Era
el primer día de la vacación navideña, pero madrugó como de costumbre. A mi nieta Elena
parecía costarle poco esfuerzo tal cosa, si bien la verdad era que, o saltaba de
la cama al primer impulso de sus once añitos, o después ya la costaba.
Leonesa
de nacimiento, vivía con sus padres en Cataluña, una Comunidad que por voluntad
popular caminaba hacia nación, según decían sus políticos. Pero las costumbres leonesas que nosotros, sus
abuelos, la contábamos desde pequeñita, más el complemento perfecto que sus
padres ponían en familia, mediante una cita anual bien aprovechada en la
tierra, allá cuando agosto aún no había empezado a enfriar el rostro de los
leoneses, hacía lo demás.
Lo
que la llevaba a asimilar, sin menoscabo alguno por las costumbres de la tierra catalana, las tradiciones
leonesas que parecían encantarla.
Aún
sin desayunar, apenas eran las ocho de la mañana, se encerró en su dormitorio, y
ante la mesa de trabajo y estudio, emprendió
una tarea que se había propuesto. Papel, pegamento, tijeras y pinturas nunca la
faltaban. Su destreza en las labores de manualidades era bien conocida, y para
la ocasión estaba dispuesta a emplearla, eso sí con prontitud, cuando se ponía
a ello le gustaba acabar pronto.
Todo
esto lo supimos cuando desde León llegamos a Cataluña dispuestos a pasar juntos
las navidades. En esos momentos de concentración familiar, nunca perfecta, pues
el vivir nos trae la añoranza de aquéllos que nos han dejado, cualquier detalle
más o menos espontáneo, en especial si procede de manos infantiles, tiene un
encanto especial que dulcifica y atempera los ánimos. Por ello nos tenía la
sorpresa preparada…
La
tarde del día anterior había estado acompañando a su madre, ayudándola a rescatar
del armario de los “recuerdos”, un árbol leonés que todos los años colocaban
por la Navidad. Y como nosotros, los abuelos, también teníamos otro pequeño, de
sobremesa, que nunca faltaba a la cita, ella quiso elaborar el complemento que
consideró necesario: dos esquemáticos leoneses de papel, que, junto al “Ramo”, venían a cantar su
coplillas, de ahí que tuvieran en las manos ante sus abiertos ojos el pentagrama oportuno.
Cuando
nos los entregó, con la naturalidad de quien está conforme con la obra
ejecutada y del resultado emotivo de ella, encontramos
en el gesto el calor de la navidad que partiendo de cosas sencillas toma el más
amplio de los valores.
Navidad de 2012
No hay comentarios :
Publicar un comentario