Se dice que a los dirigentes del actual consistorio legionense,
una vez que el año anterior, el del
Fuero, en plan exteriormente significativo pasó con más pena que gloria, se les ve muy animados con el nuevo; el ensayo de capital gastronómica
que nos han adjudicado les satisface.
Mas, ahora se ensancha su sonrisa, generalizada, al añadirse la
decisión del mecenas leonés: Acacio Rodríguez, gratamente empeñado en
recordarnos la figura del rey Alfonso IX mediante una estatua.
Con el mismo título de esta página publiqué en Diario del León,
unas apreciaciones al respecto, por lo que, a quienes no lo hayan leído, me permito proponer que lo hagan.
Dos puntos tengo intención de comentar aquí, incluso pedir opinión
al lector.

1 1) Actitud o pose, que al
monarca se le hace adoptar en el boceto de la estatua.
Se le puede ver con figura de guerrero, a la izquierda. Evidentemente tuvo sus importantes momentos
en los que hubo de emplearse en este menester, pero no es esta faceta, la de
guerrear, la más significativa para mostrar. Cierta similitud, obsérvese a la derecha, con la capa de la figura del Cid en Burgos,
sinceramente me descoloca.
Creo que lo más destacable es la convocatoria a sus Curias, luego Cortes, del pueblo en la
figura de los Buenos Hombres. Al punto de llegar a componer en aquéllas un
nuevo estamento. De ahí la significación de parlamentarias que hoy le
otorgamos, y la UNESCO, ha ratificado oficialmente como Memoria del Mundo.
Se ha señalado históricamente su figura real, justo en ese
momento, como la de un joven monarca que,
a la muerte de su padre, ha de asumir su rol dinástico con cierta precipitación
y no sin oposición. Bien adiestrado en el manejo de armas y equitación, tan
importantes en aquella monarquía reconquistadora, junto a su formación de talante liberal, le
hacían candidato a desempeñar un
relevante papel. Y así fue.
Conoce al pueblo, los concejos, la actividad artesanal y
mercantil, y decide sentar en sus Curias a los representantes elegidos por la
ciudadanía. Esta decisión, verdadero ensayo de parlamentarismo, que a buen
seguro causó gran expectación en su momento, abría unas nuevas perspectivas de
gobierno para el reino.
Todo esto dicho con palabras sencillas, es lo que idealmente hubiera
sido lo deseado para transmitir. Así digo en el escrito de opinión citado:
“ver la figura real, teniendo ocupadas las dos manos: En laxa
posición el brazo derecho, la mano sujeta el centro, no lo empuña, lo soporta,
«no pierde poder soberano, pero otorga». La mano izquierda, en claro ascenso,
muestra un rollo de pergamino, son los Decreta, los enseña al pueblo, «habéis
legislado con nos». ¡El reino está en marcha!
2) Proponer el cambio del
ordinal noveno, si en puridad histórica procede, por el de octavo.
Como rey leonés, no hay duda que es el que le corresponde. En cómo
hacerlo valer en los libros de historia que a partir de este momento se
escriban, es la decisión que entiendo se debe tomar. Los historiadores tienen
la última palabra, y los conseguidores, los políticos, hacerlo constar y poner en valor futuro. Y
nosotros…¡nosotros los leoneses de hoy tomarlo como la justa reivindicación de
una situación histórica que, por leonesa, y como tal, hemos de mantener cristalina!
La culta formación de este rey leonés, la que le llevó a escuchar siempre con agrado a los poetas, quedó bien significada en la fundación de la Universidad de Salamanca.
¡Estamos ante una ocasión propicia para poner las cosas en su
sitio histórico!
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