26 de mayo de 2016

La Junta reconoce ya la Casa de León en Madrid

Se dice, que tomada esta decisión,  la de reconocer La Casa de León en Madrid, sin necesidad de transformación alguna estatutaria de la Casa, tal como la ampliación hacia lo castellanoleonés que pretendían desde el ente, la solución adoptada favorece a ambas partes. Veamos.  A nuestra Casa, sencillamente se la adjudicará la subvención preceptiva, no es dádiva,  es de justicia distributiva del dinero presupuestario de TODOS.   Quien puede beneficiarse en cuanto a  propaganda, vendiéndolo como unión castellanoleonesa, es el ente autonómico al rebufo del ambiente cultural que irradia la Casa.   Se impone la vigilante diferenciación, sin menoscabo para nadie. Pero lo Leonés es Leonés.






Os invito a leer el artículo que sigue, que me publicaron por los noventa:

   UNA VÍA DE AGUA LLAMADA LUCAS


La Casa de León de Madrid se nos ha antojado siempre como el “buque insignia” de estas Casas, verdaderas parcelas leonesas en la lejanía del terruño, al que, cuanto más añoran más defienden,  los leoneses que las integran.   Hemos colocado la similitud antedicha, porque a ese centro de reunión ubicado en la capital de España, precisamente por esa circunstancia, bien pudiéramos  atribuirle esa condición; dicho sea, y entendido, con el máximo respeto para los leoneses que componen las emplazadas en otras poblaciones, no importa el rango de éstas, en las que, con su presencia física y anímica, contribuyen a mantener el fuego sagrado de lo leonés.



La singladura iniciada por el presidente autonómico, Sr. Lucas, en aquélla; investido del cargo institucional citado, podía haber dejado insinuada una vía de agua, en el hasta ahora impermeable casco de roble leonés de nuestra Casa en Madrid.

Cuando días atrás leíamos la noticia de esa visita, que no por anunciada dejaba de ser sorprendente, para pronunciar un discurso o charla, creo que sin título en origen; de inmediato la encuadramos, en un paso más del Sr. Lucas para la “toma de León”, quien ha ido perdiendo miedo a los leoneses reivindicativos, desde que, no sin sobresaltos y muestras de rechazo popular para él y otros próceres autonomistas, arribaron a León en  el demorado acto del   “discurso institucional del llamado día de la Comunidad”.  A partir de entonces, sus políticos, los de aquí y de su partido, se sienten cada vez más halagados por saber  traerlo a nuestra capital para que nos vayamos enterando quién les manda y quién nos gobierna.

El comportamiento de éstos, entre obediente y zalamero, es más hiriente para los leoneses que les han elegido, y se supone han de defender, que la del castellano Sr. Lucas que, hábilmente y sabiendo donde le aprieta el zapato autonómico, desde hace tiempo y al menos aquí, viene cuidadosamente nominando a los ciudadanos de esta Comunidad, perfectamente calificada de mixta por Juan Pedro Aparicio, como castellanos y leoneses, olvidando el amancebador  castellanoleonés,  incluso antes que aparecieran disociados en letra impresa, en la propuesta de reforma estatutaria.

Volviendo al tema, es menester recordar que, no ha mucho,  desde el ente autónomo, se habló y escribió sobre la negativa política de “sal” a las Casas de León que no pasaran a llamarse castellanoleonesas, aceptaran a los castellanos o “adaptaran los estatutos a la normativa vigente...” - según una ley que más adelante citaremos -,  lo que no dejaba de ser un taimado intento de hacer pasar a nuestras Casas por un aro que, posteriormente, y aceptado el cambio de denominación, supondría, cuando menos, favorecer la dinámica acosadora a la personalidad leonesa. 

El 30 de Mayo de 1.986 las Cortes Autonómicas aprobaron una Ley que, desarrollando el artículo 6º del antiguo texto estatutario, iba encaminada a  “fomentar el asociacionismo de los castellano-leoneses”.    Y  “a compartir la vida social y cultural del pueblo castellano-leonés,  como vemos todo en beneficio de un supuesto pueblo, invento político.  ¿Recuerdan?. Fue justamente cuando las Casas  de León que se negaban a modificar los estatutos las denominaron desde el ente: “aldeanas”.  Todo parte del  intento inicial, sostenido y persistente de ahormar a castellano y a leoneses, en una nueva “cultura” autonómica – ellos preferirían leer regional -   olvidando lo propio y adoptando otras cosas procedentes de una ficticia fusión,  cual si esto fuera tan sencillo como despojarse de una chaqueta y colocarse otra. Tan sólo les faltó decir que León como provincia, puesto que no reconocen al León regional, no gozaba del derecho de tener Casas representativas.  El entonces presidente de la Casa de León en Madrid, D. Francisco Cadenas Allende,  lo dejó bien claro “mediáticamente”: “no sé por qué se empeñan en creer que León y Castilla son una misma región, León será siempre León...”

No sabemos si  D. Juan José Lucas, en esta visita y ocasión, llevaba junto a un “pan”, una propuesta de rótulo para que, en la calle del Pez en el primer piso del nº. 6, en el futuro se leyera:  Casa de los “ciudadanos de Castilla y León”; dado que, además, así se adaptaría al cambio estatutario autonómico que suprime el castellano-leonés, ése que no han sido capaces de sostener por falta de legitimidad, y de veracidad para ganarse el sentimiento popular. 

Dúctilmente, reconoció en su discurso, que “la identidad regional actual”  – perdón señor Lucas, comunitaria -  “está poco madura...”. Las identidades no se crean por ley, es la provechosa lección que han de colegir, por lo tanto, ¿cómo va a llegar a la sazón tal entelequia?.  Durante su oratoria sobre la España de las Autonomías, con ribetes doctorales ocasionales, dice el periodista, hubo de reconocer que esta Comunidad surgió de pactos políticos; he ahí una gran verdad, por supuesto motivo de la inmadurez regional aludida. Lo que no dijo es que, popularmente en León, fueron protestados; reivindicando los leoneses, al mismo tiempo, autonomía propia y diferenciada.  Seguidamente, en el hilo discursivo, sonó un cerrojazo, afirmó: “¡el proceso es irreversible!”.  Algo que, ni políticamente ni por ley,  es sostenible.

Para algunos, incluido el autor de la reseña del acto, resultaba sorprendente que tan sólo se viera la bandera de León, y  que, entre el auditorio,  hubiera abundantes “forofos leonesistas”; añadiendo algo más sorprendente aún:  “ predominaban los socios de a pie ”. ¿Qué extraño verdad?.  Y desconocemos, aunque tampoco nos importa demasiado, si el público, los de a pie y los forofos, al que se sumaba algún político de León, a modo de séquito,  irrumpió al final en algo más que aplausos de cortesía.

Nos cuentan las crónicas que “salió airoso” del trance, ciertamente un más que corto resultado para esta visita propiciada por el ente autónomo. 

No ha sido mucho el impacto, más bien insuficiente para abrir una vía de agua, y además sobraban “calafateadores” para subsanar el problema.  Quedamos tranquilos.
                       

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