Un León para
un Reino
Pongo mi recuerdo
y pienso, en la tan entrañable como emblemática figura del león. Ese felino que,
los leoneses de cada época, hemos sabido colocar en nuestras enseñas, hasta el
punto de ir más allá de ser una pieza de blasón. Precisamente aquél que fue
intocable y respetado ayer, y hoy…
León pasante, al que con admiración
observo en su imagen fija de prudente caminar, cual si de siempre estuviera
pidiendo permiso para hacerlo. Levantando con estudiada pausa su pata, marca un saludo, y ha llegado a componer una figura familiar. En color púrpura, sin descomponer
ni un instante su sereno aspecto, lleva implícito un potencial defensivo, y prendido en el paño de la gran bandera, el
pendón leonés, ha ondeado color y símbolo de un reino en expansión.
Puede que los leoneses hayamos tardado en comprender, o acaso lo ignoremos, que allá en lo más hondo de su entraña, podía llevar prendido el dolor de una incomprensión. Algo que le mortificaba. Si hubiera podido de alguna manera soltar aquella duda, habría quedado liberado de la pesadilla de no ser más que un símbolo cuando le hubiera gustado ser quien nominara a un pueblo: León…es.
Me duele pensar
que en sus adentros, silente haya llevado el hondo pesar de que, fieles a unas
supuestas raíces, fuéramos raudos a aquel manantial: Al Legio
de la vanidad original romana, para nominar a un reino, a una región… Y
prefiriéramos ser legionenses, una
vez que hubimos bebido hasta saciarnos, en el permanente chorro de aquella
fuente, la verdad nominal para ser leoneses.
Mas, no queda ahí
la cosa, en su momento, sin duda un singular momento, le hicimos cambiar la
figura de calmoso león pasante, el de medieval prestancia, el que nos ayudó en
mil batallas señalando presencia y posición,
y representaba para nuestros reyes el poder de su reinado, y para el territorio
que dominaban el empuje hacia el futuro
de un reino, por otra estampa en la que, sin cambiar su esencia, mostrara su
faceta más agresiva.
Y así el
gran rey leonés Alfonso IX, modificando su figura haría más agresiva su silueta, erguido, con
las zarpas rasgando el viento, transformado en un león
rampante. Nada que reprochar al rey, pues supo comprender al pueblo, a nosotros los leones, convocándonos a sus Cortes para que la voz popular fuera
escuchada.
Era 1188, y el león, simplemente, pronto cambiaría su figura en las enseñas.
Sabedores sois de que con esta decisión del rey leonés, en el simbólico león no hay desdoblamiento de personalidad, es una pose, una actitud, pero sigue encerrando el mismo compromiso para con nosotros, los leoneses.
Y ahora, por la Navidad del 2012, cuando todo parece ser afinidad festejable, me atrevo a formular una sugerencia: que todos le reservemos un lugar en el recuperado árbol de nuestra Navidad leonesa. Y que no bajemos la guardia como Pueblo Leonés, él, nuestro símbolo, nos asegura fidelidad; nosotros, ahuyentando peligrosos conformismos, sigamos firmes en nuestro derecho a permanecer siendo leoneses, haciendo honor a su “fiereza” ante los maliciosos embates del ente autonómico que nos trata de abducir.
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Terminado éste. He
podido ver perfectamente integrado el león rampante en un Ramo Leonés de
Navidad. Lo publicó “Mayo Historias”
como fotografía de Juan Abad. Me ha alegrado enormemente. Nada como una
imagen para una explicación.
También recojo
unas palabras bellas para la navidad, que ha publicado “San Miguel de Escalada”: “Que
la luz y la paz esté contigo”, a la que me he permitido añadir, sin tratar
de modificarla, como complemento: luz en
la mirada y paz en el corazón para compartir.
FELIZ NAVIDAD 2012, para todos…
¡Que la luz y la paz estén contigo!... luz en la mirada y paz en el corazón para compartir.
ResponderEliminarQueda redondo.