7 de junio de 2015

Las tradiciones no están para romperlas señor Obispo

Desde el encuentro de la Virgen del Camino con sus hijos de la Sobarriba, el año pasado, tengo un enorme resquemor por la rotura de una grandísima tradición y la falta de sensibilidad que Su Ilustrísima, con o sin equipo directivo,  asumió negando a esos fieles el bien ganado privilegio de  quinientos años, de portar a hombros desde el Santuario hasta la Tierra sobarribana.

La Madre Dolorosa del Camino por vez primera, llegó a la Sobarriba, pero en un furgón. Siempre lo hicieron a hombros y hasta la capital, sin conseguir, in situ, la bendición en las tierras sobarribanas, de la Madre a la que siempre han acudido  con plegarias y su Voto.


Se rompía  así un protocolo establecido y una Tradición con mayúscula.  ¡Ah! que la imagen que trajeron en un furgón era la Peregrina, una copia sin baldaquino de la que está en el Santuario, ¡pues doble ruptura!...e incomprensión, señor Obispo. 

En las tradiciones, hermanas mayores de las costumbre populares, de las que se nutren, transmitidas generacionalmente, no es posible intervenir ni tan siquiera para modificarlas en determinada dirección,  sin incurrir en falta de sensibilidad por desconocimiento de lo común, hacia los sentires del pueblo y de sus genuinas expresiones.
 
Al Pueblo Leonés, son éstas, las expresiones tradicionales las que le mantiene vivo. Nada tiene que ver con su Ilustrísima lo que voy a añadir, ¿o sí ?, pero llevamos encima los leoneses desde el primer momento de la Transición política y social el peso agobiante autonómico de la despersonalización. De ahí que, todo aquello que rompa con lo que siempre hemos vivido como leoneses, entendido como propio e intocable, la tozuda intervención foránea, el propio descuido, y los “imponderables” como éste que comentamos inciden negativamente.

Cabe mayor expresión de religiosidad, más o menos contenida pero espontánea, que la de los gremios, cofradías, parroquias,  etc, sacando  sus “santos”,  que, ornándolos,  siempre llevan el valor de lo sentimental y popular, para acompañar al Santísimo, centro indiscutible de la procesión del Corpus, y siempre para el cristiano, sin robarle ningún protagonismo.  ¿De ser así por qué determinar dejarlos en sus casas?


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