(artículo de opinión publicado en Diario de León 19.10.2019. Edición papel)
Cuestión de
oportunidad
Hasta es
comprensible que aún perdure la euforia de una ensoñación, aunque
aislada, que surgió en y tras el grandioso encuentro de leoneses el 4 de mayo
de 1984 rebelándonos contra la autonomía que nos imponían. Una fecha para la memoria histórica que ha quedado como un recuerdo mezcla de
impotencia y desilusión para quienes lo vivimos, quienes lo contemplaron y los
que les gustaría reverdecerlo y hasta emularlo. A todas luces ¡Un hito!
Mostrado el
camino por el que van a caminar estas letras, me voy a permitir una “paradiña”
a fin de dejar claro que, en evitación de dudas interpretativas, al usar la denominación leoneses, los así
aludidos son ciudadanos del ámbito
triprovincial leonés, y ello independiente y sin imperativo alguno para la
comprensión de los no se consideren como
tales. Como matiz diferenciador,
últimamente con más insistencia clarificadora, vengo usando el término
legionenses, para los moradores de Legio (León capital).
Por aquel
entonces, teníamos voces en el senado, por ejemplo José Calderón, y en el
Congreso, José María Suárez, o Andrés Fernández, socialista, que hablaban de nosotros los leoneses,
defendían nuestra identidad y territorialidad, derecho histórico a autonomía
propia, con los fallidos intentos ya conocidos. Así, con ellos, los
leoneses “hablamos” en foros nacionales, no encerrando más entidad
el dato, que lo aportado por la
escueta nominación.
A partir de entones, el partidismo se tornó en
censura política, y el vivir personal de
los elegidos en las urnas en “autocontrol” para no incomodar al jefe. Salvo
alguna intervención senatorial de Morano, muy a última hora, y dentro del
ámbito económico que nos concernía, a fuerza de no citarnos, en frase muy
atinada de Juan Pedro Aparicio, hemos ido despareciendo, en consideración y
reconocimiento añado. Estamos tan afónicos que se duda que aún existamos, tal
como vamos pereciendo en el intento político castellano de engullirnos.
No puedo ni
debo seguir sin dejar dicho que, el gran encuentro citado de inicio,
sociológicamente encierra mucho más, lo mismos que las motivaciones de los
promotores, muy legionense de Morano; muy triprovinciales, sin añadir matices, que los tiene, de Iglesias Carreño… por ser las dos vertientes
que he contemplado, pues había más dirigentes en liza y sobre todo mucha
euforia popular estudiadamente agitada, en verdad espuma luego resaca.
Absorbidos por
la centralidad comunitaria del ente que nos impusieron, los leoneses, puede que
más bien los legionenses posiblemente por considerarnos como resguardo o reducto más activo de la región
leonesa, estando ya amarrados, a fin de que no se diluyera nuestra “estampa”,
con poco convencida voz, siendo ésta una
simbólica honda para enfrentarnos al Goliat (conjunto de políticos que
elegíamos y nos trituraban) reclamábamos instituciones autonómicas. Un doloroso
mal menor, estudiadamente atendido por
el ente con la ubicación de la sede del Procurador del Común, ¡sin capacidad
ejecutiva alguna!, ojo este dato
Aquí un
recuerdo. Ocasionalmente cuando apenas si peinaba canas y las festivas y domingueras mañanas buscaba la euforia del
esfuerzo físico, en una carrera, más bien un largo trotecillo, pasaba por la que denominábamos carretera de
Zamora, y aún estaba activa la azucarera Santa Elvira, había casi enfrente
de la puerta principal, en un gran paredón medianero de una casa, releía letreros
reivindicativos, todo un paradigma leonés en decadencia forzada.
Como la
secuencia “grafiti” permanecía en mi memoria y me quemaba, compuse para la
revista “León rompe cadenas” de UPL un cuentecillo: “historia de una pared” en
el que ésta contaba su dulce soportar de los pasajeros letreros, casi siempre
toscos de ejecutoria pero aclaratorios componentes de un declive: Autonomía
País leonés. Autonomía leonesa. León solo. Cortes leonesas. Se añadirían, más
tarde, unas siglas que parecían ser una vivificante oportunidad reivindicativa
para León: UPL.
Ya no en la
pared, pero sí durante el devenir autonómico, al menos legionense, se propuso
otro engaño, en letra impresa; a algunos de “nuestros” políticos se les
ocurrió, en un a menos perder, o como tapabocas: “León capital autonómica”, con el consiguiente nada de nada; que pronto lo sustituyeron por “León capital
económica”. En connotación con esta última, recuérdese que el ente, “previsor”, pronto se había
apresurado para que se llevaran de Legio el Banco de España. ¿Cabía más
absurdo?
Dicen que los
años aportan experiencia, puede ser cierto casi siempre, pero la fuerza y el
vigor para estar en primera línea, en nuestro caso defensiva de lo leonés,
unido al impetuoso discurrir del arte de vivir en novedosos avances casi
diarios que te sobrepasan, te llevan a la retaguardia en el mejor de los
casos. De modo que para los mayores que
lo conocieron, para los no tanto que lo
tuvieron cerca, y los inmersos hoy en la vorágine tecnológica digital,
telemática, telefónica etc. que mi
moraleja hasta pueda resbalarles, digo lo que digo a continuación y como cierre
propositivo.
El próximo día
10 de noviembre, sin pancartas ni banderas, pero con una papeleta electoral
como estandarte, tenemos otra oportunidad para elegir a quienes en el senado y en el congreso
dicen que nos van a representar. Prestemos atención a este dato: Nada de ver
interés centralizador triprovincial, es cuestión de aprovechamiento de la mayor
afluencia sentimental del “ser leonés. Esto
es perfectamente entendible. No doy indicaciones, invito a la
reflexión, pero sí me permito decir que
veo en la oportunidad UPL, el modo de llevar a una o a ambas instituciones
nacionales la voz del pueblo, el leonés. Si se acompaña y practica, o hay unificación política en la amplitud
territorial, excelente, ¡es el camino!
Ni en la
autonomía (si exceptuamos a UPL), ni en las instituciones nacionales citadas
con los partidistas PP y PSOE más los añadidos Cs y Podemos, se nos devuelve el
favor del voto que otorgamos con la obligación de alzar la voz personalista
leonesa, y mira que hay ocasiones, agravios económicos, sociales e identidad
propia que defender o reivindicar, ¡dentro de la letra constitucional! La
disciplina de voto anula voluntades, por ello representan su papel, no el
nuestro, el popular leonés. ¿Dónde queda el valor de nuestro voto?
¿Qué tal si el
10 de noviembre marcamos el inicio de otro hito?
¡Cuestión de
compromiso con lo leonés! y como dicen
ahora: “ahí lo dejo”.
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