Nuestro amigo Barreñada ha sabido captar en perspectiva real, el rey sobre pedestal y el símbolo de un pueblo (aquí en León son indisociables animal y simbología) nuestro león en el sumidero...
Publicado en ileon.com
El León y el sumidero
Impotencia, tirando de
altivez, puede. Orgullo… y lo que hay que tener, seguro. Lo malo es que esto último, la parte
reproductora del “León” se quedará de por vida en el sumidero de la ciudad,
allá por donde las aguas se llevan los residuos. Y esto duele y huele. Antes de continuar debo dejar dicho que no
conozco al artista o artistas, ejecutores de la obra: “el león y el sumidero”, me
permito titularla sin menosprecio alguno, ni entro a valorar su capacitación
creadora artesanal o artística, pero sí lo
hago interpretando lo que me sugiere, en cuanto al manejo de lo simbólico, del
mensaje que a su obra hayan pretendido incorporar, que aquí no sólo no lo veo
en positivo, molesta su abatida imagen, y a mí me duele.
Hablo, pues, y escribo, sobre su obra, que tal como la veo e interpreto, siendo leonés, no la “entiendo como aceptable”. ¿Por qué un animal leo? ¿A quién representa? Nuestro símbolo no puede surgir de las cloacas, ni aun tirando, el animal, de orgullo gastando unas supuestas últimas fuerzas. Y nosotros de comprensión interpretativa. Sugiere que alguien lo había humillado previamente, que alguien trató de evacuarlo de mala manera. Voluntario nunca hubiera ido cloaca a bajo, no se alimenta de basura, ¡caza!
En nada ayuda a nuestro ánimo interpretativo, por
más enfadada que parezca su melenuda testa, o en lo gestual de sus mandíbulas
poderosas, y mucho menos alivian su patas delanteras, sus garras bien unguladas
y temibles antaño, que, para la ocasión, bastante hacen con intentar mantenerlo
en dignidad enhiesta. Parece estar
acodado, para sostenerse en el suelo, mostrador, de la vida leonesa.
Su orgullo, no lo veo
representado en el supuesto rugido que pueda salir de sus fauces. Sinceramente esto me acongoja como leonés. Nuestro
“león”, blasón y símbolo, en su “pasar” lo es de un
territorio, un pueblo, o rampante
de una ciudad, en este caso en la que aparece, sí, sí, una vez retirada una
tapa de alcantarilla, para mostrárnoslo en un intento de “salida perenne”...
sin posibilidad de hacerlo, y esto puede resultar hiriente.
Sacarlo de las cloacas por
imprescindibles que éstas sean, y lo son, no va con la condición del león, León
y lo leonés, no es buena solución, es un animal
que así puede dejar de “matarnos de amor”, confundir nuestra entrañable
verdad leonesa, y sí tender a nuestra desmoralización.
Su impotencia no puede ser nuestro “mañana” digno. ¿Estoy magnificando la obra? Puede. Mas esto
no es consuelo.
Lo confieso, no he visto
tal obra más que en fotos, pero las hay en abundancia, mi razón es estar lejos
de nuestra tierra, pero en la imagen que en este medio he podido contemplar, en
el supuesto rugir de sus fauces, éstas, más que amenazantes, las veo como
arrugas dolorosas en el animal, fiereza impotente, sufrimiento, aunque en el
intento de erguirse haya un punto de orgullo
Otra cosa es que, Saleal,
gestor de nuestras aguas en León capital, agradecido por los contratos
firmados, quisiera devolvernos en forma de regalo, algo que no fuera efímero,
se pudiera mostrar de continuo, tal como una imagen, una estatua, un ser de
fábula. En cuyo caso, si se hubiera abierto un turno de proposiciones,
personalmente hubiera optado, por la misma idea, salir de una alcantarilla la
devolución generosa, pero en forma, por ejemplo, de un topo gigante, un fantástico ser subterráneo, descendiente directo de aquél, que,
nocturnamente, se afanaba en destruir la obra que los canteros hacían cada día
para elevar a los cielos la Catedral, nuestra Pulchra Leonina. Sé que es más fácil criticar, aunque sea en
positivo, que crear. A la vista de las
cosas, de los acontecimientos, resulta hasta fácil elucubrar. Ante la obra en
estudio, no he podido menos que mostrar mi discrepante parecer.
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