25 de junio de 2014

...Y ejercerá de Reina

Allá por la primavera del 2003 escribí un artículo de opinión, bajo el título ya citado, respecto al noviazgo de Felipe de Borbón que voy a traer a estas páginas; si bien como anticipo coloco ya el final por encerrar una pregunta vigente cuando ya es Rey, y lo es  con todas las bendiciones PP y aceptaciones PSOE:

O, ¿vamos de cara a querer consolidar, novedosa y sencillamente,  una Jefatura de Estado hereditaria? 

Decía entonces:
Cuando en los programas y revistas del corazón,  en la voz o en la letra de sus especiales periodistas, se ha especulado hasta la saciedad con los “sentires” del príncipe y la periodista; me he propuesto traer aquí unas impresiones personales al respecto. 

Naturalmente me refiero a Letizia Ortiz y Felipe de Borbón, así citados, sin protocolo, atendiendo sencillamente a la cortesía y buenas maneras de: las damas primero; ya que éste, al menos para la elección de novia, todo indica que ha tratado de prescindir de la supuesta aura principesca a fin de encontrar un sentimiento amoroso compartido precisamente fuera del ámbito que ha sustentado el mito de la sangre azul.

Se intuye que don Felipe ha jugado sus cartas, y ha estado ejerciendo una estudiada presión en sus progenitores...de cara a contraer matrimonio por pura elección y sin barreras.
A nadie se le ha podido escapar que envolviendo a la actual monarquía recogida en la Constitución, a la familia real española, ha habido un halo de misterio protector de intimidades, y una gran omertá voluntaria entre los profesionales de la información en cualquiera de los medios de difusión, para no indagar más allá de la oficialidad de los datos que de la Casa Real emanaban.


Pero todo ello hasta ahora, pues, el heredero de la corona de España, a la luz de los acontecimientos, tal parece que está realizando su voluntad en tema tan delicado como es la relación amorosa en el común de los mortales. Al desmarcarse del rol previsto a su condición personal, y compromiso monárquico, da un giro inesperado a aquél tácito compromiso de los informadores.


Romper la dinámica de matrimonios inter pares, esto es, boda sin que faltara la sangre real en los cónyuges, de cara a la sucesión dinástica y de privilegios; o cuando menos eligiendo en un peldaño por debajo, en la llamada Nobleza, es una actuación que si duda ha de afectar ad personam por pura lógica, y en la evolución que el monarquismo difícilmente puede soportar sin detrimento para la institución.
  
Es cuando menos curioso, cómo don Felipe que se muestra abiertamente liberal en su derecho para elegir amada en el amplio mundo, hace caso omiso de las cortapisas tradicionales y consustanciales al cargo que de cuna le ha sido otorgado...
Y no lo es menor medida su insinuada intención de “democratizar la sucesión a la corona “, en orden a que deje de ser el primer varón el heredero, para adquirir el derecho a la sucesión el primogénito, aunque sea mujer. Tal vez, en ese vaivén de conveniencias, no  descarte imprimir carácter a su heredero, bautizándole, como lo fue él, con agua del Jordán.

Inocentemente uno se pregunta, de lograr “la democratización”, si es una niña la primera en nacer de su matrimonio con doña Letizia, y ésa futura heredera asciende al trono como reina y contrae matrimonio también con un plebeyo apellidado López, por ejemplo, los hijos serán, ¿López Borbón?. Inquietante para la dinastía borbónica, sospecho. 

Hasta ahí el artículo citado. Añado una consideración final

               Ya en su papel

La esposa de un presidente de república no es presidenta. Pero sí la esposa de un rey,  es reina  – sin prestar atención a la posibilidad morganática -, por lo tanto no era ilógico exigir que ésta procediera de sangre real. Condición que se daba, por ejemplo, en Tatiana de Liechtenstein.  Hay que atenerse a las normas del juego, lo que en román paladino se entiende por: “estar a las duras y a las maduras”. ¿O no? 
¡Si bien, ya hemos visto,  no ha sido así!   Conseguir las prebendas del cargo, pero elegir esposa entre "plebeyas".


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