30 de abril de 2013

Otras Cabezadas, Abril de 2013

                                        Removiendo recuerdos.



diariodeleon.es

     Don Francisco Rodríguez es el actual Abad del Cabildo de la Colegiata de San Isidoro.  De trato afable, rostro serio y  acorde con los tiempos.  Este año se “enfrentó”  en el Foro u Oferta tradicional a la edil del Ayuntamiento de la capital, María José Álvarez, dulcemente trabajadora, que osó decir a los componentes del Cabildo  que estaban para sopas y buen vino. Espero que el vino al que aludía no fuera el de la barrica “inmemorial” que tan celosamente guardan los clérigos.

     Aplaudió el Abad con buen talante la ocurrencia, sonriente, y así me recordó que en abril del 2010 con igual gesto, y rostro risueño en demasía,  recogió la dorada medalla que el ente autonómico le entregaba por aquello de las Cortes de 1188 en el Claustro de la Colegiata.  Esto fue motivo de un escrito de sincero reproche por mi parte.


                                 En Diario de León 12 de marzo de 2010, dije:

leonoticias
El Abad de San Isidoro puso la mano…         Y recogió la dádiva en forma de medalla, dicen que de oro,  y no lo hizo en nombre del Pueblo Leonés, como debió de manifestar tan alto como le fuera posible, no, la recogió para el órgano colegiado o Colegiata. Si, ya sé que el ente autonómico se la entregaba a la Real Colegiata.
Y, aunque hubiera tenido intención de recoger la medalla en nombre del pueblo leonés, y perdóneme el Abad que añada… y no la tuvo,  hay otra razón que no sé si se le escapa: los autonomistas que dirigen el ente no se lo hubieran permitido, pues para  ellos: El Pueblo Leonés,  no existe.  ¡No existe!
     Sepa también el Abad que “el ente autonómico, nos arruinó el octavo centenario de las Cortes leonesas, en 1988, donde tuvieron oportunidad de lucirse, incluso planteándose traer con justo merecimiento la sede de las autonómicas para León; no sólo no lo hicieron,  además se empeñaron en castellanizar la celebración, no olvidemos que iniciaron ésta en Burgos, y nada más alejado de la realidad histórica. Ahora van camino de manipularnos, mediante un sutil descafeinado, el 1.100 aniversario del nacimiento del Reino de León”.   Como efectivamente lo  consiguieron, añado ahora.

caminodesantiagoandalucia.org
   Don Antonio Viñayo, el anterior Abad, recientemente fallecido, un gran conocedor de todo lo leonés, y defensor también, hay que decirlo, su especialización en historia le empujaba a ello. Erudito, comunicador y ameno en su divulgación de nuestras cosas leonesas. Conocía como nadie todo lo que alrededor de las Cabezadas es protocolo, tradición y leyenda. 

     En el monumento que se elevó en la plaza, ante la basílica, recordando el voto de cera, quiso el escultor, al parecer, dejar reflejado, casi retratado  en la figura del canónigo que recibe el hachón de cera de manos del edil, al Dr. Viñayo, Abad que lo fue desde 1971 al 2003.
    Siempre he dicho, y así consta en más de un escrito mío al respecto, que al grupo escultórico, en puridad histórica, si nos atenemos al verdadero origen en las hoy llamada Cabezadas, le falta un tercer personaje, al menos con igual derecho que los otros dos citados.  En una de mis páginas algo dejé apuntado al respecto.

alcieloleon.blo  

         En la Crónica de León, 17 de junio de 1999, escribí:  

NI  ESTÁN  TODOS  LOS  QUE  SON...       Creo que falta un tercer personaje, si es que se pretende dar al monumento fidelidad histórica con el momento inicial del ofrecimiento de la cera prometida.  Falta una persona representante de la Sobarriba, comarca proveedora oficial capitalina de sus modestos pero imprescindibles productos al León de la época. 
El año 1.158, una gran sequía dio origen a la petición de permiso, por parte del Corregimiento capitalino y de la Hermandad de la Sobarriba, para sacar en rogativa los restos de San Isidoro,  procesión  originaria  del voto anual oferente de cera para “poder finalizarla”, cuya leyenda es bien conocida, y de agradecimiento por la lluvia que salvaría los campos sobarribanos. Podía y debía ser, por lo tanto, ese tercer personaje un agricultor de la  Sobarriba.
 Por merecimiento propio, y reconocimiento expreso de la realidad aquélla, no debió faltar éste en el monumento, sino es que lo pedido y propuesto al autor no fue otra cosa que recordar exclusivamente a los ediles ante el Cabildo, es decir, significar bilateralmente, lo que sin duda empezó siendo a “tres bandas”, y de cuya muy posterior ruptura partirían las hoy llamadas “cabezadas”.  Así que para completar el título dado a este escrito, y en honor a la verdad de los hechos, he de añadir: “ni son todos los que están”...  en  el monumento.

                      ileón

A nuestros ediles siempre les ha gustado participar...













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