11 de mayo de 2018

Baloncesto Elosúa. Y León...tembló

   Un movido preludio en tempo de relato

            Se despertó sobresaltado, el sillón de orejas  que ante la tele  cobijaba su leve cabezada, le pareció que se había movido; se estaba iniciando la  madrugada del 21 de mayo 1997.

     Efectivamente, no había sido una percepción onírica,  pues de pronto, cuando el reloj  mural marcaba las dos de la madrugada, se repitió el temblor, y, ahora despierto,  pudo perfectamente sentir el retemblar del  suelo, y hasta contemplar el suave vaivén de la lámpara del techo. 

      Pasada la primera impresión, comentó en tono jocoso: “lo de Aranzana no creo que haya sido para tanto”.   Su esposa,  atónita, y hasta dudando  que estuviera en sus cabales , o condicionado por el  susto del seísmo,  le inquirió: “¿De qué hablas?”.   

       Así  tuvo necesidad de contarle la última esperanza truncada:  Hacía pocas horas  que, el probablemente sobrevalorado,  entrenador del Club Baloncesto León,  había cerrado su ciclo leonés a petición propia,  poniendo fin a la zozobra de muchos y buenos aficionados,  que  conservaban aún secretas esperanzas de que reconsiderara su postura.

Creyendo que merecía la pena dedicar a esto último unos recuerdos, bien entrada la tarde del  día siguiente escribió:

 










  ARANZANA  Y  ALGO  MÁS  QUE  UN  CLUB (*)

 Del  Elosua, al S.A.D. Baloncesto  León, hay todo un camino de anhelos,  luchas deportivas y  hasta sentimentales, compartidas y sufridas por un buen número de leoneses, socios y aficionados en general, quienes,  con su presencia física y voces de aliento, empujaban a aquel primerizo y modesto equipo de baloncesto hacia éxitos impensados, casi en exclusiva promovido por el grupo aceitero citado, ¡tan leonés entonces!

   Coincidía, en el tiempo, este surgir deportivo encestador,  con vicisitudes autonómicas vividas y sufridas por los leoneses, en clave reivindicativa;  reflejadas en aquel grito: ¡León sin Castilla es una maravilla!.

     Ese espíritu de rechazo, en cierta manera, se trasladó al Pabellón  -  para algunos  Palacio de los deportes - me refiero a la propuesta, más bien impuesta diríamos mejor,  Comunidad con Castilla.  Allí el flamear de las banderas  leonesas y la sin par colaboración de la Peña el Tambor, siempre estimuladoras,   como si se estuviera poniendo en juego el orgullo de León o de ser leonés,  los aficionados se fundían con las peripecias “canastera” del juego, en un clamor , que ponía alas al quinteto en pista.  Ésta, y no otra,  fue la razón que me empujó a calificar al equipo como “algo más que un club”, al menos en origen.

Curiosamente el joven entrenador  del equipo leonés, a pesar de ser natural de la provincia pucelana, de la Valladolid siempre cuestionada desde León, e indudablemente viceversa, por qué no añadirlo, era estimulado desde las gradas, con el que me permito calificar de calor leonesista. 

Pues bien, Aranzana,  que así se apellidaba el entrenador, como si quisiera hacernos olvidar su procedencia o hubiera un acuerdo tácito entre los espectadores leoneses  para lo mismo,  empezaba a ser profeta en esta rival ciudad leonesa, entre aplausos, éxitos y   sufrimientos. Vocablo éste muy usado por el técnico cuando quería exigir a sus pupilos la entrega a tope, y aguantar la tormenta adversa, cerrando con  el definitivo:  ¡a morir!.

De sus gestos, nunca teatrales,  de sus órdenes, de sus tiempos muertos explicativos de situaciones difíciles y cómo resolverlas,  siempre se esperaba el milagro.  Si bien, por otra parte, tampoco me atrevo a valorar  si era el suyo el mejor hacer en cada ocasión,  entre otras razones por no disponer de referente.  

Lo cierto es que, unos y otros, jugadores, entrenador y aficionados,  iban aprendiendo su rol; el equipo mantenía, casi en progresión, la línea ascendente con el buen hacer sudoroso  de aquéllos, junto a las órdenes de Aranzana y  la  asistencia  popular animadora.  La presencia en el banquillo o en la cancha de algún jugador leonés, y recuerdo de pronto a  Josines, aportaban al equipo una mayor afinidad  con el público.

Aun sin conocer los entresijos del mundo baloncestístico, lo económico/administrativo o el sofisticado mundo de los fichajes especialmente, y sin pretender descubrir nada, me permito opinar que la marcha de Ramón, el gran mánager, serio y profesional,  por circunstancias,  no necesariamente obligatorias de analizar aquí,  pudo haber sido el punto de inflexión en la trayectoria de Aranzana.  Quien,  probablemente, a partir de ese momento empezó a considerar  poner fin a sus tareas en  León, al tiempo que la vena pucelana, lógica y comprensible, le endulzara ese pensamiento, o mejor fomentara la idea Forum. Entonces nuestro equipo se llamaba León Caja España, y el rojo de la equipación se asemejaba al color leonés; atrás quedaba el amarillo orlado de verde aceitunero.

Y dejo así las cosas, en clave de conjetura, sin pensar que sea la mía una visión deformada de los hechos.  Finalizando con una opinión gratuita, pero bien intencionada:   No creo que, Aranzana,  goce en el futuro de la favorable y emocionante acogida, que, por ejemplo, el aplaudido Xavi Fernández tuvo por parte de los agradecidos  aficionados leoneses,  en su primera aparición en esta cancha con el Barcelona;  y ello,  por el ya señalado “handicap”,  dicho con el máximo respeto,  de ser de pucela, máxime si además viene aquí, con el Fórum  Valladolid. 

* escrito y publicado en junio de 1997 

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