"A través del cristal, la lluvia!" Así me permití titular la fotografía que podemos ver cobijada en el relato. Fue conseguida muy oportunamente por Merche Sánchez, y publicada en Facebok; sinceramente me impactó, dándome pie
para culminar un relato que quiero compartir desde mi blog. Como se suele decir
en estos casos, los personajes son ficticios. No así lo lugares citados. El momento, la semana de Navidad del año...
La fotografía del ramo colocada al final del relato, la he tomado prestada del blog Raigañu
La fotografía del ramo colocada al final del relato, la he tomado prestada del blog Raigañu
¡Nostalgia! por Navidad
Tenía claro que a
pesar de la lluvia que azotaba con fuerza la ventana de la sala de su casa,
debería salir a la calle. El confuso recuerdo
de un mal sueño estaba resultando un pésimo compañero de estancia. Tal vez
la lluvia, mojando su piel,
ejerciera una acción beneficiosa, algo así como un revulsivo que le
disipara la melancolía que le invadía. La figura de su padre, un generoso
ferroviario, durante el sueño se había esforzado en decirle que en sus últimos
años sujeto a una silla de ruedas, había sufrido bastante más allá de lo tolerable.
Nunca sospecho
que los afables rasgos que adornaban la cara paterna de forma casi permanente, y
pulcramente rasurada, él había sabido colocarlos a modo de careta, hasta el
punto de conseguir ocultar sufrimientos internos que durante años permanecieron
latentes. Algo que ahora le causaba inquietud. Rescató de la memoria una frase sentenciosa que un día de
sobrecogido ánimo pronunció su padre,
instándole a olvidar: cuando la nostalgia entra por la ventana, es bueno salir
por la puerta para encarar el día.
No cesaba de
llover, otro fuerte aguacero difuminaba su campo de visión a través del húmedo
cristal, creando una imagen confusa de los
viandantes, aunque algunos
fueran ataviados con ropa de colores vivos. En tal caso, su más aparente figura,
resultaba estúpidamente retorcida por la
pátina de agua y los rehiletes que se
deslizaba por el vidrio. Así se hacía
imposible identificar a las personas, aunque
en verdad el dato no iba más allá de ser una anécdota marginal, pues
tampoco conocía a demasiados convecinos de su
entorno en el barrio del Mercado. No era pues esto lo que le preocupaba,
sino encontrar la nitidez que
necesitaba para eliminar su confusión mental.
Sacó del armario
un impermeable, tomó además un paraguas y se hizo a la calle; en aquel momento
estaba solo en casa, su mujer con el niño, su hijo, había salido en busca de
alguna figura para reponer en el nacimiento. No tuvo pues que dar explicación alguna. Su intención principal, y puede que en
principio única, era ir a la casa donde había vivido con sus padres, en el
Barrio de la Vega. Permanecía cerrada desde que su padre, reacio a abandonar el
barrio de su vida, hubo de partir hacia el más allá.
El agua y la fresca
brisa le fueron aclarando las ideas. Era
lo que esperaba. Y así decidió poner a punto la última silla de ruedas de su
padre, una con motorcito que le había regalado tres años atrás el día de Reyes.
La limpiaría con cuidado. El párroco de San Francisco de la Vega sabría
encontrar un destinario. Una buena fecha sería la de Reyes que se avecinaba,
marcando así una continuidad.
Habían
transcurrido apenas dos meses del fallecimiento de su padre. En la casa los
recuerdos se le agolpaban, era natural y como tal los acogía. Cuando ya tenía
casi apunto la silla, en un bolso lateral que exploró de rutina, halló una
sorpresa, era un folio plegado que, en su parte interior, estaba escrito a
lapicero y con letra de su padre. No le sorprendió demasiado, sabía que entre
las aficiones paternas, estaba recoger
en letra lo que su memoria empezaba a negarse a recordar puntualmente.
Con ella en la
mano, en busca de más luz, se acercó a
la ventana desde la que el viejo e impedido ferroviario había podido seguir
viendo durante años los trenes que ya no
podía dirigir. Pero sí apreciar la
peripecia cotidiana del paso a nivel, un entorpecedor viario y peatonal que
todos anhelaban hacer desaparecer.
Pudo leer:
“La noche que no silbó el tren
Apenas me hube levantado de la cama, me acerqué a la
ventana. Una rápida mirada a través del vidrio húmedo me volvió a la cruda
realidad del dogal férreo, que permanecía donde siempre. Era un día triste y
lluvioso, las gotas de agua que descendían lentamente por el cristal, me
dificultaban la visión pero no me impedían ver vías y barreras… En un extraño sueño creía había visto
desaparecer railes y catenarias…”
Eso era todo. Poco y mucho, según la profundidad con la que se
acogiera el contenido del párrafo. Ciertamente el intento de supresión del
paso a nivel emprendido por el consistorio capitalino, allá por los noventa,
había supuesto para su padre toda clase de barreras, obstáculos y barro que le
impedían circular a bordo de su silla. El mal planteado túnel bajo las vías, sólo
sirvió para enterrar dinero e ilusiones, y largos meses un incordio para todos, quedando al final como antes.
De nuevo estaba en la
calle; no llovía cuando emprendió el regreso a su casa. Cierta fortaleza de
ánimo parecía haberle invadido durante la estancia en el hoy abandonado
domicilio de su niñez. Posiblemente el buen destino que se propuso dar a la
silla, ayudaba mucho; y cómo no, la hoja
manuscrita por su padre, donde marcaba el inicio de un cuento a partir de un
sueño. ¡Ah!, había algo más, en la mano portaba un “ramo” de Navidad, que de
siempre habían colocado en casa de sus padres.
Los adornos estaban ajados,
pero no importaba, ánimo y capacidad para resolverlo tenían, de modo que esa
misma tarde, con su único hijo y su
esposa saldrían para ir en busca de otros que dieran a la armazón de madera que
elaboró su padre, la prestancia leonesa que la próxima Navidad empezaba a
requerir…
¡Feliz Navidad 2014!
¡Feliz Navidad 2014!
Precioso relato. !Feliz Navidad!
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