5 de julio de 2019

La insensatez de quemar recuerdos históricos

Y Legio ardió  en fiestas.  Junio 2019

Desconozco a quién se le ocurrió la peregrina idea de quemar un remedo de edificios con historia,  y junto con ellos, fuera de lo simbólico,  un pasaje histórico de enorme importancia siempre, secuestrado en sus valores durante siglos, mediante artimañas de los que se erigieron en historiadores de lo leonés, y puesto  en valor, no sin esfuerzo, por la UNESCO  en 2013, para que ahora a un edil de mayor o menor rango, o persona de él dependiente no se le ocurriera otra cosa que erigirlo como falla ... y QUEMARLO.



Veamos dos detalles


Con dos canastillas de flores una rubia representante del pueblo llano acude a la llamada del monarca, toda una licencia del artista fallero.  En la otra mano del trono, un personaje, poco leonés dado su cachirulo rojo,  labrantín u hortelano a tenor de su azada al hombro, se dispone a legislar al lado del rey.  El pueblo se está disponiendo junto al clero, siempre entrenado en el mando,  y la nobleza  poderosa  en armas y huestes,  para la elaboración de los Decreta, 1188.  ¡Ahí es nada! 





Un barbudo rey, bien sentado, no asentado en edad histórica,  tiene en ambas manos, para que nada falte, más mecha, documentos, ¿por qué no los Decreta? ... y ya puestos  ¡al fuego también!

                                                        
                                                         Otro símbolo para la hoguera



                                                                                  
Los pendones, nuestras más grandes enseñas,  las del gran reino medieval de León, que el mismo artista quiso colocar  como la última remembranza de ellas a las puertas del Parlamento en Madrid, junto a los leones, aquí  dispuestas para la hoguera.  Los paños arderán con presteza. ¡todo un lujo!




No podía faltar el letrero "León Cuna del Parlamentarismos" había que dar fe de lo que se quemaba. Ante tamaña perspectiva surge una estudiada crítica mía en Diario de León  2/7/2019:


Falla… en qué fallamos los leoneses


¿Se ha pretendido llevar lo leonés a la pira purificadora que reduzca a cenizas la aventura de rememorativa de un pasaje de nuestra historia?  He ahí una pregunta que brotando desde el lugar de los sentimientos puede parecer fruto de la una exacerbada  intransigencia.

Desde que Díaz Villarig, efímero alcalde de León  capital, fruto de un pacto llamado cívico, durante 1987/1988,  mandara colocar algo en la plaza Santo Domingo sobre la fuente central,  con más aspecto de falla que de pila informe de maderas para una fogata festera u “hoguera de San Juan”,  al consistorio legionense parece haberle entrado el gusanillo fallero.

Y este año,  al equipo dirigente reenganchado mediante transitoria apelación judicial por asunto de votos,  echando mano de lo que parecen estar dispuestos hasta de  banalizar: “León Cuna del Parlamentarismo”, encargó a algún artista fallero ejecutar en el polígono de Eras, un conjunto de edificios y símbolos  que nos recuerda tal efeméride  y circunstancias.  Cuando hablo  de “ejecución” muestro implícita doble intencionalidad, pues hemos pasado del olvido forzado de la efeméride hasta intentar reducirla a brasas sanjuaneras.

Si fuera espectador de la pira flamígera, y está muy lejos de mi ánimo serlo, nunca se me ocurriría aplaudir la consunción de los símbolos que contiene, téngase en cuenta el condicional.  Se van a quemar monumentos fáciles de reconocer, que nunca puede estar en nuestro ánimo que desaparezcan. Esto en cuanto a lo estático construido.  Lo dinámico, los pendones, desplegado el “paño” ondulante, son un símbolo identitario leonés, que, en su conjunto, aunados e izados,  representan a un reino. ¿quemarlos,  por qué?

Mención aparte merecen los personajes, colocados a la sombra de la torre de San Isidoro donde el gallo gira observando a los que contemplan la obra.  ¿Qué delito cometieron los representados  para que nosotros como modernos inquisidores los condenemos a la hoguera? El ensayo de parlamentarismo que contribuyeron a estrenar, por supuesto ni estaba próximo a  la herejía ni  su postura era  criticable… ¿entonces, siendo  aplaudible, qué hacen ahí? 
  
En las fallas valencianas la intencionalidad satírica está en la esencia viva, no se pretende quemar valores, sino los acontecimientos y situaciones que siendo objeto de crítica, se censuran, ridiculizan o denuncian, entiendo que con intención de alertar y hasta de revertir.

Yo aquí, en la supuesta “falla”, si algo veo criticable, y con nitidez,  es la extraña lectura que se hace de un acontecimiento histórico.  ¿Qué se intenta satirizar en la falla? ¿Lo monumental, lo histórico? ¿Acaso insinúan que hemos de llevar a fuego, humo y cenizas, lo que la UNESCO nos ha reconocido?  No creo que pretendan, además,  que como acto de cierre se cante el himno a León, pues sólo faltaría.

 No está demás añadir  que las dos figuras representantes del pueblo, la señora con canastillo de flores, es muy dulce, y el labriego con azada al hombro, parece escapado de un nacimiento. El rey, mayor y serio,  tiene en las manos dos pergaminos, de modo que,  puestos a quemar,  ¡empecemos por los documentos! 

Si la afición fallera  se consolidara en León como algo novedoso, y oportuno también para aquí, porqué no, búsquese  lo criticable, y no lo confundamos con lo histórico a difundir.

Veamos la verosímil sátira: La misma torre, el mismo gallo pero doblado su eje para  que pueda contemplar cómo a sus pies, en 1997 hombres de bata blanca, de sesudo aspecto y grandes gafas, entran y salen del Panteón Real, llevando bajo el bazo fémures tibias y húmeros para recomponer su historia, sus dueños o dueñas.   Y... en 2019 aún se espera el resultado!


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