14 de octubre de 2016

No pude ir a Zamora, a Valladolid ni me lo plantearía

                                                                                                                                                                   Digamos prontamente que aludo a ir con la bandera leonesa en mano o sobre los hombros en plan festivo. Mucho menos portando un Pendón Leonés, (así con mayúsculas) enseña de una región que fue reino, y no porque mis fuerzas y falta de destreza me lo impidieran, que también, sino porque allí donde  el ente autonómico, bien dirigido, ha centralizado todo el poder autonómico, “nada se me ha perdido”.
Es, la entrecomillada,  una frase hecha, que queda bien para cerrar el párrafo, pero incierta, toda una equivocación, lo reconozco  y rectifico. 


Pues, conciudadano regional leonés, ¿parece poco perder la Identidad Leonesa?(así con mayúsculas).   Ésa que nos  tratan de borrar autonómicamente. Toda una ignominia  que no podemos  ocultar yendo al forzado foro autonómico, en plan lúdico y mucho menos como expresión cultural diferenciada que institucionalmente no reconocen,  y todo por especial empeño de nuestro regidor municipal capitalino,  señor Silván,  plenamente identificado con el ente autonómico.

 De modo reivindicativo cambia el plan, el planteamiento y la decisión; pero de modo festivo con nuestras más altas enseñas, chirría en las neuronas  no solo en las de  los comprometidos leoneses, pues suena tan insólito ir a Valladolid en plan gracioso, que alteraría los ánimos hasta en los más retraídos  leoneses. De forma reivindicativa, con la bandera leonesa  arropando la marcha, todo sería distinto, como en Zamora.

El hermanamiento cabe, cuando hay afinidad de sentimiento. Y como en el centro del poder autonómico ni lo hay, ni actúan con diligencia para establecerlo, y sí prolifera un malintencionado intento de imponer la unificación, una identidad caomunitaria mediante tan costosas campañas como controvertidos programas de adoctrinamiento, lo lógico es el rechazo que nos suscita.

Sólo esto último, el negativo comportamiento,  de por sí,  es bastante más que un freno.




A Zamora, donde se reivindicaba el reconocimiento de la región heredera del Reino de León, inmersa por designio político en un ente que no la reconoce, trata de borrarla, la disfraza en los textos escolares y en palabra política no existe, ¡claro que hubiera ido!, pero uno se propone y los años disponen.

Quede claro que nada tengo contra lo regional castellano, sí contra lo autonómico absorbente castellano, que no son sus gentes, sino sus políticos con el aval de los nuestros, que se dicen leoneses.

Se anuncia que irán treinta pendones leoneses, en este caso con minúscula,  a Valladolid. Mi interpretación va con la idea de que es un programa orquestado, a petición de Silván, por   Salguero, a la sazón Delegado del gobierno autonómico, bien controlado en su desarrollo por los poderes de la Junta, con ribetes de dominio y sumisión.

Piense el lector, e imagine la escena: Presenciando la comitiva obsérvese al eterno sonriente Silván, poniendo su mejor rictus, influenciado por la idea de que su decisión estará sirviendo para doblegar un poco más a los leoneses. Otra sonrisa, ésta de porcelana, que se corresponde a la señora presidenta de las Cortes y de la Fundación Villalar, en cuya rebotica se elabora una identidad comunitaria inimaginable desde la imposición. Y al alcalde socialista, anfitrión,  que ha sustituido al ínclito señor León de la Riva, que está llevando a su ciudad un desfile tan vistoso en colorido y destreza, como lúdico para el espectador, quien seriamente puede que no observe trasunto alguno,  inmerso como está en el desajuste partidista.

Las grandes enseñas,  treinta unidades nos dicen, con su paño localista, tal vez diríamos mejor concejil para ser más leonés si cabe, al unirse en comitiva,  y sin perder cada una su personal emotividad de aldea o concejo, están representando a una región, heredera de un reino, al que los dirigentes o creadores autonómicos nunca han respetado. Es pues lógico no estar a su disposición, cuando tras una careta festera se oculta la satisfacción de controlar y hasta de sojuzgar un poco más al pueblo que representan;  en esta ocasión, mediante los coloridos paños leoneses, ondeando en el centro del poder autonómico.

De modo que no estaré entre los “200 leoneses”, ésos que  las crónicas anuncian asistirán a un acto calificado como “emotivo y singular”: Rara cosa cuando la leonesidad triprovincial leonesa territorial y sentimental no se respeta allí donde van a acudir.

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