7 de abril de 2014

Tradición como fe, tradición como rutina



Nuestra Semana Santa leonesa,l tiene reconocido el sello de Interés Turístico Internacional, una coincidencia con la de Medina de Rioseco, que han querido destacar, entre otras cosas, para justificar el haber traído a León, acogida por el Corte Inglés,  una exposición con detalles de ésta.  Lo cual me da pie a otros comentarios.

Interiorizado el sentir religioso de cada cual, los papones leoneses de hoy acuden a los actos procesionales programados, algunos desde la más antañona y arraigada tradición firmemente conservada;  otros,  en la media distancia, y  los más recientes de la última eclosión de Cofradías en los 90, con sus correspondientes cortejos que ya pueden pasar por consolidados. 




Cuando a las tres Cofradía más antiguas, las negras como cariñosamente se las ha venido diciendo,  se sumó otra en el año 45,  se entendió como necesario un equipo que coordinara los esfuerzos procesionales , de ahí la creación  de la Junta Mayor de la Semana Santa Leonesa el año 1947.

 La actuación  de ésta se dejó notar con verdadera efectividad cuando nacieron otras en los años  55, 61 y 62  con sus correspondientes procesiones. Una Institución que a su vez organiza y  tiene sus propios actos y pretende velar por la puridad procesional, a tal fin propone normas y da consejos. El número  actual de Cofradías es de 16.

La austeridad procesional leonesa que había venido siendo la tónica desde los remotos tiempos; en función de los gustos más modernos, cada año va mostrando visos de pérdida de ese rigor en favor de una supuesta exhibición,  o modo de procesionar,   mostrando un estilo, una movilidad de los pasos que busca llamar la atención del público, para que éste, copiando lo que en otros lugares venía ocurriendo,  responda con el aplauso.     Un recurso tan fácil como extraño, que a fuerza de repetirlo, en ausencia de devoción, contagia al espectador.


Teniendo en cuenta que el aplauso,  surge siempre como muestra de alegría, premio, o regocijo ante lo  mostrado, se corresponde muy mal con el rigor, la austeridad y la religiosidad que venía dando sello a las procesiones leonesas.  Máxime cuando, con el precipitado vivir y la introducción de otros supuestos valores, se puede olvidar, incluso por  los propios braceros, que los llamados pasos son girones del Gran Drama portados a hombros. 

Del  caminar respetuoso, cual dulce mecido, marcado antaño tan sólo por el suave “rasear” del calzado de los papones, el golpe de las horquetas  y el más actual  musicalizado avanzar, desde el  punto de vista estético inmejorable, se ha pasado en demasiados casos al “baile”, un sube y baja que se corresponde mal con la pulcritud cofrade leonesa que las procesiones han venido demandando.  Es un dato negativo que parece entroncar con lo mundano, cual espectáculo de habilidad. Lo malo es que el espectador, sin verdadero compromiso religioso o haciendo abstracción de él, reclama eso, espectáculo.  


Las flores en los ampulosos tronos, prestan color y prestancia  para ser fotografiados desde cientos de encuadres. Es un arte, al que nada hay que reprochar, un aliciente para el visitante que lleva captadas las imágenes procesionales. Si bien el coste dinerario de los arreglo florales, de no ser sufragados a escote cofrade,  y aun así, si es pomposo, rechina en todos los sentidos. No se mantiene un estilo decorativo floral, se trata de mejorar cada año, luego, hay que hablar de encarecimiento y de pomposidad. 

En la exposición citada de inicio, por las muestras fotográficas colocadas, en verdad no veo relación con las costumbres leonesas, más allá de lo que significa el Drama del Calvario que llevado a hombros en las calles de hoy se recuerda, no para llóralo, sino parece que más bien para festejarlo a tenor de lo antedicho.   La  Semana Santa, procesional, no puede hacer otra cosa que recoger el drama de la Pasión de Jesucristo, ahí la coincidencia es obvia.


  








Me gustaría que alguien enumerara las peculiaridades (así las citan en plural), y las coincidencias entre ambas, más allá de la imaginería propia de cada lugar,  tendente a mostrar el mismo drama, y el modo de portarlo a hombros en León o en Medina; “dos vecinos en la Pasión” tal como apuntan en los folletos. Olvidan lo provincial leonés, y no digamos lo regional triprovincial leonés de más enjundia; soslayado sin duda por “consejo” del ente autonómico para buscar el fundido de coincidencias castellanoleonesas, con gran ahínco, su verdadera “pasión” y tormento para lo leonés.
                                      









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