Coronar de laurel el 24 de abril
Siempre que he estado en León, capital, y
la ocupación laboral me lo ha permitido, he acudido el día 24 de abril al acto
reivindicativo leonesista, que en esta fecha recuerda y revitaliza la postura
de los leoneses, quienes, queriéndose
liberar del yugo de las tropas francesa, proclamando rey a Fernando VII, en
1808, se dispusieron a luchar contra la
francesada
El acto de la proclamación Real no era nuevo entre los leoneses, ni el
tremolar de su pendón una representación banal, estaba sujeta a una tradición
enmarcada en el mejor de los deseos de seguir haciendo nación. Aquella España
que sus antecesores generosamente se habían empeñado en “reconquistar” durante la etapa medieval, y que
en 1808 nuevamente invadida necesitaba de colaboración leonesa para recobrar la
libertad.
La autonomía que nos ha sido impuesta, y
contra la que nos hemos venido rebelando sin solución de continuidad pero en plan decadente en atención al esfuerzo
reivindicativo que parece agotarse en sí mismo, está siendo ahora el yugo que el Estatuto de autonomía de 1983 nos
supone, y del que el leonesismo trata de
desprender a León, no sé si tal como se dice en los versos de Miguel Hernández,
para romperlo sobre las espaldas de
quienes nos quieren anexionados a su territorio; o simplemente, cuando lo que
pretendemos es seguir pensando como pueblo, y libres en nuestro propio
territorio.
No me resisto en este punto a intercalar
unos apuntes. Uno, intranscendente hasta donde lo puedan ser las casualidades,
cual lo fue de tener una casa mis padres en la calle denominada 24 de Abril,
aquélla que partiendo del paso del túnel,
hoy desprovisto del hermoso arbolado y transformado en calle Covadonga, un hito de la Reconquista, nos
llevaba a internarnos en una zona extraña que antaño denominábamos el agujero.
La prolongación del paseo citado daría
lugar a otra calle en connotación con la efeméride, una nueva vía urbana que sería
nominada Luis de Sosa. La primera
circunstancia empujo a mi padre a explicarme la razón del nombre, la fecha y
los sucesos que lo provocaron. Fue escueto, esa es la verdad, pero abrió un
paréntesis que los años acrecentarían, en especial durante mi militancia en UPL,
y la búsqueda personal de la fuente del sentimiento leonesista.
Por ello, llegada la ocasión, y empujado por mi sentimiento leonesista he
participado libre y voluntariamente en algunos encuentros, aunque, por más que
hago memoria, no puedo recordar más de tres ocasiones; eso sí, en distintos
sitios históricos marcados por las controversias político-leonesistas de cada
momento.
La primera en el arco de la cárcel, donde
de Francisco auxiliado por el eficaz Toni colocaba en lo más alto de arco
peatonal la corona de laurel. Otra en el Corral de San Guisán, allí fue a
desembocar la marcha iniciada en Botines; Chamorro, entonces conducente de UPL,
allí estaba, y éramos más bien pocos los asistentes, un dato preocupante.
Y la más reciente en Botines/plaza Mayor,
lejos de la pancarta que rompía marcha.
En esta ocasión además de a Javier Chamorro pude saludar a Iglesia Carreño y al
socialista José María Fernández Cardo. Y
en todas ellas al incansable leonesista Cheva. Por supuesto en cada ocasión, he
dado al acto conmemorado más valor, si
cabe, que un alzamiento “militar” de nuestros paisanos de la época.
Para nada me ha sorprendido ver en la foto
de 2012 a Hermenegildo López, ataviado a la antigua usanza y portando una
bandera leonesa, un leonesista del que yo siempre he admirado su permanente
ejercicio de leonesidad.
Compartiendo lo de la heroicidad de los
leoneses de entonces, no puedo menos que preguntarme qué signos hacen colocar tal
título a los leoneses de hoy, según he podido leer, acaso por el hecho de no
estar conformes con la autonomía y defender esta tierra leonesa. Esto puede ser
una pasada, y cuidado con la inercia del frenado.
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