Algo tengo escrito en torno a ella.
Hoy
recordaré un título que cobijaba la defensa vecinal firme que paró una
catástrofe constructiva remodeladora. Y vigiló durante el año 2003.
Era su título:
Era su título:
La Plaza
del Grano, los soportales y el adobe
Merced a
los buenos oficios del colectivo de vecinos Plaza del Grano, se consiguió frenar el ímpetu destructor, con
trasfondo especulativo, que también había sentenciado la casa porticada de la
esquina más emblemática de tan hermosa como histórica plaza de la capital
leonesa.
Óleo, Pedro G. Beristain. 1996
Se temía, y luego
se pudo comprobar lo atinado del temor, que al socaire del derribo de unas
casas lindantes a la que nos ocupa, “sin querer” sufriera ésta tal gravedad en
su añosa estructura que “se hiciera necesario” derribarla.
La desprotección
parcial de su entorno, las aguas pluviales que la trabajaban dañinamente
durante la espera de los acuerdos municipales y
autonómico patrimoniales, en tanto
se trataba de convencer o más
bien entretener a los vecinos antedichos, a lo que había de sumarse el roncar agitador de las excavadoras en las
obras adyacentes, se pretendía que todo ello supusiera el preludio de una
muerte deseada.
La presión ciudadana ante el consistorio no decreció, los daños en
el inmueble no pasaron a mayores debido a la presión ejercida sobre el
constructor, y el acuerdo final alcanzado pasaba por restaurar y consolidar la
casa porticada, con más de cien años de historia ante sí, usando materiales
recuperados e idóneos para ello.
A tenor de lo que se dijo y se trató de hacer, con relación a esa casa, tal parece que había quienes pretendían olvidar que el adobe fue un elemento de vital importancia en nuestras edificaciones de antaño. Su materia prima básica, la arcilla, el barro arcilloso, más la paja que actuaba como congruente debidamente moldeado en piezas rectangulares, bien oreadas y llamadas adobes, fueron el “ladrillo” de la época.
A tenor de lo que se dijo y se trató de hacer, con relación a esa casa, tal parece que había quienes pretendían olvidar que el adobe fue un elemento de vital importancia en nuestras edificaciones de antaño. Su materia prima básica, la arcilla, el barro arcilloso, más la paja que actuaba como congruente debidamente moldeado en piezas rectangulares, bien oreadas y llamadas adobes, fueron el “ladrillo” de la época.
Junto a tan primitivo, pero agradecido elemento que aislaba tanto del calor como del frío, la robusta y fiable madera de roble, y de muy especial manera el humilde pero generoso chopo leonés, fueron los componentes constructivos que se manejaron.
Su
porte, su historia, su belleza elemental, perdura gracias a quienes desde su
vecindad, cotidiano vivir, y su comprensión,
se propusieron, contra viento y marea, que en forma de “Patrimonio”,
Ayuntamiento y especulación constructiva,
no se hiciera llegar su hora.
Y está
enhiesta, a pesar de su corta estatura, cobijadora de ensueños en el soportal
de su inocencia antañona. Resguardo, amparo y sencilla diafanidad en su
porticado aspecto que no emboza ni oculta, cuando más protege, en una plaza que es la suya, o porque ella
con su donaire participa en la
conformación del entorno del empedrado suelo del recinto que fue, no hace
demasiado tiempo, lugar de transacciones entre agricultores y consumidores
leoneses…
Cuando a
la última amenaza, ésta sobre el pavimento de canto rodado, se hacía imprescindible
responder, nuestro galardonado vecino
Antonio Gamoneda escribió una bellísima carta al alcalde. La titulo “Carta muy abierta”. Me ilusionó por el porte literario y el
contenido incontestable. De ella me permití la licencia de, tomando jugosas
frases e ideas, componer un escrito, que fue publicado, en ileón. com, (24 de enero de 2014), Allí se
puede leer en toda su extensión y aquí
su inicio:
“Mercadear en
la Plaza del Grano
Antonio Gamoneda(*) ha escrito.
Y aunque no fuera más que por su bello estilo, yo, que no soy más que un
sencillo convecino, escuchado el suave clamor que fluye de su letra, bien
galardonada por cierto, aferrado a su decir,
no me importaría acudir al alcalde, por si no ha tenido tiempo de leer
su gran “Carta muy abierta”.
Señor Gutiérrez, le diría, por si aún no ha podido hacerlo,
permítame que le invite a escuchar la
voz del arte, el de decir las cosas, con
el cadencioso fluir de una petición razonada, pero no para quedarse en la
prosa, algo muy posible dado su encanto,
que en este caso a tramos se nos antoja
poesía, sino, impregnado de la mejor
esencia salvadora, decidirse a observar la
“Plaza del Grano”, y, “haga
conmigo, por favor, una contemplación intelectual del lugar y fije su mirada…
canto rodado, soportales…la horizontalidad arquitectónica de la plaza…hacen que
siga siendo muy digna de respeto… en
lo que concierne a la composición espacial y a la caracterización
histórico-antropológica.”…
Estamos iniciando el 2017, tres años después, y el tema aún colea. Se retuerce en el tiempo
la idea devastadora de lo antiguo, aunque se habla de parciales arreglos, y
sigue latente la amenaza. Podemos leer en Leonoticias.
No es un canto lírico, ni una elegía que suene a
funeral, si acaso prosa con sabor a verso enamorado y
compartido hacia un espacio urbano medieval amenazado. Escrito está por Luis Artigue en un post. Lo suscribo. No peno porque a
mí no se me haya ocurrido pergeñar algo así en su defensa, me conformo con
poder compartir tal idea protectora lanzada en favor de la Plaza del Grano…que rubrica:
¡¡“Estás preciosa como eres”!!!
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