Se despertó sobresaltado, el sillón de orejas que ante la tele cobijaba su leve cabezada, le pareció que se había movido; se estaba iniciando la madrugada del 21 de mayo 1997.
Efectivamente, no había sido una percepción onírica, pues de pronto, cuando el reloj mural marcaba las dos de la madrugada, se repitió el temblor, y, ahora despierto, pudo perfectamente sentir el retemblar del suelo, y hasta contemplar el suave vaivén de la lámpara del techo.
Efectivamente, no había sido una percepción onírica, pues de pronto, cuando el reloj mural marcaba las dos de la madrugada, se repitió el temblor, y, ahora despierto, pudo perfectamente sentir el retemblar del suelo, y hasta contemplar el suave vaivén de la lámpara del techo.
Pasada la primera impresión, comentó
en tono jocoso: “lo de Aranzana no creo que haya sido para tanto”. Su esposa,
atónita, y hasta dudando que
estuviera en sus cabales , o condicionado por el susto del seísmo, le inquirió: “¿De qué hablas?”.
Así tuvo necesidad de contarle la última
esperanza truncada: Hacía pocas horas
que, el probablemente sobrevalorado,
entrenador del Club Baloncesto León,
había cerrado su ciclo leonés a petición propia, poniendo fin a la zozobra de muchos y buenos
aficionados, que conservaban aún secretas esperanzas de que
reconsiderara su postura.
Creyendo que merecía la pena dedicar a esto último unos recuerdos, bien entrada la tarde del día siguiente escribió:
Creyendo que merecía la pena dedicar a esto último unos recuerdos, bien entrada la tarde del día siguiente escribió:
ARANZANA Y ALGO MÁS QUE UN CLUB (*)
Del Elosua, al S.A.D. Baloncesto León, hay todo un camino de anhelos, luchas deportivas y hasta sentimentales, compartidas y sufridas por un buen número de leoneses, socios y aficionados en general, quienes, con su presencia física y voces de aliento, empujaban a aquel primerizo y modesto equipo de baloncesto hacia éxitos impensados, casi en exclusiva promovido por el grupo aceitero citado, ¡tan leonés entonces!
Del Elosua, al S.A.D. Baloncesto León, hay todo un camino de anhelos, luchas deportivas y hasta sentimentales, compartidas y sufridas por un buen número de leoneses, socios y aficionados en general, quienes, con su presencia física y voces de aliento, empujaban a aquel primerizo y modesto equipo de baloncesto hacia éxitos impensados, casi en exclusiva promovido por el grupo aceitero citado, ¡tan leonés entonces!
Coincidía,
en el tiempo, este surgir deportivo encestador,
con vicisitudes autonómicas vividas y sufridas por los leoneses, en
clave reivindicativa; reflejadas en
aquel grito: ¡León sin Castilla es una maravilla!.
Ese espíritu de rechazo, en cierta manera, se trasladó al Pabellón - para
algunos Palacio de los deportes - me refiero a la propuesta, más bien impuesta diríamos mejor, Comunidad con Castilla. Allí el flamear de las banderas leonesas y la sin par colaboración de la Peña
el Tambor, siempre estimuladoras, como
si se estuviera poniendo en juego el orgullo de León o de ser leonés, los aficionados se fundían con las peripecias
“canastera” del juego, en un clamor , que ponía alas al quinteto en pista. Ésta, y no otra, fue la razón que me empujó a calificar al
equipo como “algo más que un club”, al menos en origen.
Curiosamente
el joven entrenador del equipo leonés, a pesar de ser natural de la
provincia pucelana, de la Valladolid siempre cuestionada desde León, e
indudablemente viceversa, por qué no añadirlo, era estimulado desde las gradas,
con el que me permito calificar de calor leonesista.
Pues bien, Aranzana, que así se apellidaba el entrenador, como si quisiera hacernos olvidar su procedencia o hubiera un acuerdo tácito entre los espectadores leoneses para lo mismo, empezaba a ser profeta en esta rival ciudad leonesa, entre aplausos, éxitos y sufrimientos. Vocablo éste muy usado por el técnico cuando quería exigir a sus pupilos la entrega a tope, y aguantar la tormenta adversa, cerrando con el definitivo: ¡a morir!.
Pues bien, Aranzana, que así se apellidaba el entrenador, como si quisiera hacernos olvidar su procedencia o hubiera un acuerdo tácito entre los espectadores leoneses para lo mismo, empezaba a ser profeta en esta rival ciudad leonesa, entre aplausos, éxitos y sufrimientos. Vocablo éste muy usado por el técnico cuando quería exigir a sus pupilos la entrega a tope, y aguantar la tormenta adversa, cerrando con el definitivo: ¡a morir!.
De sus gestos, nunca teatrales, de sus órdenes, de sus tiempos muertos
explicativos de situaciones difíciles y cómo resolverlas, siempre se esperaba el milagro. Si bien, por otra parte, tampoco me atrevo a
valorar si era el suyo el mejor hacer en
cada ocasión, entre otras razones por no
disponer de referente.
Lo cierto es
que, unos y otros, jugadores, entrenador y aficionados, iban aprendiendo su rol; el equipo
mantenía, casi en progresión, la línea ascendente con el buen hacer
sudoroso de aquéllos, junto a las órdenes de Aranzana y la asistencia
popular animadora. La presencia
en el banquillo o en la cancha de algún jugador leonés, y recuerdo de pronto
a Josines, aportaban al equipo una mayor
afinidad con el público.
Aun
sin conocer los entresijos del mundo baloncestístico, lo
económico/administrativo o el sofisticado mundo de los fichajes especialmente,
y sin pretender descubrir nada, me permito opinar que la marcha de Ramón, el gran
mánager, serio y profesional, por
circunstancias, no necesariamente
obligatorias de analizar aquí, pudo
haber sido el punto de inflexión en la trayectoria de Aranzana. Quien,
probablemente, a partir de ese momento empezó a considerar poner fin a sus tareas en León, al tiempo que la vena pucelana, lógica
y comprensible, le endulzara ese pensamiento, o mejor fomentara la idea Forum. Entonces nuestro equipo se llamaba León Caja España, y el rojo de la equipación se asemejaba al color leonés; atrás quedaba el amarillo orlado de verde aceitunero.
Y
dejo así las cosas, en clave de conjetura, sin pensar que sea la mía una visión
deformada de los hechos. Finalizando con
una opinión gratuita, pero bien intencionada:
No creo que, Aranzana, goce en el
futuro de la favorable y emocionante acogida, que, por ejemplo, el aplaudido
Xavi Fernández tuvo por parte de los agradecidos aficionados leoneses, en su primera aparición en esta cancha con el
Barcelona; y ello, por el ya señalado “handicap”, dicho con el máximo respeto, de ser de pucela, máxime si además viene
aquí, con el Fórum Valladolid.
* escrito y publicado en junio de 1997
* escrito y publicado en junio de 1997
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