24 de febrero de 2013

Treinta años atrapados en un estatuto de autonomía





En Ponferrada, 18/02/2010, el político conservador Antonio Silván, que  parece estar  tragándose  su propia sonrisa,  “se une” en un incipiente abrazo  con el socialista Demetrio Madrid, primer presidente de la Junta autonómica, que dimitió, o se vio obligado a dimitir  por razones que no hacen al caso, luego  sería ponente en la reforma del estatuto en  1998 en la que se modificó el gentilicio castellanoleonés, que en su falsedad ilegalizaba el estatuto, de ahí el cambio a castellano y leonés.

Lo que pretenden que celebremos

Partiendo de unos acuerdos preautonómicos, en los que los políticos leoneses no estuvieron presentes de manera fehaciente, los actores castellanos crearon un ente autonómico desde una falsedad argumental notoria.
Respecto al  Estatuto de Autonomía de Castilla y de León, nacido  desde el poder político castellano, o mejor vallisoletano, con el trágala final de los “nuestros”, como leonesista siempre he mantenido que parte de una Ley Orgánica 4/1983 de 25 de febrero,  que encierra una afirmación que ilegitima todo cuanto posteriormente se dice en el articulado.
Esto que acabo de apuntar, no es algo que dejara flotar en el aire ocasionalmente, o sobre lo que haya escrito, que también, y bastante, lo he dirigido formalmente, desde el seno de la Asociación Pro Identidad Leonesa, y a través del Procurador del Común, a la Comunidad llamada hoy Castilla y León.

Se dice en la citada Ley Orgánica:

“Los antiguos reinos de Castilla y León han mantenido a lo largo de los siglos una identidad histórica y cultural claramente definida dentro de la plural unidad de España. Al ejercer, por abrumadora mayoría de sus instituciones representativas provinciales y locales, el derecho a su Autonomía, en los términos que establece la Constitución española, el pueblo castellano-leonés ha expresado su voluntad política de organizarse en Comunidad Autónoma, reanudando así aquella identidad”.
Veamos:
Lo recogido en las tres primera líneas, que he subrayado, encierra  una ambigüedad bien calculada. Es un intento de no dejar claro si la identidad es de cada uno de ellos, los leoneses y los castellanos  por separado, como realmente es, o de ambos en conjunto, que es lo pretendido ahora, porque les va bien a los fines de los autonomistas promotores del ente. 
Pero hay más, en los dos renglones finales del citado párrafo,  se encierran dos falsedades; bien es verdad que de distinto rango.

Aquella identidad. Conlleva esta expresión el intento de unificación cultural de leoneses y de castellanos, partiendo de la ambigüedad señalada.  Es decir que aquéllos que, como pueblos, culturalmente nunca estuvieron unidos, ni en el mejor de los momentos de relación medieval, ahora en el siglo XX la voluntad ahormadora de unos políticos sordos al rechazo popular leonés, los tratan de unificar por ley, identificándolos en un solo pueblo.  

  “El pueblo castellano-leonés ha expresado su voluntad política de    organizarse en Comunidad Autónoma…” 
   Los castellanos por un lado y los leoneses por otro  ¡nunca han sido un solo pueblo! Y ello independientemente de que los promotores del ente autonómico intente colocar a los leoneses de Salamanca y de Zamora, ante un silencio relativo,  como castellanos; pues quedamos los leoneses  de León, como reducto de la región del mismo nombre, y del Pueblo Leonés,  que,   como tales, hemos hecho oír nuestra voz en defensa de la Identidad Leonesa, de modo muy especial desde el leonesismo.
   El Pueblo castellano-leonés no ha existido ¡nunca!.    Por  lo tanto: ¡Un pueblo que no existe, no puede expresar ni ésa ni ninguna voluntad!  De tal modo que, ¡todo cuanto se dice a continuación  en letra estatutaria, no tiene legitimidad alguna!    
 Siempre he defendido que  bien manejado esto, ¡la madre de todas las falsedades!,  hubiera destrozado en su momento  todo el intento castellano de anexión de lo leonés, o en otro supuesto, dejando claro que los dos pueblos iban a componer una Comunidad, mixta, birregional.  Los políticos “nuestros”,  pudiendo hacerlo, no movieron ni un dedo para liberarnos del yugo impuesto, o lo que es peor, muchos,  participaron en las ataduras finales.

En diciembre de 1997 las Cortes autonómicas aprobaron una Resolución de Reforma del estatuto.  Esto cuaja como tal, y en la primera verdadera Reforma estatutaria, en el año 1999, de manera taimada intentaron lavar la cara  del estatuto, o sea esconder el pecado original de “su” pueblo único castellanoleonés, inexistente, para ello introdujeron ladinamente el gentilicio castellano y leonés, que para nosotros sigue teniendo los mismos defectos, confirmados por la malsana intención política de usarlo autonómicamente como si de una singularidad se tratara, sin preocuparles la incorrección gramatical. 
Al pueblo leonés, al menos a los leoneses de León,  nos engañaron  con la promesa de un referéndum de preferencia autonómica, que definitivamente quedaría en eso, en promesa. Nos metieron por ”razones”. Han seguido con el intento de amalgamarnos mediante una  falsedad estatutaria, y  desde entonces no han cejado en el empeño de anularnos a los leoneses como pueblo diferenciado.

¿Cómo podemos estar tolerando tamaño desafuero los leoneses?

Una consideración final que se asemeja a un lamento

El peligro está en que los leoneses seguimos cayendo en el error de dejar rodar cuesta abajo y sin freno la maltrecha personalidad leonesa, propiciado cada vez que,  en las urnas electorales, votamos a “nuestros políticos”, verdaderos acólitos de los verdugos autonomistas.    








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