3 de noviembre de 2016

La llamaban "vía rápida", echando la vista atrás

             En un medio de León dejé dicho:


         En la que fue “Gran Vía” leonesa, en Ordoño II, hoy adoquinada y con tan grandes como insulsas jardineras, el sábado día 25 de abril de 1998 pude ver y escuchar a un grupito de leoneses de Villaobispo de las Regueras, manifestando públicamente su disconformidad con el inapropiado tratamiento dado a los cruces viarios, al mismo nivel, en la “vía rápida” llamada Ronda Este.  Esos cruces tan peligrosos como desfasados en el tiempo y las circunstancias viarias, demuestran bien a las claras la inexactitud de aquel calificativo dado en función de la agilidad del tráfico que con ella se podía conseguir.

        Tenemos lo que nos merecemos. Nuestra abulia, nuestro “pasar”, como ahora se llama a la cómoda postura de hacer, aparentemente, caso omiso de lo que nos rodea, especialmente si ello requiere esfuerzo y presencia física, nos empuja a dejar “enfriar” las cosas, o a esperar  que otros lo hagan.  Lo que no sé muy bien es, si esto nos lo han contagiado nuestros políticos, como no falta quien lo afirme,  y no descabelladamente si tenemos en cuenta su aceptar y callar  partidista, o es a fuer de sentirnos defraudados en las modernas reivindicaciones leonesas. Solidarizarnos con alguien o con alguna idea, no es una de nuestras más espontáneas virtudes.

      El corto número de reclamantes aludido, corrobora, bastante atinadamente, lo último apuntado,  pues, la Ronda Este no es cuestión tan sólo de las  gentes de Villaobispo, lo es de todos los leoneses.  Ese cruce fatal que se cuestiona, supone un atentado a la inteligencia colectiva leonesa,  para saber discernir lo que era medianamente aceptable tiempo atrás y ahora es improcedente y en desuso.  Pero no es éste sólo, hay otros “puntos negros”, como el cruce para Puente Castro, en el Portillo; tratado de solventar posteriormente  con la irreverente solución de intentar meter el tráfico por un puente de servidumbre de fincas, tan estrecho como las calles del barrio.  

El nudo de cruces ante Continente y el Polígono 10, “resuelto” semafóricamente  mediante toda una sinfonía en rojo y verde. O el cruce de Oteruelo, tan protestado, son otros ejemplos claros de  despropósito aceptados.  Y nos afecta a todos, pero que más da,  que reclamen otros.  Parece como si la gran manifestación, la de “León sin Castilla”, en el 84, se hubiera llevado todas nuestras energías reivindicativas ciudadanas, agotando, al propio tiempo, nuestro don solidario.

A pesar de tener prisa, ese sábado citado, me detuve al lado de los reclamantes un cierto tiempo, menos del que el acto merecía, y de ello me acuso. Los niños asistentes, proporcionalmente en buen número, influenciados, tal vez, por lo visto en las películas, daban la nota de disconforme algarabía, auxiliados por un artilugio con bocinas que trompeteaban llamativamente. Menos es nada.  Supe que en el corte de la Ronda, primera fase del acto que nos ocupa,  hubo mayor afluencia de personal.

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