10 de enero de 2018

Del humanista el encomio justo

Allá desde donde el ábside de la Pulchra, hoy y siempre,  es puro lujo contemplar, en la plazuela de Puerta Obispo ha estado la vieja casa donde vivió un personaje leonés contemporáneo, pensador y sacerdote, no sé  si este orden es el más exacto o merecido, pero así lo  haré para recordarle; aludo naturalmente a don Antonio González de Lama.

No puedo decir, así, a vuelapluma del momento, otra cosa que fue grande la impresión que me causó su grave decir, en una charla que en el Colegio de los Agustinos de León, tuve oportunidad de escucharle.  Creo que atino al datar la ocasión en la década de los cuarenta, 1945,  del pasado siglo. No fue corta pero sí única. ¡Lástima!

Sorprendente resultaba  su presencia física; su vestimenta talar de sencillo clérigo le situaba en aquellos momentos de fulgor eclesial católico, cuando bajo palio se acogía al poder establecido manu militari, destacaba su manifiesta sencillez de hombre de letras, dispuesto a dar a conocer su pensamiento crítico; si bien para llegara a conocer esto, fue necesario el paso del tiempo.

Con  modulada voz,  grave,  ronca podríamos decir, pronto llegó a captar  la atención silenciosa del alumnado allí presente.  Ésa fue mi percepción entonces. Desde allí, un substantivo (hoy sin b intercalada), me ha rondado: ditirambo. Creo que usó la palabra, en un momento dado, para aludir a la exagerada exaltación, fuera en prosa o en bella rima, incluso para el amigo. Un nimio recuerdo, si bien de él se derivaría más.

Hoy al leer la noticia de que ante la casa donde vivió, bien recuperada, colocaban una placa como recuerdo, se removió el dato en mi memoria, así como otras connotaciones más cercanas que  he de reflejar, tendentes a componer una  modesta página  sobre el poeta, escritor y leonés. Espero que parezca algo más que un coger adicional  la noticia por las “hojas” de una interesada vertiente leonesita.


En realidad, la obra es un atril de hierro y bronce, que han calificado de eclesiástico, supongo que por las formas. El plano levemente inclinado, donde se apoyaría un hipotético libro, soporta un medallón, que había sido la primera placa colocada en la fachada de la vivienda, un  cuasi medio relieve del rostro del homenajeado con una inscripción acerca de la casa del humanista, liberal y estudioso de la poesía, que vienen a componer el todo. 

La noticia iba acompañada en los medios leoneses por la correspondiente fotografía donde se podía apreciar, presentes para la inauguración oficial, al señor Silván, el regidor; Margarita Torres, edil de cultura; Uriarte el artífice y una sobrina de homenajeado, Camino Rubio.  En este punto, el familiar, y de  mi corto periplo por UPL, debo dejar señalado  que conocí a un personaje, sobrino del homenajeado, no demasiado locuaz, y fumador como su tío,  al que ocasionalmente escuché hablar de la biblioteca del sacerdote, durante alguna de las charlas que en la sede de Ordoño II se “entamaban” en los atardeceres, cuando todo era fulgor leonesista. No sé si el grado familiar le permitía acceder plenamente a aquélla, incluso a algunos cuadernos manuscritos, o poemas sueltos,  que el autor se había  negado a publicar.

Si bien  nadie  había citado connotaciones leonesistas en don Antonio, y en aquel ambiente era lo que primaba, seguro que acompañando a Fr. Luis G. Alonso Getino, O.P. que hablaba por aquel entonces de una cruzada leonesista, la de una Biblioteca leonesa, para poner en valor la Región, González de Lama no podía, a su manera, estar alejado del esfuerzo.
  
Desde la perspectiva leonesista,  puede que don Antonio, sensu estricto, a fuer de leonés, y en orden a los sentimientos, de haber vivido los momentos autonómicos que soportamos, hubiera objetado aunque nada más fuera por el canto de los garcilasistas a Castilla, no per se, sino dados los  comportamientos poéticos que él criticaba a tal movimiento. Y ello, además, a tenor de cómo le vimos enfrascado en los ismos que, según llegó a escribir,  venían provocando “desustanciación” en la poesía, y de ahí su oposición, por ejemplo, al citado garcilasismo.


No solo fue promotor, con otros, de la revista de poesía Espadaña, por cierto la habían presentado pocas fechas antes de la charla que tanto me enganchó, sino también impulsor continuo de ella. Por cierto, unas páginas que García Nora, cofundador, en más de una ocasión tildó de anómalas, como una supuesta disidencia política, confrontada con el garcilasismo y la poesía de posguerra en “Juventud Creadora”, 1943, revista dirigida al inicio por García Nieto.
Conseguir imprimir cada número de Espadaña suponía todo un triunfo, labor en la que Crémer puso también su mejor empeño; faltaban medios y sobraban obstáculos. De su muerte, el 2 de febrero de 1969, Victoriano, el poeta, recogió su despedida en versos de dolor y reconocimiento;  como muestra: cuando se iniciaba la mañana…en silencio…sin llantos…se dejó morir…  Dejaba una labor bien hecha.

La cultura y la literatura leonesas en la década de los 40 ganaron con su magisterio. Su labor leonesa  organizando y dirigiendo la Biblioteca “Gumersindo Azcárate”  no se pueden olvidar, ni  como fuente de irradiación crítica y formativa, ni como concentración de saberes. Su posición de bibliotecario de la Fundación Sierra Pambley quedó muy bien definida, salvaguardando lo intocable y poniendo al día el resto.

Ahora unos apuntes colaterales actuales connotados informativamente, de lleno unos, parcialmente otros, vendrán a justificar un poco más mi postura respecto a su recuerdo en el  León actual.  Tanto Silván como Margarita Torres, he de recocer que vienen siendo objeto de algunos escritos mios, críticos casi siempre, nunca peyorativos en lo personal, sí dada su faceta de políticos en ejercicio municipal. En esta circunstancia el tono hoy es discretamente laudatorio. El Concurso González de Lama de poesía, de patrocinio municipal,   sostenido en el tiempo, es un magnífico aval.

Juan Carlos Uriarte, escultor, también fue objeto de mi crítica ocasional, por otra obra anterior, no en sí, que no se trataba  de quitarla mérito, pues hizo lo que le propusieron desde el consistorio, me refiero a la que realizó en la Plaza de las Cortes leonesa para recordar, ésa es la expresión justa, recordar,  las Cortes de 1188. Un hito que requería más, mucho más.


     Piezas para un puzle, que ni con el apoyo de la UNESCO, conseguimos que encajen, más allás de lo simbólico,         con la  rotundidad que la efeméride del parlamentarismo requiere....

Precisamente otra concejala de Cultura, Inés Prada, había prometido un merecido monumento a tal efeméride, en 1988, que, retrasándose, vino a desembocar en 2007 en el “recuerdo” citado.

 En relación a Don Antonio,  un año antes, 2006, entre los promotores de una Asociación inscrita como Amigos de Antonio González de Lama, encontramos a  la citada edil,  quien, para mantener viva la figura del sacerdote, propuso la elaboración de una estatua, de la que hasta se realizó un boceto.  Merecida, por supuesto,  pero en “lista de espera”, como tantas cosas de León y de lo leonés.



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