Desde que Pinto Maestro elaborara unos versos para
León, en los que dedicaba una parte a la Pulchra Leonina, musicalizados por Odón
Alonso para conformar un Himno a León,
con distintas fases: marcha, imperioso, cadencioso y exultante, bajo mi
sencilla percepción, nada ha enervado tanto a nuestro “ser leonés”. Sirva lo
antedicho a modo de prefacio, sin interés comparativo con lo que
sigue, pero unidos por el sutil hilo de lo leonés.
Leer por primera vez que Pedro G. Trapiello iba a
estrenar una obra compleja, una ópera que finalizó en oratorio, me sorprendió, pero pronto, cuando escuché y leí que lo
clasificaban como profano, la idea me pareció más acorde con su personalidad
leonesa y de escritor, a veces demasiado contundente y expresivo, costumbrista
y con expresiones de agudo ingenio de problemático decir. El texto que elaboró dedicado a la Catedral
leonesa, sería el libreto sobre el que trabajaría otro leonés, que yo no había
oído citar hasta ese momento, para qué faltar a la verdad, y de ello me acuso.
Igor Escudero
es su nombre, quien compondría la partitura, brillante y sugestiva, se ha
dicho, que nuestra Catedral necesitaba, acorde con la letra de Trapiello para
que resultara una obra apetecible para que músicos sensibles y voces líricas, pudieran cantar y contar la historia de la
Pulchra desde las piedras de las termas romanas, como basamento firme, hasta el
gótico vaporoso que disfrutamos y podemos contemplar interiormente a la luz
finamente coloreada de sus hermosos vitrales.
En el capítulo de voces y música, entran otros,
leoneses y leonesas, como nuestro gran tenor Ignacio Encinas, que, según se
dijo, supo acoger generosamente el protagonismo que se requería. En la misma
línea Marta Arce prometió poner su voz cultivada de soprano, ya prestigiada, en
busca del mejor de los resultados. Pedro Baruque, bajo. Y la mezzosoprano
Conchi Moyano, leonesa de Zamora.
El Coro Ángel Barja, por todos los leoneses
conocido, junto a la orquesta Ciudad de León, Odón Alonso, con sus respectivos
directores, ensayarían apresurados para dar
cumplimiento a todo cuanto de preceptivo tienen este tipo de obras.
El lugar para darla a conocer, al parecer por fallarles
el de la propia Catedral, como recinto sonoro para acoger su propio canto, acudieron al Auditorio Ciudad de León, perfecto en cuanto a audición y comodidad para
todos. La fecha supongo que hubo de adaptarse a cuestiones de agendas y
programaciones. Justo el día que las “marzas” leonesas, recuperadas por la
Asociación Aguzo, se empezaban a dejar oír.
Así llegó el esperado día del estreno, 1 de Marzo de 2014, para una Catedral de Cristal, ésa que siempre hemos visto
rutilante en su transparencia, y que hoy los leoneses nos dispusimos a disfrutar
en hermosas sonoridades descrita; y a fe que lo conseguimos los que llenamos el Auditorio y
pudimos escuchar absortos el emotivo
oratorio.
Los versos de Trapiello de viva voz y de bajo bien dicente desgranados, pusieron en nuestro ánimo antes de cada uno de los cuatro tiempos, la predisposición necesaria para el disfrute sincero de lo que siendo culturalmente leonés, y netamente nuestro, como tal se debe proyectar al mundo.
Los versos de Trapiello de viva voz y de bajo bien dicente desgranados, pusieron en nuestro ánimo antes de cada uno de los cuatro tiempos, la predisposición necesaria para el disfrute sincero de lo que siendo culturalmente leonés, y netamente nuestro, como tal se debe proyectar al mundo.
Quede el comentario crítico para plumas autorizadas,
yo como leonés debo dejar dicho que engrandeció mi sentimiento la palabra, y templó mi ánimo la música bien construida. De ahí mi agradecimiento a
todos los que con su actuación dieron cuerpo y vida a la idea de Trapiello, que
Igor plasmó en partituras para que los músicos de la Orquesta de nuestra Ciudad, más las grandes voces líricas, ya citadas,
contribuyeran al mejor de los logros: resaltar lo leonés, nunca mejor
simbolizado que en nuestra Catedral, magna y eterna.
Nosotros, el pueblo leonés, también participamos, nuestra presencia y aplauso contribuyó a ello como espectadores, pero en la obra teníamos voz, no podía ser de otra manera, Trapiello nos la otorgó, y el disciplinado Coro Ángel Barja, nos representó de forma brillante.
Nosotros, el pueblo leonés, también participamos, nuestra presencia y aplauso contribuyó a ello como espectadores, pero en la obra teníamos voz, no podía ser de otra manera, Trapiello nos la otorgó, y el disciplinado Coro Ángel Barja, nos representó de forma brillante.
Consideración final.
Escuchado el oratorio, y valorado el lujo que ha supuesto para nuestro
actual León, vivo, aunque perdido en los entresijos del ente autonómico por
imposición política, no me extra que negaran todo tipo de ayuda, a través de la
Fundación Siglo autonómica, a una obra tan leonesa que marca otro tempo
reivindicativo. Eso les molesta, y seriamente, pues frena sus apetencias autonómicas uniformadoras.
La “Catedral de Cristal” un gran logro, para la proyección de lo leonés
en el mundo. Y aquí queda el final de Trapiello, "¿no éramos todos León?" al que respondo: ¡Sí!, aunque desde Fundaciones autonómicas nos quieran borrar, nuestro empuje cultural e histórico no se lo permite.
Bonita descripción que inspira envidia a los que no pudimos estar
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena a los impulsores de cultura y, sobre todo, la leonesa