tomar por
buena aquella frase que dedicó en su libro: “Trece cuentos extraños” , a un
supuesto unicornio que se lamentaba:
“Hoy apenas nadie me toma en serio” . Muy lejos tal cosa de la realidad para el periodista.
Leyendo su artículo recordé
que al tal “ Ambrosín”, era un perfecto desconocido para mí, hasta que no hace mucho pude verle por vez primera, y le pude fotografiar, en la llegada de la Virgen del Camino a la
Sobarriba, y más concretamente formando
parte del cortejo romero que
condujo a la Señora de la
Sobarriba hasta el Puente Villarente por el Camino de Santiago, precisamente cuando caminaba junto a los pendones del
cortejo, queriendo dejarse ver, aunque sin aspavientos, entre las gentes de la tierra.
No aparecía en tal momento tan exóticamente ataviado como por San Froilán, que tan bien ha descrito Emilio, aunque sí
portaba su extraño y colorido gorro, una especie de gran casquete del que colgaban tiesos tirabuzones de desigual longitud y
parejos colores. El resto de ropa
era, digamos que normal, nada
discordante, y útil para una mañana ligeramente fresca. También atrajo mi atención una gran matraca
de madera de confección casera que portaba, pues,
la verdad, no me parecía que era un instrumento propicio para la ocasión.
El domingo día 29 del
pasado mes, le volví a encontrar en el arranque de las fiestas de San Froilán junto a los pendones en la plaza
de San Marcos, entonces le pregunté si era de la Sobarriba, si bien cuando le
formulaba la pregunta, me di cuenta que ya no sería necesaria su respuesta dado
que en el coloreado gorro llevaba escrito: "La Milla del Páramo".
La verdad del personaje la sé ahora, una vez que hube leído
la aproximación a su vivir con la que
Emilio nos ha obsequiado.
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