11 de enero de 2014

La Plaza del Grano

El peligro acecha a La Plaza del Grano, al solado de cantos procedentes de nuestros ríos, al pavimento medieval.   Es la última noticia del consistorio municipal, demasiado modernistas o sin sensibilidad hacia los vestigios de nuestro pasado medieval.





En 2002 gracias a la oposición de los vecinos en lucha se consiguió que el Ayuntamiento de aquel momento y "Patrimonio" no autorizaran el derribo de la casa porticada optando por su conservación aun cuando se remodelara el interior, en la esquina más emblemática de la Plaza del Grano que la ha venido dando personalidad junto al pavimento incomodo pero representativo de una época.
  
Tiempo antes, y lo dejé recogido en mi libro "Legio, érase una vez", escribí:


La Plaza del Grano, los soportales y el adobe           

Merced a los buenos oficios del colectivo de vecinos Plaza del Grano, se  consiguió frenar el ímpetu destructor, con trasfondo especulativo, que también había sentenciado la casa porticada de la esquina más emblemática de tan hermosa como histórica plaza de la capital leonesa.

Se temía, y luego se pudo comprobar lo atinado del temor, que al socaire del derribo de unas casas lindantes a la que nos ocupa, “sin querer” sufriera ésta tal gravedad en su añosa estructura que “se hiciera necesario” derribarla

La desprotección parcial de su entorno, las aguas pluviales que la trabajaban dañinamente durante la espera de los acuerdos municipales y  autonómico patrimoniales, en tanto  se  trataba de convencer o más bien entretener a los vecinos antedichos, a lo que había de sumarse  el roncar agitador de las excavadoras en las obras adyacentes, se pretendía que todo ello supusiera el preludio de una muerte deseada.

La presión ciudadana ante el consistorio no decreció, los daños en el inmueble no pasaron a mayores debido a la presión ejercida sobre el constructor, y el acuerdo final alcanzado pasaba por restaurar y consolidar la casa porticada, con más de cien años de historia ante sí, usando materiales recuperados e idóneos para ello.
            
A tenor de lo que se dijo y  se trató de hacer,  con relación a esa casa, tal parece que había quienes pretendían olvidar que el adobe fue un elemento de vital importancia en nuestras edificaciones de antaño.  Su materia prima básica, la arcilla, el barro arcilloso, más la paja que actuaba como congruente debidamente moldeado en piezas rectangulares, bien oreadas y  llamadas adobes, fueron el “ladrillo” de la época.

Junto a tan primitivo, pero agradecido elemento que aislaba tanto del calor como del frío, la robusta y fiable madera de roble, y de muy especial manera el humilde pero generoso chopo leonés, fueron  los componentes constructivos que se manejaron.

Y ahí permanece, viendo pasar el tiempo, esquivando las acometidas, al menos exteriores, de la modernidad civilizadora. 


                                        Óleo.  Pedro G. Beristain, 1996

Su porte, su historia, su belleza elemental, perdura gracias a quienes desde su vecindad, cotidiano vivir, y su comprensión,  se propusieron, contra viento y marea, que en forma de “Patrimonio”, Ayuntamiento y especulación constructiva,  no se hiciera llegar su hora.

Y está enhiesta, a pesar de su corta estatura, cobijadora de ensueños en el soportal de su inocencia antañona. Resguardo, amparo y sencilla diafanidad en su porticado aspecto que no emboza ni oculta, cuando más protege,  en una plaza que es la suya, o porque ella con su  donaire participa en la conformación del entorno del empedrado suelo del recinto que fue, no hace demasiado tiempo, lugar de transacciones entre agricultores y consumidores leoneses.

En esta Plaza del Grano, tiene significativa importancia la iglesia de Ntra. Sra. del Camino, La Antigua del Mercado, si bien su puerta principal no se abre a ella. Está en la calle Herreros, que fue camino de peregrinos hacia Santiago. Camino de los Francos. Su torre del siglo XVII, cuando las pocas casas del entorno estaban a su sombra, suponía un hito, un faro para el caminante romero.    
            De esta iglesia, de planta basilical de tres naves, parte puntual en su cita anual, cada Viernes de Dolores, la procesión tan esperada por el pueblo leonés,  al que siempre le ha gustado  acompañar con cirios encendidos, o llanamente ver, en recogido procesionar, a tan querida imagen de la Madre Dolorosa,  que marca un arranque tradicional en los desfiles procesionales de la Pasión. 


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