Un
viaje hacia la nada
A
través de lo leído, lo que sigue, más
que una pequeña crónica, es, con el grado de opinión, un divertimento para desahogo y denuncia ante
la amenaza que cada día se agranda más hacia lo leonés partiendo de los
entresijos de la Fundación Villalar.
La
presidenta de ésta, bueno es decirlo,
atropelladamente, como huida, escamoteando su presencia en la calle, siguiendo
una ruta bien estudiada, algo que pude presenciar, pudo entrar en la sala
esquivando a los animosos leoneses, que, contra viento y marea, y nunca dicho con más
precisión, dada la climatología adversa,
con banderas leonesas y lemas de dignidad regional leonesa coreados, rechazaban
de plano el desembarco “fundacional”.
La gran aventura de viajar
Si hubiera estado en la mesa redonda del enlace, donde sé que no era mi lugar, por
grande, pero sobre todo por mi rechazo a la Fundación Villalar, no me hubiera
opuesto a un vuelo tan alto como se nos muestra. Vuelo en miras y en
distancia que abandona el suelo leonés, omitiendo
nuestra primera obligación: conocer y dar a conocer lo propio, y luego
llevar en la mochila nuestro mejor
bagaje leonés allá donde vayamos. Lo
malo es que estamos dejando que ésta nos la contaminen con el amancebamiento de
lo castellanoleonés.
Lo
leonés en poco más de dos puntualizaciones que veremos, y que debió ser el leitmotiv aunque no entrara
en los presupuestos de la Fundación, para estar vivo y activo, apenas si asomó al escenario.
El
editor y escritor Joaquín Alegre, puso el punto de mira en autores como Luis Mateo Díez, Julio Llamazares,
Alfonso García, aunque no centrado de
pleno en cuestiones leonesas, dando preferencia a “visiones viajeras”. Lo netamente leonés, cuasi silente, quedó apabullado por los “altos vuelos” viajeros,
pues así convenía a los planes de la Fundación autonómica que patrocinaba el
Congreso con dinero de todos, incluso el de los leoneses que padecemos el
ninguneo institucional.
Un dato positivo. Todavía hay autores leoneses, con
prestigio y personalidad que no quieren entrar en el juego autonómico creativo
de una forzada personalidad castellanoleonesa que nos destruye como pueblo
diferenciado a los leoneses.
Debo citar aquí con todo merecimiento a Julio
Llamazares, que se negó a acudir a un encuentro tan postizo como inconveniente.
Loado sea su coherente proceder.
También es justo liberar a quienes
laboralmente cumplían su cometido.
No he
podido leer que J.P. Aparicio hablara claramente de nuestro León, con un ápice
de la garra que antaño solía poner en la defensa de lo leonés.
“El problema de León es que somos invisibles para nosotros mismos”, dejó dicho. Choca escucharlo, pues, los leoneses, hemos viajado de generación en generación con nuestra
propia identidad, toda una aventura defensiva ante el poder castellano, que no
ha merecido un mínimo respeto por la
Fundación Villalar. Una institución autonómica organizadora del Congreso, aquí
y ahora, más por incordio que otra cosa,
que se niega a admitir nuestra identidad
diferenciada; y quienes tienen
capacidad y hasta “obligación” de hacerlo,
para corregir desviaciones, se avienen, en una tolerancia inadmisible.
La
invisibilidad de los leoneses, que ha señalado como un peligro, y grande, es algo, añadió, “que tenemos que arreglar como paso previo”. No
sé para qué.
Querrá decir que no nos
vemos, que no nos reconocemos como pueblo, y ahí puede tener razón, y debemos
acudir a aquello de “heridas, capturas, pugnas etc.”, por él escritas, hablando de una identidad que estamos permitiendo
que nos borren, nos anulen; he ahí la
clave del error político de León y de los prohombres que lejos de asesorar,
ayudar y acompañar al pueblo, lo
abandonan siguiendo el juego de otros que tratan de amancebarnos.
No nos engañemos. Comprar voluntades es lo
suyo, lo de la Fundación Villalar. Y en tanto haya quien siga mostrándose
propicio a su juego estaremos entregándonos en cuerpo a sus manejos o
participando en su dañino juego; aunque el espíritu, el de lo leonés, creamos
que somos dueños de él, lo cierto es que cada día nos lo secuestran un poco más.
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