El 28 de agosto del año en curso, tuve oportunidad de dar en ileón mi opinión sobre el libro de Margarita Torres en el que nos cuenta su historia, muy bien estudiada, sobre el cáliz de doña Urraca, ése que pudo surgir cuando algún orfebre desconocido lo dio forma por mandato de la infanta. Justo el que hoy conocemos y contemplamos, conteniendo el cuenco de ágata, con verdadero fundamento para ser en el que bebió Jesucristo. Extremo éste que, con documentos y posibilidades históricas, se trata de apuntalar en esas páginas, con grandes visos de certeza.
La Iglesia, los dirigentes en Roma, y puede que hasta el Papa, han dado un paso que considero muy difícil de desandar. Volver hacia atrás lo que ellos han tomado como real, veraz y firme, que el Cáliz de Valencia fue el último en el que bebió Jesucristo; a lo leoneses, al desdibujado pueblo leonés que componemos, nos va a resultar algo más que arduo competir en la faceta religiosa del cáliz.
Otra cuestión es saber mantener la firmeza histórica del cáliz de doña Urraca, tratando de que no pierda el aura con el que lo han orlado los autores del libro. Por ahí debemos empezar: lograr solidez en lo nuestro, con las connotaciones pertinentes. Por ello no es malo preguntarse ya, ¿qué dice nuestra jerarquía eclesiástica más próxima?
Otra cuestión es saber mantener la firmeza histórica del cáliz de doña Urraca, tratando de que no pierda el aura con el que lo han orlado los autores del libro. Por ahí debemos empezar: lograr solidez en lo nuestro, con las connotaciones pertinentes. Por ello no es malo preguntarse ya, ¿qué dice nuestra jerarquía eclesiástica más próxima?
No sé si nuestro Obispo de León, que últimamente parece estar en disposición de frenar la libre colaboración del pueblo, tal como la participación con sus "pasos" gremiales en la procesión del Corpus, ha hecho o mandado hacer algún tipo de indagación sobre lo que Margarita Torres nos cuenta, y aporta datos, respecto a la vinculación con el que Jesucristo usó en la última Cena.
Es de suponer, que si a Roma, al Vaticano, llega documentación informativa de algún acontecimiento, o de valor trascendente como lo del Cáliz de la Última Cena; amén, y nunca mejor dicho, de la documentación que en los supuestos archivos eclesiales centrales conste, tenga más fuerza de entrada la proporcionada desde una Arzobispado, como es el caso del de Valencia, que la del Obispado de León, dependiente del arzobispado de Oviedo al que, más allá de la Cruz de la Victoria, en connotación con el mismo reino, le queda lejos el tema.
Bueno es decir que si a nuestro prelado le mueve algún interés para dar pasos en el reconocimiento de los valores atribuidos a la pieza conservada en San Isidoro, nosotros, el pueblo, al menor indicio, no debemos dejarle solo, y sí afianzar su postura, si como tal en él radica, en defensa del cuenco de ágata "engastado" en láminas trabajadas en oro y pedrería, con el gran valor religioso de su origen.
Grial conservado en la Capilla del Santo Cáliz en la Catedral de Valencia.
A tan brillante como hermosa joya, yo, un observador de a pie y bien intencionado, con toda cautela digo que la veo menos visos de autenticidad que la que nos presenta Margarita como el vaso de la Última Cena.
Si bien tiene está en su haber toda la tradición que desde el momento de ser entregada, año 1437 por Alfonso V el Magnánimo a la Catedral de Valencia, se ha ido generando.
Allí es venerada desde entonces. Y cada Jueves Santo llevada al Altar mayor para la misa votiva. Además tiene una Fiesta anual dedicada.
Cáliz de doña Urraca depositado en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro, en la "Capilla Sixtina", en el Panteón Real.
Una joya siempre muy estimada por haber pertenecido a la estirpe real leonesa. Un cuenco sagrado, condición que le atribuye nuestra historiadora, " engastado" por un orfebre medieval, es conocido como el Cáliz de doña Urraca. Con todo respeto hacia el actual Prior de la Colegiata de San Isidoro, mucho me gustaría que aún viviera el Abad Viñayo para que nos diera su docto parecer al respecto.
No he pretendido hacer confrontaciones con lo concerniente a cada pieza, ni tan siquiera comparar méritos o valores, son apuntes tomados, y aquí vertidos, como matices propios de las distintas joyas.
En Valencia Monseñor Osoro muestra a los asistentes al acto eucarístico, el Cáliz que se venera en Valencia como el del Señor.
Sus palabras, en tato lo sostiene en su mano izquierda, con total naturalidad, sin gran afectación, fueron: "el vaso que tocó el Señor". No dijo que en la última Cena. Pero sí que lo tocó el Señor; y para tan sagrada pieza, adornada con demasiadas perlas en su base, han conseguido la celebración del Año Santo Eucarístico del Santo Cáliz, cada cinco anualidades. Ahí es nada en el orden religioso.
Pidiendo disculpas anticipadas por la apreciación que voy a hacer, propongo que observe el lector el gesto del sacerdote auxiliar, saca la lengua, supongo que para mojarse los labios, y no para "chinchar" a otros que nos quedamos atrás.
El nuestro, el cuenco que para los leoneses, como joya real, mandó preservar doña Urraca, además de ese valor intrínseco, le quedará rondando el religioso, y más aún el sacro, por si también es "un vaso tocado por el Señor". Mucho me gustaría saber si el señor Obispo de León ha dado o va a dar algún paso en el campo que a él le afecta.
Finalmente, si en Valencia tienen la Real Hermandad del Santo Cáliz...
Nosotros en León tenemos como celosos guardianes, la Real e Imperial Cofradía del Milagrosos Pendón de San Isidoro. ¡A cada uno lo suyo!
Es de suponer, que si a Roma, al Vaticano, llega documentación informativa de algún acontecimiento, o de valor trascendente como lo del Cáliz de la Última Cena; amén, y nunca mejor dicho, de la documentación que en los supuestos archivos eclesiales centrales conste, tenga más fuerza de entrada la proporcionada desde una Arzobispado, como es el caso del de Valencia, que la del Obispado de León, dependiente del arzobispado de Oviedo al que, más allá de la Cruz de la Victoria, en connotación con el mismo reino, le queda lejos el tema.
Bueno es decir que si a nuestro prelado le mueve algún interés para dar pasos en el reconocimiento de los valores atribuidos a la pieza conservada en San Isidoro, nosotros, el pueblo, al menor indicio, no debemos dejarle solo, y sí afianzar su postura, si como tal en él radica, en defensa del cuenco de ágata "engastado" en láminas trabajadas en oro y pedrería, con el gran valor religioso de su origen.
A tan brillante como hermosa joya, yo, un observador de a pie y bien intencionado, con toda cautela digo que la veo menos visos de autenticidad que la que nos presenta Margarita como el vaso de la Última Cena.
Si bien tiene está en su haber toda la tradición que desde el momento de ser entregada, año 1437 por Alfonso V el Magnánimo a la Catedral de Valencia, se ha ido generando.
Allí es venerada desde entonces. Y cada Jueves Santo llevada al Altar mayor para la misa votiva. Además tiene una Fiesta anual dedicada.
Una joya siempre muy estimada por haber pertenecido a la estirpe real leonesa. Un cuenco sagrado, condición que le atribuye nuestra historiadora, " engastado" por un orfebre medieval, es conocido como el Cáliz de doña Urraca. Con todo respeto hacia el actual Prior de la Colegiata de San Isidoro, mucho me gustaría que aún viviera el Abad Viñayo para que nos diera su docto parecer al respecto.
No he pretendido hacer confrontaciones con lo concerniente a cada pieza, ni tan siquiera comparar méritos o valores, son apuntes tomados, y aquí vertidos, como matices propios de las distintas joyas.
En Valencia Monseñor Osoro muestra a los asistentes al acto eucarístico, el Cáliz que se venera en Valencia como el del Señor.
Sus palabras, en tato lo sostiene en su mano izquierda, con total naturalidad, sin gran afectación, fueron: "el vaso que tocó el Señor". No dijo que en la última Cena. Pero sí que lo tocó el Señor; y para tan sagrada pieza, adornada con demasiadas perlas en su base, han conseguido la celebración del Año Santo Eucarístico del Santo Cáliz, cada cinco anualidades. Ahí es nada en el orden religioso.
Pidiendo disculpas anticipadas por la apreciación que voy a hacer, propongo que observe el lector el gesto del sacerdote auxiliar, saca la lengua, supongo que para mojarse los labios, y no para "chinchar" a otros que nos quedamos atrás.
El nuestro, el cuenco que para los leoneses, como joya real, mandó preservar doña Urraca, además de ese valor intrínseco, le quedará rondando el religioso, y más aún el sacro, por si también es "un vaso tocado por el Señor". Mucho me gustaría saber si el señor Obispo de León ha dado o va a dar algún paso en el campo que a él le afecta.
Finalmente, si en Valencia tienen la Real Hermandad del Santo Cáliz...
Nosotros en León tenemos como celosos guardianes, la Real e Imperial Cofradía del Milagrosos Pendón de San Isidoro. ¡A cada uno lo suyo!
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