Sin poder confirmarlo,
pero creyendo en ello, por qué no, a Flaviano, (una figura importante en
nuestros aluches) tal como he oído contar, durante una etapa de trasvase a la
actividad deportiva de lucha libre, más bien de exhibición, participó en veladas
importantes en Vistalalegre.
Sobre aquel
coso, hoy pabellón multifunción, PODEMOS iba a celebrar un encuentro de
importancia vital, de momento para ellos,
al que denominaron “Vistalegre II. ¿León tenía voz?, porque lo nuestro,
fuera de los aluches, es ir de perdedores, nos falta iniciativa, empuje, y cuando
tratamos de reaccionar ya no han llevado al huerto
.
En la distancia,
me parecía una reunión formulada a modo de Congreso, usual en otros partidos, en
la que en cierta manera participé, aunque no fuera más que por aquello de querer
estar vivo como ciudadano, ése que busca empoderarse según promesas de PODEMOS.
¿Vana ilusión?
Resultaba un
acto muy mediático del que todos pudimos ver imágenes generales, panorámicas, y
con detalle otras de particular
importancia. Sin voz opinante, pero sí con sonido ambiente, voz popular y de
los dirigentes principales, todo en conjunto, puede que por semántica tan sólo,
me trajo a la memoria lo de los conjuntos
en matemáticas que hube de “estudiar,” años ha, por imperativo auxiliar a mi
hijo.
Vistalegre II
acabó con el resultado por todos conocido, el triunfo del proyecto de Pablo
Iglesias, personalmente muy aclamado. Pero, ¡atención!, mucho más cuando escenificaba un fuerte brazo
con Íñigo Errejón, el aspirante que perdió algo más que “a los puntos”.
Aprovechando
este simil pugilístico añadiré que, el vencido,
no levantó el brazo victorioso de Pablo. En su rostro, en ocasiones
lívido por la presión y el estupor de su distancia perdedora, nos mostraba
cuánto le incomodaba el resultado. Pero si algo más transmitía su joven imagen,
era que, además de fajador, apuntaba
maneras de buen encajador; mantener careto impávido es un arte, la inalterabilidad requiere tablas.
La confrontación
Pablo / Íñigo, o viceversa, al menos en días anteriores y en los prolegómenos,
si llegó a tener visos de ser “de poder a poder”, en principio hasta podía
parecer plausible, pues ambos, por su cargo,
gozaban de él en la formación; pero la fuerza, o el peso del “aparato”
del partido estaba del lado del líder principal, señor Iglesias. Dato que no es novedad en la vida política de los
partidos.
En los
“tendidos”, los asistentes, ya desde
primera hora, coreaban entre palmas bien acompasadas: ¡unión!, ¡unión!...
También los dirigentes. Y aquí me surge una duda, ¿tal solicitud era voceada por pura convicción de los asistente
inscritos, fruto de la cómplice transversalidad tan anunciada?, o ¿los
eslóganes a corear estaban estudiados
por los jóvenes profesores dirigentes?
Esto es: ¿Hubo o no dirigismo al
respecto? Porque una respuesta afirmativa a esto último rompería la carga de
expectativa emocional que contagiaba.
El público,
ellos y ellas como les gusta decir en la formación, de entrada todos morados por el color de
PODEMOS, venían a ser los elementos componentes del conjunto. El gran aro simbólico de la formación, surgiendo
del reminiscente redondel de pasadas
glorias taurinas, (Vista Alegre)
englobaba a cuantas personas asistían como miembros de Podemos, llegando
a componer el CONJUNTO, uniforme, por ser personas, y finito, por
cuanto podían ser contadas.
El esfuerzo para ello no era óbice.
Mas, dentro del
gran círculo, había al menos tres subconjuntos,
los que aplaudían a Iglesias, los que coreaban Errejón y los más
diferenciados anticapitalistas de Urbán. Ya tenemos así la composición
matemática asimilable.
Por supuesto
todo era más complejo, más allá de las personas movilizadoras y con capacidad
de liderazgo, subyacían las propuestas organizativas, políticas, éticas… que
por haber fallado el consenso para una puesta en común, cada grupo discrepante defendió
las suyas; algo que no llegó a ser el choque de trenes congresual que algunos
vaticinaban. No fue así, y creo que no por cuestión tan sólo de saber guardar
las formas, que también, quiero creer
que nadie estaba dispuesto a que fallara la democracia interna, ¿o me equivoco?,
sin olvidar “la galería”.
La apreciación, o toque para mi vocación de
leonés inamovible, estuvo en la contemplación del abrazo que Pablo Fernández,
de León, propinó a Pablo Iglesias, ya triunfador. Quienes me han leído saben que siempre consideré a Fernández nada
proclive a lo leonés diferenciado, sin positividad leonesa, y además ahora por su
posicionamiento autonómico, ése que precisamente le otorga cierto grado de
fuerza especulativa, y un grado de reconocimiento dentro de la formación, más
ausente.
Observe el
lector que le he colocado como “de León,
pudiendo haberle citado como leonés. Pero no lo puedo encajar como tal. En las
páginas 51/52 de mi libro “La Lenta Agonía de la Identidad Leonesa”, he dejado escrito un sencillo matiz
diferenciador de ambos supuestos, aplicable a muchos, por supuesto.
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