10 de noviembre de 2012

Riaño vive en la memoria colectiva de un pueblo


Nuestra modesta aportación al luctuoso 25 aniversario 


¿Un pasado que no tiene futuro…?” Nunca debemos perdernos en el horizonte infinito de lo que vendrá,  sin llevar en nuestra memoria, intención y recuerdo aquello que fue. Y aún más si lo que fue se destruyó de forma tan insensible como insensata. En este caso Riaño, más los ocho pueblos y  los valles que el agua anegó por imperativo político.

Hace 25 años, en la primavera de 1987, acompañando a mi esposa e hija, digamos en plan familiar, nos propusimos hacer un último viaje hacia los valles que se iban a inundar,  y  a los pueblos que  además de ser anegados también sufrirían la destrucción previa de sus casas. 


De tal modo queríamos dejar constancia de lo que siendo presente, y  bajo  amenaza cierta de un futuro de destrucción, que nuestro empeño era intentar gravar un vídeo de lo máximo que pudiéramos recoger en imágenes,  y en el menor tiempo posible; bueno,  del que disponíamos: un sábado.

Sin experiencia alguna entonces, y provistos de una cámara Beta, grande de tamaño, que un buen amigo nos prestó, y no demasiado fácil de manejar por manos desentrenadas, acometimos la tarea propuesta.  

Si ahora tuviéramos que explicar lo conseguido, diríamos que se trata de un vídeo, demasiado casero para nuestra mejor intención, pero muy emotivo, sufrido y vivido casi in extremis, pues, como hemos dicho en alguna ocasión, aunque fuera hipotéticamente sentíamos a nuestra espalda el rebufar de las máquinas destructoras de haciendas, recuerdos y sentimientos.


Empleando algunos recursos de la moderna tecnología hemos conseguido mejorarlo, no tanto como fuera deseable, pero digno,  que hasta nos planteamos darlo a conocer, como  modesta contribución nuestra a los recuerdos, temiendo que pueda refrescar sufrimientos, no deseados,  en los damnificados.


Dotado de una música adecuada, pensamos; y la voz que, en distintos pasajes,  todos en familia  hemos puesto,  lo hemos titulado: 

Riaño, una muerte anunciada…       


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