La Fundación Villalar, la interesada gestora de nuestras devaluaciones históricas ha organizado una mesas redondas a mayor gloria del ente autonómico y sus dirigentes políticos. A propósito de ello escribí un artículo de opinión, publicado en Diario de León:
""Cuando los
cuatrocientos asistentes como espectadores al acto montado en Villalar de los
Comuneros, una mesa redonda protagonizada al alimón por Martín Villa, el
verdugo autonómico de los leoneses, y Zapatero, colaborador necesario para
nuestro final enclaustrado comunitario, empezaron a aplaudir enfebrecidos,
cualquier espectador por poco atento que a las reacciones estuviera, pronto los
asemejaría a una “clac”, en toda regla.
Para el lector de
estas líneas que hasta este momento desconociera la noticia, o la hubiera leído
con despreocupación, debo decir que no
estoy citando el final, por ello es
oportuno señalar que los 400 que celebraban con desorbitados ademanes y palmas ardientes, lo hacían como respuesta
viva a lo que acababan de escuchar. Hablaba Zapatero de Demetrio Madrid, un
imprevisto primer presidente del ente, según dijo, alegando en su favor y como mérito: “político
de raza castellana que hizo un buen trabajo”. Estando éste sentado en primera
fila, y muy atento, seguro que recogió la lisonja con manifiesto regocijo que
le llevó a olvidar que sus jefes de partido le hicieron abandonar el cargo; las
razones no hacen al caso.
Urge decir algo
sobre lo que encierra el piropo, pues atañe a los dos. A quien lo lanza,
Zapatero, que o desconoce dónde nació Demetrio Madrid o busca la
catellanización de todo lo que se mueve en la comunidad. Cuestión ésta que los leoneses de bien rechazamos de
plano. Y a quien lo recibe, Demetrio Madrid, zamorano de nacimiento, por lo
tanto dentro de la región leonesa, ésa que en el ente tratan de subsumir,
porque abolirla no pueden. Nada que decir si él acepta lo de castellano, pero
por ser Zamora parte de la región leonesa en puridad él es leonés. Podía hacer
dicho el piropeador, castellanoleonés o castellano y leonés, pero no,
directamente castellaniza al Sr. Madrid.
Para seguir situando
las cosas en sus coordenadas justas, es necesario apuntar que el referido acto
se celebró el día 21 de octubre, por la tarde, siendo lícito pensar que con
buen criterio para que, finalizado éste,
y dicho lo dicho, la noche “maquillara” el ruborizado rostro, que unos bien
nacidos leonés, hubieran tenido al finalizar
una reunión montada “a mayor gloria del ente autonómico”.
Rodríguez Zapatero,
dejo dicho en Villalar que se consideraba “muy leonés”, lo que nos lleva a
pensar en aquello de “dime de lo que presumes y te diré de lo que
careces”. Pues a tenor de sus actuaciones, como leonés, me permito situarlo dentro de
los dominios del término fiasco, por ser
este vocablo tan útil como sonoro para la ocasión. Si es que algunos, cándidos
transitorios como yo, esperábamos de
él algo más que palabras.
En función de la sutil diferencia que
encuentro entre ser de León y ser leonés, que expliqué en 1995, dejé
recogido en un escrito
de opinión, en un medio local, y
posteriormente en mi libro: “La lenta
agonía de la Identidad Leonesa”, me permito situarlo hoy como “ de León”, sin
que esto sea propiamente peyorativo, si acaso con un claro y reconocible matiz
a menores.
“He ahí un leonés con carisma que va camino de poder
demostrar sus condiciones de estadista”, dije el domingo 23 de julio del 2000.
Había ido a despedirle al Hostal, mi
relación con él, bueno es decirlo, era tan sólo a propósito de pro Identidad
leonesa, y allí le recordé sus promesas de apoyo. Su respuesta me pareció
tranquilizadora: “estate tranquilo...” “has leído el titular de DARIO DE LEÓN” y me mostró un ejemplar que
su inseparable José Giménez llevaba, donde pude ver el gran titular: “León
estará siempre en mi corazón y en mi cabeza”.
Cuando tuvo en su
mano gran poder, y se acometía la última reforma estatutaria del ente
denominado Castilla y León, lejos de, cuando menos, apuntalar la identidad
leonesa de hecho y en letra dentro del
articulado, pasó del tema sin pudor alguno
Claro, pasado el tiempo se comprende esa dejación, acoplable a
desinterés efectivo y definido de lo leonés, y apoyo a lo castellano.
Y puestos a ello, recordando su pasado
presidencial, no sin cierto resquemor, por lo que pudo ser y no fue, a mayor abundamiento debo decir que el tiempo y las urnas le han colocado ya
en su sitio, ¡fuera!
Fundación Villalar: Un castillo y un león de ridícula estampa, en su bandera. ¡Vaya arte!
Un par de días antes
de la Mesa Redonda, eje central de este escrito, a Zapatero le escuché decir en TV, en “la sexta”: hay que respetar las
identidades, tal como se ha de hacer en
Cataluña, añadió. Y aquí, en la mesa,
queriendo hacer una gracieta, sin sal alguna, para empezar suelta lo de “Casi prefería hablar de Cataluña”.
Ellos, los catalanes,
tienen una identidad propia indudable y él lo reconoce, lo apoya y lo pregona;
¿y los leoneses qué tenemos? Ni personalidad, ni derechos, parece ser, y claro así llega a Villalar y no sólo no tiene un gesto hacia la
identidad leonesa, sino que nos ignora y
para mayor escarnio asegura que “el cauce del río va sedimentando las cosas”. Aludiendo
al ente que nos lleva sojuzgados, de ahí lo del poso. Vamos, más o menos que
los leoneses, despersonalizados y maltrechos, somos los que componemos el lodo, el sedimento de ese río que los políticos han creado. Es
la última ignominia, ¡vaya forma de respetar la identidad de los leoneses!
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