25 de diciembre de 2013

Feliz día de Navidad 2013

      Navidad Leonesa

      Cultura o Costumbrismo
        
      Sin duda hubo una cultura leo­nesa. Aqué­lla que im­plicaba a nuestros antepasados en el acontecer cotidiano. Pero, no es menos cierto que ahora seguimos tenién­dola, con las variantes lógicas de esa vida dinámica trepidante, y en consonancia con los tiempos de tinte muy es­pecial los autonómicos forá­neamente absorbentes, que siembran incertidumbre en las conexiones revitalizadoras con nuestro pasado leonés más o me­nos mediato. 

Formando parte de aquella cultura, dentro de su fluir vi­vencial, no todo eran traba­jos, luchas y compromisos serios; es indudable que, por necesarios, estaban también los momentos lúdicos, los fes­tivos, muy ligados a los acon­teceres religiosos, siempre mutables como la condición humana. 

Con carácter fes­tivo religioso, predominando esta última condición, encontramos la Navidad ¡todo un mundo de dulces sensa­ciones! Familiares siempre, que en la actualidad, por aquello de la más fácil in­tercomunicación, se ve adornada y hasta marcada por lo dimanante de otras formas de expresión, de otras culturas. Pero nada se opone a que en rigor digamos que hay una Navidad leonesa. 
El pueblo leonés ha sabido cantar a la Navidad. O tal vez mejor diríamos, ha vivido la Navidad interpretando can­ciones sencillamente populares. En tal menester se ha acompañado de sencillos ins­trumentos, muchos de ellos útiles del ajuar diario, lejanos en el uso, pero hoy tratados de recuperar por grupos fol­clóricos. No en balde la mú­sica y la letra de los cantares navideños fueron, y gracias a ellos siguen siendo, folclore vivo leonés. 

 Relatan y nos evocan sus versos ento­nados con marcada leonesidad, sencillas costumbres de antaño que nos hablan de la fuerza de las tradiciones, con sabor a folclore leonés. Y sa­bido es que, en esta faceta de lo cotidiano, se cuenta y se canta una realidad que se vi­vía. 

Nos han enseñado a cantar nuestros antepasados a ritmo de villancico, en rondas calle­jeras con las paradas perti­nentes, las peticiones del co­nocido como aguinaldo; una costumbre bella y productiva para el solicitante esa de pe­dir propinas dinerarias, sin desdeñar las que eran en especie,  a golpe de sencillas y a veces ingenuas canciones, por más que en otras fueran enormemente di­rectas.  

El árbol navideño, artificial o no, adornado hasta la sa­ciedad según los vaivenes de la moda de cada año, ésa que nos lanza a la compra de las variantes ornamentales, es uno de los más extendidos argumentos globales de la Navidad que sin duda comparte honor, cuando no desbanca al tradicional Belén o Naci­miento, ampliamente difun­dido. 

Y, en cuanto a nosotros, en connotación con lo leonés, el árbol amenazaba con sustituir a una pieza leo­nesa que calificaremos con el mejor de los elogios, como or­namental, musical y literaria, aunque esto último sea dicho en clave menor, que denomi­namos  “ramo”;  cuyas esencias más puras han caminado como expresión y cántico popular, no solamente por Navidad, sino que también para otros acontecimientos festivos, con la lógica variante de cada caso.      

 Genuina expresión popular leonesa 

Podríamos decir que el -ramo- es en lo material, en su modalidad más ampliamente difundida en nuestros lares, un artilugio o soporte de ma­dera consistente en una base horizontal que sustenta un del­gado tronco de madera coro­nado por un triángulo del mismo material que lo com­pleta; en este supuesto tiene el conjunto una cierta reminiscencia esque­mática y figurativa con el ár­bol llamado abeto. Mas, también se adoptan otras formas, como la rectangular...
Pero lo descrito, es simple­mente el esqueleto, pues para que su prestancia  final alcanzara un especial sabor, y cumpliera la misión encomendada, había que dotarlo de ornamentos según el estilo al uso. Los adornos eran privativos de cada lugar, según gustos y remi­niscencias pasadas, pero siem­pre partiendo de elementales materiales como telas, encajes, cordones; sin olvidar los productos pe­recederos como, como frutas, o rosquillas ela­boradas con amor repostero. 





        Mi rincón leonés. Un pequeño ramo de finales del siglo pasado, con alguna variante actual.



Una reflexión final a propósito de la Navidad

Quizá sea la faceta costumbrista humana, la que más aúne a las personas; concatenando ideas, propiciando en cierta manera los entenderes del mundo como si de la tan caca­reada “aldea global” se tratara. Pero cuidado, puede no haber un ver­dadero acercamiento real en­tre los seres humanos, porque los poderosos no están deci­didos a compartir, aunque con el puro entre los dedos y una falsa sonrisa a flor de labios, actuando como Epu­lón, permitan recoger, acaso migajas, de una mesa de variedades y viandas, a los su­fridos Lázaros.

Bienvenidos sean los mejores deseos, aun cuando, y no siempre, sean de corta vigencia...





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