26 de mayo de 2018

Liberación en las urnas



Las manecillas del reloj del tiempo avanzan inexorables. A los leoneses, y con razón, de modo especial nos deben preocupar las autonómicas.

Nadie debe pasar por alto que estamos perdiendo punch socioeconómico regional leonés, tanto en el cómputo triprovincial, como por unidad provincial. Sufrimos una amplia sangría de habitantes y medios, sumidos en el ente autonómico al que nos adscribieron contra la voluntad popular.

En el más importante medio moderno de difusión, si así se puede entender, aludo a internet, los leoneses, todos los que así nos consideramos, vagamos por este medio,  más o menos activos, reforzándonos diariamente con críticas al ente autonómico, proponiendo, o diciendo hay que…   cuando la realidad más pasmosa nos dice que los triprovincialmente leoneses, en gran proporción siguen en un insulso pasar que adormece nuestra personalidad leonesa.

Este atolondramiento nos aboca a dos equívocos. Uno hacia fuera, interpretable como señal de transigencia cuando no de aceptación del estatus autonómico que vivimos con la facción castellana; lo que explotan los dirigentes autonomistas. Y otro, la  propia interiorización de que  el “ser leonés”, a fuer de innato, ahí está a salvo. Esto último, a mi criterio, en el mejor de los supuestos,  pues no faltan quienes ni tienen clara su personalidad leonesa, ni indagan, ni están demasiado proclives a vivir la leonesidad.

Cómo llegar a éstos, los indecisos o los despreocupados, es pregunta clave que vengo formulándome, y he llegado a lanzar en este medio en muchas ocasiones, siempre sin alcanzar un debate con positividad constructiva o indagadora. Nos perdemos,  con  demasiadas variantes,  por las ramas;  o con posturas de firmeza extrema. No faltando la indiferencia, aún más preocupante.

El citado pasar, dejar ir hacia la indiferencia  lo que para la personalidad leonesa supone la superposición castellana, siempre preconizada desde el ente autonómico; que de no cortarlo en las urnas, no tardaremos en ser lo que los autonomistas que nos dirigen se proponen, sumiéndonos  en lo castellano, o castellanoleonés no menos dañino.

Tengo el convencimiento, a tenor de lo expuesto, que los leoneses somos nuestro principal enemigo. No fácil de asumir, pero que, con total naturalidad, hemos de admitir para ir en busca de la reacción subsiguiente. 

 El voto ideologizado, suma de colores o manos,  que mayoritariamente se  deposita en las urnas,  es, de forma aplastante, más numeroso que el colocado en las urnas políticas leonesistas.  Que hay que romper esa inercia votante, es condición indispensable que hemos de asumir. En  cómo revertirla en favor de las opciones  leonesistas, las existentes o alguna nueva, ha de ser prioritario, ¡pero ya!

Movernos políticamente con autoridad en las Cortes autonómicas, con el mayor número de procuradores que nos den firmeza, es paso previo para hacernos valer como Región Leonesa, en convivencia transitoria,  y salir del ente usando los medios constitucionales que nos asisten.  

¿A qué esperamos los leoneses?  ¿Acaso a que se cumpla el más clamoroso de los augurios?  Entrar en otro cuatrienio  de aún mayor decaimiento es un suicidio identitario regional leonés.


* Tema en preparación. Las tres Diputaciones


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