22 de mayo de 2013

Recordando nuestra Caja de Ahorros y Monte de Piedad

Ayer se publicó en Diario de León este artículo mio de opinión :


Bajo la máscara de Ceiss, la añoranza

La nostalgia a caballo de un devenir indeseado, se muestra así con minúsculas, quitando importancia, minimizando, despersonalizando a la que fue nuestra Caja de Ahorros  de León, para escribir hoy algo sobre el futuro incierto de la que también era Monte de Piedad. Esta faceta última la daba la condición que sus creadores y el pueblo de León pretendieron imprimirla desde sus comienzos, nada menos que de Servicio Público. O si se prefiere de servicio al público leonés, que es aún más acorde con los postulados iniciales allá por el 1900.  

Para su afianzamiento como tal Caja, necesitó ayuda, y mucha, no solo la de los impositores, imprescindible a todas luces, sino de instituciones leonesas, de patronos bien fundamentados, para luego complementarlo con algo destacable: una limpia y eficaz ejecutoria no abusiva; con la sencillez de querer ayudar a quien estaba en mal momento, y a todos con la obra social que pronto empezó a dimanar de ella. Revertía en los leoneses el fruto de sus salvaguardados ahorros.

El escudo de León, el león rampante presidía sus documentos, encabezaba sus rotulaciones, se tenía a orgullo mostrarlo como símbolo de un pueblo. A medida que sus consejos de administración se fueron modificando y ampliando para dar cobijo a otras gentes, y la labor mercantilista empezó a flotar en el espíritu de la entidad leonesa,  fruto de los tiempos nuevos, los de llenar la faltriquera cuanto antes, y lo más posible, se empezaría en la Caja a marcar otras rutas.
Cuando la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León, pasó a denominarse Caja León no perdiendo el nombre ni el símbolo del león rampante, aun cuando sí parte de su espíritu fundacional, no podíamos sospechar los leoneses que nuestra Caja, porque era de los leoneses y con dinero leonés, estaba entrando en una fase en la que empezaba a mutar a los impositores, en tanto elevaba un supuesto vuelo comercial en el que, éstos, pasaban a ser clientes. Tampoco nos sorprendió demasiado el nombre, porque Caja Madrid, marcaba el paso y hasta parecía “graciosa” la nominación: Cajaleón.

 En la etapa de la transición hacia la democracia, los partidos políticos leoneses vieron en la Caja un trampolín hacia el poder provincial. Afianzarse en ella para controlarla parecía una meta fácil de conseguir. Y llegó el momento clave autonómico, León quedó aprisionado en un ente que el pueblo no había elegido, pero sí los políticos como Martín Villa que, paulatinamente y por partidos,  fueron acariciando la idea de acoplarse a los puestos que se generaban. Así se lo propusieron y así lograron una y otra cosa.

 Un toro cuernimocho que entraba al “engaño con facilidad”, sería el que viniera a sustituir a nuestro león cuando la Caja, nuestra Caja, decidió instalarse, también por “insinuación” política, en Valladolid, en el centro del poder;  momento en el  que la silueta del León rampante fue apartada por el citado astado elaborado con cuatro bien trazadas líneas, pasando a  tomar la institución un nombre aséptico: Caja España.  Todo porque Caja León no sonaba bien a los autonomistas castellanos,  absortos en sus planes neutralizadores de todo lo leonés. “Nuestros políticos”, no mostraron ni un ápice de pundonor: el puesto y el partido mandaban.

En el centro del poder autonómico se pensaba en fusiones para conseguir una Caja potente para la Comunidad  que se estaban inventando. Ahí los políticos fracasaron parcialmente, pero la fusión por imperativo coyuntural de Caja España  y Caja Duero (Salamanca y Soria) nos afectó directamente,  y en ella convenientemente instalados los representantes políticos encontrarían sillones de privilegio remunerado.  Al parecer “todo político sabe de todo”. Pasaron a controlarla políticamente  los autonomistas, aquéllos que, acompañados por muchos de los “nuestros”, siguen buscando hundirnos en la nada identitaria a los leoneses.

Y el propio pueblo leonés, política y socialmente involucrado en estos avatares, va perdiendo su capacidad de oposición a una y otra cosa, marcando una tolerancia que hasta podía tomar, en una gran mayoría, un grado de resignación preocupante.

Las fusionadas Cajas, emprendiendo un camino disparatado durante la “bonanza” económica y constructiva, con préstamos improcedentes, en tanto al cliente impositor, el de siempre,  se le empezó a cobrar hasta por respirar. Y lo que resultó ser aún peor, les empujaron hacia las  “preferentes” y “subordinadas”. Todo un engaño que se está poniendo de manifiesto.  ¡No tenían mejor modo de mostrarnos  “su agradecimiento”! Eso es sangrante. Y los “directores” se van “de rositas”.

Ceiss, es el nombre del banco que finalmente se vieron abocados a formar. Hay que empezar a olvidar lo de Caja, sus connotaciones ahora son otras, las de un banco, además controlado o  supervisado por el Banco de España. O vendida al mejor postor, si falla finalmente la fusión con Unicaja, una entidad sana o saneada. Puestos al descubierto los pecados de la que fue nuestra Caja, ahora con el antifaz Ceiss que la enmascara, resulta que nadie es responsable de los activos tóxicos que la corroen; y empezará a deshacerse de las “toxinas” en un llamado Banco malo, en el que encontramos sentado como consejero a un antiguo conocido, a nuestro verdugo autonómico, Martín Villa, quien al parecer vale para todo. Tanto en la dictadura, como en la democracia.   



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