El documental anunciado como El último Rey de León presentado el día 24 de Marzo de 2011 en los cines Van Gogh, dentro del II Festival de cine y televisión REINO DE LEÓN, bien hubiera podido titularse, “Lección de filosofía en un Instituto de León”.
Este segundo título que propongo viene dado por la lección de filosofía que impartían dos profesores, profesora y profesor, del Instituto Padre Isla de León, girando fundamentalmente en torno al concepto democracia. Los profesores hablaban a la cámara y se dirigían a los alumnos en un aula; en tanto éstos, a su vez, también aportaban opiniones allí, y en coloquio posterior.
¿Cómo relacionar el coloquio y lección escolar con Alfonso IX y sus Cortes de 1188? ¿Dónde estaba el nexo de unión? El espectador no lo puede encontrar, pues tampoco se le muestra el camino. Si el realizador entiende que lo ha introducido subliminalmente, lo ha disfrazado tanto que falla en el intento. Hay algo que avala esto: lo más cerca que están profesores y alumnos de aludir a Alfonso IX y sus Cortes, es cuando emiten alguna opinión sobre los políticos del momento actual, y sus pasos en democracia. Por supuesto nada que ver con la Magna Curia.
Digamos que estas escenas van apareciendo en distintos momentos del vídeo. Se alternan con algunas imágenes del León moderno. Así cómo con la presencia, en primerísimos planos, de tres historiadores y las imágenes, en ficción, del Noble leonés Diego Froilaz.
Y es precisamente en la Torre de San Isidoro, con imágenes de un angosto espacio muy bien ambientado que ocupa el Noble, donde el vídeo gana en interés, al menos cinematográfico.
No podemos negar que el realizador ha puesto buen empeño en la obra, pero sí decimos que lo ha hecho en la dirección no convenida; debieron primar otros valores distintos a los que nos propone; vender y destacar al Rey y en especial sus Cortes, era el compromiso.
Se ha perdido una hermosa oportunidad para dar a conocer unos hechos de nuestro más glorioso pasado medieval, a todos en general, pero de modo especial a los jóvenes, por mediación de algunos de ellos, reunidos con unos profesores que debieron transmitirles información sobre el pueblo leonés y las Cortes de 1188, tal como se había preparado, en vez de unas disquisiciones filosóficas, interesantes siempre, pero alejadas del tema central del vídeo.
¿Qué nos cuenta el realizador, el buen hacer de unos profesores de filosofía? Se trataba de hablar de Rey, y lo más importante del pueblo, que, además de acompañarle a la guerra, se va a reunir con él en sus Curias, como estamento, para tomar decisiones de futuro, rudimento de posteriores Cortes con un apunte de parlamentarismo,
Son dos los historiadores intervinientes: Arbizu y Estepa, quienes lejos de aportar ideas que refuercen los momentos históricos evocados, para que reluzca lo leonés, parecen minimizarlo. Entre tomar los hechos con un punto de libertad interpretativa y obligarnos a coger las cosas históricas leonesas con la pinzas de la asepsia más rigurosa hay un abismo.
Especialmente Arbizu, cuando habla de los buenos hombres, a los que sí coloca en la Curia de 1188, pero partiendo de que procedían de unos vocingleros leoneses de la época que, a las puertas de San Isidoro, en cuyo Claustro tenía lugar aquélla, proferían gritos, lo que dio opción a que a alguno se le permitiera pasar al interior y pudiera hablar. Lo que no cuenta el profesor es si lo hacían desde algún escaño, a voz en grito, o con qué criterio vertían su opinión.
Más equilibrada es la participación de la profesora Gregoria Cavero. También más corta en minutos es su permanencia ante la cámara.
Del relato que sirvió, o debió servir, de fundamento para recrear el encierro del Noble en la torre de San Isidoro, como bastión leonés, enarbolando la bandera leonesa contra el rey que desde Castilla venía a tomar posesión del reino de León, donde, con sufrimiento rememora lo acontecido en el Claustro que de niño consiguió presenciar, y que condicionaría su vivir leonés; el realizador toma lo que entiende, sencillamente, como más vistoso en imágenes.
Por ello quedan relegadas otras que, teniendo una entidad más leonesa y mayor emotividad, sin saber muy bien el porqué, quedan al pairo. Resultado, tómese el que se desee: Se soslaya la leonesidad. Se apaga el brillo de lo leonés. Queda anulado el mensaje leonesista. También es válido mezclarlos convenientemente.
Puede que como autor del relato del que partió el realizador Alejandro Suárez, para confeccionar su guión y rodar la película, peque de un apasionamiento crítico; pero pasada la primera impresión, bueno es decir que, sobre lo aquí escrito, he intentado que prime la objetividad.
El relato que titulé originariamente: Palatium Regis, data del año 1990, y en él puse todo el corazón y el sentimiento. Años después quedó recogido en mi libro: La Lenta Agonía de la Identidad Leonesa. Sobre la copia que facilité al realizador, para su desarrollo cinematográfico, compuso un guión con el pobre resultado final contado y recogido en el documental “El Último Rey de León”.
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