Allá desde donde el ábside de la Pulchra, hoy y siempre, es puro lujo contemplar, en la plazuela de
Puerta Obispo ha estado la vieja casa donde vivió un personaje leonés
contemporáneo, pensador y sacerdote, no sé
si este orden es el más exacto o merecido, pero así lo haré para recordarle; aludo naturalmente a
don Antonio González de Lama.
No puedo decir, así, a vuelapluma del momento, otra cosa que fue
grande la impresión que me causó su grave decir, en una charla que en el
Colegio de los Agustinos de León, tuve oportunidad de escucharle. Creo que atino al datar la ocasión en la
década de los cuarenta, 1945, del pasado
siglo. No fue corta pero sí única. ¡Lástima!
Sorprendente resultaba su
presencia física; su vestimenta talar de sencillo clérigo le situaba en
aquellos momentos de fulgor eclesial católico, cuando bajo palio se acogía al
poder establecido manu militari, destacaba su manifiesta sencillez de hombre de
letras, dispuesto a dar a conocer su pensamiento crítico; si bien para llegara
a conocer esto, fue necesario el paso del tiempo.
Con modulada voz, grave,
ronca podríamos decir, pronto llegó a captar la atención silenciosa del alumnado allí
presente. Ésa fue mi percepción entonces.
Desde allí, un substantivo (hoy sin b intercalada), me ha rondado: ditirambo.
Creo que usó la palabra, en un momento dado, para aludir a la exagerada
exaltación, fuera en prosa o en bella rima, incluso para el amigo. Un nimio
recuerdo, si bien de él se derivaría más.
Hoy al leer la noticia de que ante la casa donde vivió, bien
recuperada, colocaban una placa como recuerdo, se removió el dato en mi
memoria, así como otras connotaciones más cercanas que he de reflejar, tendentes a componer una modesta página sobre el poeta, escritor y leonés. Espero que parezca
algo más que un coger adicional la
noticia por las “hojas” de una interesada vertiente leonesita.
En realidad, la obra es un atril de hierro y bronce, que han calificado de eclesiástico, supongo que por las formas. El plano levemente inclinado, donde se apoyaría un hipotético libro, soporta un medallón, que había sido la primera placa colocada en la fachada de la vivienda, un cuasi medio relieve del rostro del homenajeado con una inscripción acerca de la casa del humanista, liberal y estudioso de la poesía, que vienen a componer el todo.
La noticia iba acompañada en los medios leoneses por la correspondiente fotografía donde se podía apreciar, presentes para la inauguración oficial, al señor Silván, el regidor; Margarita Torres, edil de cultura; Uriarte el artífice y una sobrina de homenajeado, Camino Rubio. En este punto, el familiar, y de mi corto periplo por UPL, debo dejar señalado que conocí a un personaje, sobrino del homenajeado, no demasiado locuaz, y fumador como su tío, al que ocasionalmente escuché hablar de la biblioteca del sacerdote, durante alguna de las charlas que en la sede de Ordoño II se “entamaban” en los atardeceres, cuando todo era fulgor leonesista. No sé si el grado familiar le permitía acceder plenamente a aquélla, incluso a algunos cuadernos manuscritos, o poemas sueltos, que el autor se había negado a publicar.
En realidad, la obra es un atril de hierro y bronce, que han calificado de eclesiástico, supongo que por las formas. El plano levemente inclinado, donde se apoyaría un hipotético libro, soporta un medallón, que había sido la primera placa colocada en la fachada de la vivienda, un cuasi medio relieve del rostro del homenajeado con una inscripción acerca de la casa del humanista, liberal y estudioso de la poesía, que vienen a componer el todo.
La noticia iba acompañada en los medios leoneses por la correspondiente fotografía donde se podía apreciar, presentes para la inauguración oficial, al señor Silván, el regidor; Margarita Torres, edil de cultura; Uriarte el artífice y una sobrina de homenajeado, Camino Rubio. En este punto, el familiar, y de mi corto periplo por UPL, debo dejar señalado que conocí a un personaje, sobrino del homenajeado, no demasiado locuaz, y fumador como su tío, al que ocasionalmente escuché hablar de la biblioteca del sacerdote, durante alguna de las charlas que en la sede de Ordoño II se “entamaban” en los atardeceres, cuando todo era fulgor leonesista. No sé si el grado familiar le permitía acceder plenamente a aquélla, incluso a algunos cuadernos manuscritos, o poemas sueltos, que el autor se había negado a publicar.
Si bien nadie había citado connotaciones leonesistas en don
Antonio, y en aquel ambiente era lo que primaba, seguro que acompañando a Fr.
Luis G. Alonso Getino, O.P. que hablaba por aquel entonces de una cruzada
leonesista, la de una Biblioteca leonesa, para poner en valor la Región, González
de Lama no podía, a su manera, estar alejado del esfuerzo.
Desde la perspectiva leonesista, puede que don Antonio, sensu estricto, a fuer
de leonés, y en orden a los sentimientos, de haber vivido los momentos
autonómicos que soportamos, hubiera objetado aunque nada más fuera por el canto
de los garcilasistas a Castilla, no per se, sino dados los comportamientos poéticos que él criticaba a tal
movimiento. Y ello, además, a tenor de cómo le vimos enfrascado en los ismos
que, según llegó a escribir, venían
provocando “desustanciación” en la poesía, y de ahí su oposición, por ejemplo,
al citado garcilasismo.
No solo fue promotor, con otros, de la revista de poesía Espadaña, por cierto la habían presentado pocas fechas antes de la charla que tanto me enganchó, sino también impulsor continuo de ella. Por cierto, unas páginas que García Nora, cofundador, en más de una ocasión tildó de anómalas, como una supuesta disidencia política, confrontada con el garcilasismo y la poesía de posguerra en “Juventud Creadora”, 1943, revista dirigida al inicio por García Nieto.
No solo fue promotor, con otros, de la revista de poesía Espadaña, por cierto la habían presentado pocas fechas antes de la charla que tanto me enganchó, sino también impulsor continuo de ella. Por cierto, unas páginas que García Nora, cofundador, en más de una ocasión tildó de anómalas, como una supuesta disidencia política, confrontada con el garcilasismo y la poesía de posguerra en “Juventud Creadora”, 1943, revista dirigida al inicio por García Nieto.
Conseguir imprimir cada número de Espadaña suponía todo un triunfo,
labor en la que Crémer puso también su mejor empeño; faltaban medios y sobraban
obstáculos. De su muerte, el 2 de febrero de 1969, Victoriano, el poeta,
recogió su despedida en versos de dolor y reconocimiento; como muestra: cuando se iniciaba la mañana…en silencio…sin llantos…se dejó morir… Dejaba una labor bien hecha.
La cultura y la literatura leonesas en la década de los 40 ganaron
con su magisterio. Su labor leonesa
organizando y dirigiendo la Biblioteca “Gumersindo Azcárate” no se pueden olvidar, ni como fuente de irradiación crítica y formativa,
ni como concentración de saberes. Su posición de bibliotecario de la Fundación
Sierra Pambley quedó muy bien definida, salvaguardando lo intocable y poniendo
al día el resto.
Ahora unos apuntes colaterales actuales connotados
informativamente, de lleno unos, parcialmente otros, vendrán a justificar un
poco más mi postura respecto a su recuerdo en el León actual. Tanto Silván como Margarita Torres, he de
recocer que vienen siendo objeto de algunos escritos mios, críticos casi
siempre, nunca peyorativos en lo personal, sí dada su faceta de políticos en
ejercicio municipal. En esta circunstancia el tono hoy es discretamente laudatorio.
El Concurso González de Lama de poesía, de patrocinio municipal, sostenido en el tiempo, es un magnífico
aval.
Juan Carlos Uriarte, escultor, también fue objeto de mi crítica
ocasional, por otra obra anterior, no en sí, que no se trataba de quitarla mérito, pues hizo lo que le
propusieron desde el consistorio, me refiero a la que realizó en la Plaza de
las Cortes leonesa para recordar, ésa es la expresión justa, recordar, las Cortes de 1188. Un hito que requería más,
mucho más.
Piezas para un puzle, que ni con el apoyo de la UNESCO, conseguimos que encajen, más allás de lo simbólico, con la rotundidad que la efeméride del parlamentarismo requiere....
Precisamente otra concejala de Cultura, Inés Prada, había prometido un merecido monumento a tal efeméride, en 1988, que, retrasándose, vino a desembocar en 2007 en el “recuerdo” citado.
En relación a Don
Antonio, un año antes, 2006, entre los
promotores de una Asociación inscrita como Amigos de Antonio González de Lama,
encontramos a la citada edil, quien, para mantener viva la figura del
sacerdote, propuso la elaboración de una estatua, de la que hasta se realizó un
boceto. Merecida, por supuesto, pero en “lista de espera”, como tantas cosas
de León y de lo leonés.
No hay comentarios :
Publicar un comentario